La cuna del holocausto

Prólogo

El cielo estaba cubierto por una densa capa de nubes grises, y sin embargo, la espera se hacía eterna por alguna gota de lluvia, siendo clara la secuela del enfrentamiento que aún estaba en pie.

En mi persecución se podía observar a lo lejos como es que algunos aún se mantenían, disparándose entre sí, huyendo unos de otros, cayendo como pájaros por cada bala, uniéndose al mar de cadáveres y sangre que yacían en el rocoso y muerto suelo.

El rugido animal de mi asesino me recordó que debía seguir corriendo por mi vida.

Era extraña la forma en que todo comienza a desbaratarse, viendo las cosas de una manera parecen que simplemente irá bien, que no habría nada que temer, el peligro era lo mínimo de lo que uno tendría que preocuparse, pero repentinamente, todo da un giro tan brusco y desgarrador que no sabes como se tornó así, no sabía como era que alguien deseaba matarme. ¿En qué momento mi vida careció de valor como para volverme solo un cuerpo en movimiento tratando de resistir el llamado melódico de la muerte?

Quizá fue un mal movimiento, un mal paso, un mal momento... cualquiera de las variables provocó que rodara cuesta abajo quedándome cara a cara con mi perseguidor.

La bestia tenía una figura peculiarmente humanoide, deforme. Sus brazos alargados y delgados eran arrastrados por el suelo, sus piernas lucían casi igual que sus brazos carcomidos, todo él estaba cubierto por una espesa capa negra surrealista, y lo único notable en lo que se supone debería ser su rostro eran las cuencas blancas simulando ser ojos, rasgados y perdidos, depredadores, animales.

De la bestia salía una ronca y entrecortada respiración, ladeaba en ocasiones con lentitud y tranquilidad su cabeza para torcer de forma imposible con toscos crujidos su cuello. En cuanto el olor putrefacto de su aliento llegó a mis fosas nasales, las piernas se me entumecieron obligándome a quedarme ahí, a punto de gritar de terror.

Mi garganta se cerró descartando esa posibilidad a la par que el pánico terminaba de devorarme, como un lobo a su presa.

Cerré los ojos, esperando a que el monstruo cortara la delgada distancia que existía entre ambos.

Pero nada ocurrió, y temerosa, abrí los ojos observando a mi salvador.

Zero suplantaba la grotesca imagen de la bestia, se encontraba de espaldas a mí, extendiendo unas hermosas alas angelicales, gigantescas, se dibujaba un aura multicolor a su alrededor, y su ropa parecía estar rasgada y con manchones de sangre, sin embargo, no había herida alguna de su piel.

El nudo en la garganta apareció, y las lagrimas brotaron, aunque en ese momento no estaba segura de por que estaba llorando. Probablemente era el miedo de tener a la bestia cerca de mi a punto de tragarme en la misma oscuridad de siempre, o quizá era por que él se encontraba a salvo cuando creí que estaba muerto.

Una cansada sonrisa brotó de mis labios, esperaba escuchar algún chiste malo de su voz para tranquilizar el tenso y aterrador momento, pero no fue así, la felicidad se esfumó de mi interior en cuanto se giró a verme.

¿Por qué?

No comprendí sus ojos llenos de dolor y arrepentimiento brillando como dos perlas blancas, dispuesta a preguntar la razón de tan extraña y escalofriante mirada, tuve un mal presentimiento, un molesto hueco se anidó en mi estomago y justo en ese momento rompió nuestra pequeña conversación sin palabras y dio un fino y poderoso golpe hacia el monstruo, haciéndolo volar por los aires.
 

El cuerpo esquelético del animal quedó sobre el suelo desquebrajando el terreno lleno de sangre y rocas.

Hace algún tiempo pude haber quedado estupefacta ante tal demostración de super fuerza, pero por alguna razón ya me encontraba enfermamente familiarizada con todo este entorno. Las piernas parecieron haber vuelto a la vida y con pasos temblorosos acudí a la presencia de Zero.

y ahí, ya no volvió a mirarme, en vez de permanecer esperando por mi compañía, se acercó al monstruo perdiéndose entre el mar de personas muertas cubiertas por sangre y cartuchos de balas.

Mis piernas avanzaron con torpeza tratando de seguirlo, el hueco de mi estomago se expandió dejandome una sensación de frialdad por cada una de mis extremidades a medida que la sombra luminosa se perdía entre las fauces de las montañas rocosas del valle muerto.

Cuando me di cuenta, ya no estaba. 

Fue entonces que me deje caer dolida entre el mar de cadáveres observando el cielo condensado en nubes grises.

¿En qué momento mi vida se transformó en eso?

No supe contestarme, no supe cuando mis sueños y pesadillas tomaron vida desde lo mas oscuro de mi ser para arrebatarme todo lo que amaba.




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