La culpa es tuya! Marlon Alves

Capítulo 6

 

Bueno estoy en San Paulo.

Sí, mis corazones llegué sana y salva, pero... No vine sola.

Al parecer una amiga mía, encontró a su supuesto novio con su querida esposa. Yo sabía que ese inquilino no era de fiar. Tomo lo más preciso y salió como alma que lleva el diablo. No sé la verdad pero cuando la encontré.

Fue algo así:

Doce horas antes...

Voy de camino a los servicios del avión y me tocan el culo. Veo un chico justo a mi derecha y paff. No sé pero tras de mi unas risas muy conocidas me dijeron que el pobre muchacho no tenia culpa de nada. Pasé de tener cara de pocos amigos, a estar colorada, colorada. Vamos que ni un tomate toma ese color.

Tamara no dejaba de reírse y yo de pedir disculpas al chico. Para seros sincera estaba buenísimo. Pelo castaño claro, ojos chocolate, piel bronceada... Un adonis para mis vistas. << Aurora, ese chico nunca será tuyo>> Tiene tatuajes en un brazo, al parecer es un chico que le gusta la música. Tras soltarle una parrafada de disculpas en mil maneras. Tamara sigue riéndose y yo más desesperada por qué no sé si me perdonará. Me giro y empiezo a gritarle a Tamara.

  • Tu maldita perra tienes la culpa. Sabes que odio que me toquen el culo. - Pero claro después de no sé cuantas maldiciones y insultos, me doy cuenta que está en el avión. - ¿Tu... tu... tu que carajos haces aquí? - Tras esa pregunta empezamos a reírnos. Abrazo a Tamara, entre risas y llantos, olvido que hace un momento antes pegué a un chico que no lo merecía.

Me giro para pedirle disculpas, pero en ese momento me habla en un idioma que apenas logro captar. - Ambas, meninas são raras.

  • Ehn? - Levanto una ceja y miro a Tamara y después al chico. - Disculpa, ¿puede ser tan amable de repetírmelo?
  • Ambas, meninas são raras.
  • Creo que ha dicho, que somos muy raras. - El chico asiente.
  • Huis rara dice, eso que no nos conoce. Si no, nos diría locas. - Le susurro al oído a Tamara que me voy a los aseos que esto de reírse no es bueno para la salud, cuando una tiene necesidades.

Le hago un gesto al chico con la mano para despedirme de él, y regreso a mí asiento.

 

Doce horas después.

Aquí estoy con mi portátil contando lo sucedido. No volví a ver el chico ni sé su nombre. La vergüenza me impide volver a mirarle a la cara. Era muy guapo, pero todas sabemos que los chicos guapos siempre están ocupados.

Pues amores os tengo que dejar. Estamos preparando el piso, mañana a primera hora tengo que estar lista y en la oficina.

Os quiero amores.

 

 




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