La culpa es tuya! Marlon Alves

Capítulo 29

 

El teléfono comenzó a sonar, yo tapaba mis oídos con la almohada pero nada paraba ese maldito móvil.

Ya agotada, rendida, cansada de oírlo, decidí cogerlo.

  • Pero donde carajos andas Aurora, - mi jefe, me levante de un salto de la cama, para que Marcus me llamase, algo malo debía estar ocurriendo.
  • Hola Marcus. – Dije en un tono despreocupado.
  • Que hola ni tres cuartos, te quiero en Argentina en dos horas, no me importa donde estés, que te pasa, o que carajos estás haciendo.

Marcus estaba muy enojado, pero yo no tenía fuerza ni valor para volver allí, después de lo ocurrido y más sabiendo que todos se confabularon para engañarme.

  • Pero Marcus yo…
  • Ni peros ni nada  Aurora, eres la mejor reportera que tengo, todos leen tus reportajes, y tienes un famoso esperándote para una maldita entrevista en Argentina.

Intenté pensar, ver donde estaba lo bueno y lo malo, pero la verdad que mi trabajo era lo más importante para mí y debía estar haciendo mi trabajo pero el miedo podía conmigo. Habían pasado tres días desde que me fui del estadio, y todas las noches me las he pasado pensando en ese beso, ese beso que me llevo al cielo por cinco segundos.

  • Vale Marcus – dije para sentenciar la conversación y que no me despidiera, debía afrontar todo esto antes de que fuera demasiado tarde.

Nada más cortar, llame un taxi para que viniera a recogerme al hostal, y ser sincera con mi corazón y con mi trabajo.

Pero algo ocurría suelo tener una memoria fotográfica, de las calles que tomo para llegar de un lugar a otro, y este taxista no iba a la dirección que yo le había indicado.

Pasaban las horas, miraba mi móvil, se me hacia extraño que este taxista no me robase ni me quitase mis pertenencias. ¿Qué quería de mí? Pasada cinco horas, el taxista paro junto a una playa, mirando por la ventanilla pude observar que se encontraba de la playa de El Cabo.

El taxista se bajó del coche, no me había pronunciado ni una palabra en todo el camino, yo tenía miedo, y si pensaban secuestrarme, y si querían hacerme algo malo.

El miedo me paralizó, no sabía si correr, huir, como hacerlo para alejarme de aquel taxista raro y extraño.

Pero las cosas no eran como yo pensaba, un grupo grande de personas están todos bañándose en aquella playa, otros estaban hablando y otros poniéndose flores en su pelo o en el cuello.

Todo el mundo estaba preparando mesas, detalles, la playa estaba preciosa con aquellos centros de flores blancas y azules.

Niños, adultos todos se entretenían haciendo una cosa u otra. Miré al mar y una cara conocida se reía junto con unos niños. Fui acercándome lentamente, y esa cara conocida cada vez era más fácil de descifrar, Tamara estaba en mar jugando con unos niños de unos seis u siete años.

  • Esta preciosa, ¿verdad? – asentí, mi amiga estaba muy linda con su pelo rizado y su piel morena en el agua.

 

 




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