La criatura marina

2

El trato entre Crowley y Aziraphale continuaba en pie, cada vez que iba a pescar el humano le ofrecía algún objeto bonito. Muchas veces con dinero que ganaba de la venta de los peces compraba algo para el simpático ser marino. Ya que  Crowley le buscaba buenos peces para su alimentación, era un trato justo, incluso el humano le brindaba de su comida.

Pasaban el rato juntos en el muelle, Aziraphale no tenía amigos y digamos que Crowley no era sociable con otros de su especie, ni con especies hermanas. Aziraphale estaba sentado en el muelle, Crowley permanecía en el agua, el rubio le dio un vistazo, curioso.

 

— ¿Hay más como tú en el fondo del mar? —preguntó Aziraphale con los pies dentro del agua.

— De mi especie sólo yo, de otras especies deben de haber algunos —mordió sus labios—. No lo sé, no es como que tenga muchos amigos.

— Soy tu amigo —le sonrió, Crowley sintió sus mejillas sonrojarse—. Si quieres podemos cenar juntos un día de estos.

— Si... Suena bien pero —esquivó la mirada, un poco nervioso—. Me tengo que ir ahora, ¿otro día entonces?

— ¿Vale? ¡Ten un buen día!

 

Le despidió mientras Crowley desaparecía en el mar, se puso de pie volviendo a casa, pensando en qué debería cocinar para cuando aquél simpático nuevo amigo decidiera cenar con él.

Era otra mañana soleada en la costa, Crowley acababa de salir de su cueva para dirigirse al muelle, allí encontró un plato cubierto con una pequeña cúpula plateada que él no comprendía. d
Destapó el plato encontrando un trozo de pan y algo  más dentro. Observó a su alrededor y supuso que aquél humano lo había dejado para él, así que lo tomó comiendo aquello que le supo delicioso.

 

— Está bien seco... Mejor que el pescado crudo de hace un rato.

 

Se dijo a si mismo, y una vez terminó de desayunar pensó que debería darle las gracias de alguna manera, así que volvió a su cueva buscando algunos de sus tesoros. Crowley amaba las cosas brillantes, muchas fueron las veces que robó a algún pescador algún objeto demasiado brillante. Aunque intentaba compensar esto devolviéndolo con un pescado.

Aziraphale se había levantado muy temprano para ir al pueblo y vender el pescado, no sin antes dejarle algo de desayunar a su amigo marino. Le gustaba mucho charlar con él aunque sus temas de conversación fuesen completamente diferentes, se sentía menos solo. Viví desde hacía mucho tiempo allí, y no había nadie con quién conversar, Crowley era la compañía perfecta.

Al regresar a casa preparó una cena apetitosa, sacó una mesa poniéndola a orillas del mar amarrando las patas con un ancla para que no fuese llevada por la marea. Colocó los platos ya listos y esperó por Crowley, esperó, y esperó, hasta que a lo lejos lo vio salir, extendió su mano llamando a este.

 

— ¡Hey, Crowley, hey! —sacudió su brazo llamando la atención de la serpiente—. ¡Ven, mira!

 

Crowley se acercó suavemente a la orilla, colocó sus manos en la mesa observando los platos servidos y Aziraphale le extendió una toalla. Sacó de su bolsillo una hebilla para el cabello y se la extendió.

 

— Aziraphale, comí el trozo de arena compactada de esta mañana, sabía bien —sonrió tomando la toalla para secar su torso, dio un vistazo a lo que el rubio le extendía—. ¿Eso es para mí? Brilla mucho.

— No es arena, se llama pan, lo hemos comido antes, y dentro tenía jalea, me alegra que te haya gustado —sonrió, Crowley tomó la hebilla mordiéndola con sus afilados dientes—. No no, es para el cabello, no lo muerdas lo romperás.

 

Sonrió y entrando al agua se colocó detrás de Crowley para recoger su largo cabello, la hebilla le quedaba muy bien. El otro sintió como sus mejillas se calentaban, no sabía que era el afecto ni mucho menos, pero le gustaba cuando el humano le trataba bonito. Aziraphale volvió a su puesto en la arena, prendiendo el candelabro para comenzar a comer junto con el otro.

 

— Sabe bien tu comida, ¿lo hiciste con lo peces que te di?

— Si, te invitaría a casa pero... No sé si puedas sobrevivir fuera del agua —frotó su nuca un poco afligido, le hubiese gustado pasar el rato con Crowley más a gusto—. Escuché en el pueblo que durante estos días habrán pescadores por esta zona, ten mucho cuidado, no quiero que te pase algo.

— No te preocupes, quizás un día busque la solución para visitarte en tu cueva —sonrió, mordisqueando el pescado—. No te preocupes, ellos jamás me han visto, no dejaré que me capturen.

 

Azi respiró aliviado por las palabras de su amigo, tuvieron una cena tranquila y entrada más la noche el rubio recogió todo para marcharse. Antes de irse Crowley le sostuvo de la pierna deteniendo al humano, quien se giró agachándose al nivel del otro.

 

— Ten buenas noches Aziraphale, nos vemos mañana —sonrió y plantó un beso en los labios del rubio apresurándose en desaparecer dentro del agua.

 

Quedó perplejo por como aquél le había besado de pronto, parpadeó varias veces observando el mar sin saber que decir. Los labios de la serpiente marina sabían un poco a sal, y durante toda la noche no dejó de pensar en ello.

Crowley no podía dejar de escuchar el bum bum de su corazón latiendo contra su pecho. Toda la noche en la cueva se la pasó sin saber cómo dormir, simplemente no podía, cubrió su rostro con ambas manos gritando internamente. ¿Por qué hizo eso al humano?

Recordaba haber visto algo así, ¿en un libro fue, o lo escuchó en la radio? Que cuando una persona gustaba de otra, era normal besar o querer tocarlo. Pero Crowley no sabía si funcionaba igual con los de su especie, al final no debían de ser tan diferentes, después de todo él tenía una parte humana.

Aziraphale miraba el techo de su habitación fijamente, sin lograr pegar el ojo. ¿Cómo vería ahora a la cara a Crowley? Se habían dado un pico, y él hubiese deseado que fuese más que un inocente roce de labios.



#2017 en Fanfic

En el texto hay: au, aziraphale crowley, goodomens

Editado: 07.04.2024

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