La Cripta

#1 "Anhelos"

LA CRIPTA - ANHELADOS TEMORES -                                                                                     

Capítulo 1           

 

 

¿Lugar? Nos encontramos en Londres, Reino Unido. ¿Tiempo? El actual, eso es todo lo que importa. Empresas y organizaciones del mundo entero han mostrado un impresionante y exponencial incremento en la solicitud de investigadores personales, detectives, hombres para infiltración, entre otras ramas de la investigación privada. Es por esto, que el personal requerido por los departamentos policiales privados de todo el mundo para poder cumplir esas solicitudes, es mucho menor al deseado. Como consecuencia de esto, el numero de oficiales ascendidos de jefe de policía a investigadores privados también creció indiscriminadamente. Uno de esos ascensos se realizó hace aproximadamente un mes…

Cerca de un desolado campo hogar de numerosas vacas, se encuentra el pueblo de Post Street, tan pequeño y austero como siempre. Si alguien intentara contar la cantidad de casas que allí yacen, dudo que pueda alcanzar el número treinta.

La familia Vett vive en una de esas casas en Post Street. Habitando dicha comprimida pero cómoda residencia se encuentran tres personas: Jeremmy Vett, Holga Batchman, y Benedict Vett. 

Holga Batchman, quien ahora mismo cargaba sobre sus brazos dos platos cargados con pasta, hace el pasaje desde la cocina hasta la mesa del comedor; aunque bueno, en realidad, ese pasaje podría ser recorrido en tan solo diez segundos por lo que podría decirse que la cocina y el comedor son la misma habitación, parte central de la casa.

—¿Quien desea la buena pasta de la abuela?

—¡Yo! Jamás me perdería una cena si tú cocinas, abue —Le respondió el más joven de los residentes, Jeremmy, a su abuela que se acababa de acercar a la mesa para depositar los platos en ella.

Tras esto, los tres ocupadores del antiguo pero resistente alojamiento, comenzaron a cenar como cualquier otra noche. Por la ventana que se encontraba en la pared más cercana a la mesa de la cocina, podían verse las estrellas. No eran muchas para ser honestos, pero al menos le otorgaban cierta calma al momento que se vivía dentro. 

—¿Qué te ocurre querido? —le dijo Holga a su nieto mayor, Benedict, quien se encontraba mas callado de lo normal y no había tocado su plato de pasta.

—Nada —dijo sin quitar la vista del plato el hombre.

—Debe estar pensando en las chicas que conoció últimamente en su nuevo trabajo, ja —rio su hermano menor.

Benedict observó a Jeremmy con una mirada distante, pero sin ningún tipo de odio o resentimiento hacia el intento de burla que acababa de cometer su hermano.  —No digas estupideces. Es solo que trabajar ocho horas diarias no es algo a lo que esté acostumbrado —Benedict respondió.

—Podrías al menos poner buena cara en la mesa. Nosotros dos no tenemos la culpa —acotó la abuela mirando de reojo a Jeremmy, quien ya no parecía interesado en la conversación y continuó comiendo.     

—Déjame en paz, Holga —habló algo agresivamente el mayor de los nietos —No he abierto la boca desde que llegué de trabajar, no me quejé ni rechisté. Simplemente déjenme en paz.

Benedict se levantó de la mesa. Y aunque su rostro mostraba cierta ira, sus movimientos no lo hacían en lo absoluto. Se levantó sin hacer ni un minúsculo ruido y se fue a su habitación.

Holga y Jeremmy se vieron fijamente tras quedar solos en el comedor.

—No deberías dejar que te hable así, abue —comenta Jeremmy.

—Jem, ustedes ya no son niños. Tú tienes veintiuno y Benedict ya veintisiete. Si el quiere enojarse o responderme de esa forma, tendrá sus razones y no planeo intervenir. Anda, come que se enfría.

Por otro lado, Benedict se encerró en la pequeña habitación donde pasa la mayor parte del tiempo en esa casa. Cuenta con una cama, una ventana que generalmente deja abierta, y unas paredes y techos de color gris. Raramente, esos colores no combinaban armónicamente con los del resto de la casa, pero como la puerta que da ingreso permanecía prácticamente siempre cerrada, nadie lo notaría. Solamente quien se encuentre dentro de dicho cuarto, es decir, Benedict. Siempre Benedict.

Tras cerrar la puerta, tomó su teléfono y marcó un número. Posteriormente, posó el teléfono celular sobre su oreja.

—¿Cómo estás? ¿Aún te duele? —salió de su boca.

—Si, bastante. Pero ya deja de preocuparte por mi herida, fue un pequeño precio a pagar con tal de completar la operación de hoy, Ben.

Benedict hablaba con uno de sus compañeros de trabajo. Ambos hacían referencia precisamente al trabajo de hacía unas horas, cuando tuvieron que investigar una mansión donde el dueño de High, empresa que los contrató, sospechó se podría estar llevándose a cabo tráfico de drogas sin su consentimiento.

—¿Cómo reaccionaron en tu familia? —preguntó Benedict mostrando empatía.

—No muy bien. Ya sabes por qué…

—Así es. Fue ciertamente una pregunta tonta…

Tras colgar la llamada, puso el teléfono en la pequeña mesa junto a su pequeña cama, y se recostó en la misma. Observando el techo iluminado por la nocturna luz proveniente de la ventana, transformando los contundentes tonos grises en algo más azulado, como acostumbraba a hacer, comenzó a hablar solo.

—Lo siento, techo, pero hoy el día no recibirá una calificación superior a un… —demoró pensando —quizás un cinco sea lo más apropiado, ja, ja – rio solo. Continuó observando el techo, aunque, en realidad, su mente no se encontraba analizando lo que sus ojos estaban viendo, estaba en otra parte. Definitivamente pensando en algo que lo ha mantenido a Benedict ciertamente preocupado los últimos días; para ser exactos, desde hace casi un mes, es decir, cuando el gabinete de asuntos no comunes le otorgó su nuevo y actual cargo: investigador privado.




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