La daga y la rosa

Reencuentros

 

Miré a Maxwell, ya se comprometió a llevarme con su abuelo lo único que debo hacer antes es quitarme este vestido, después de 100 años ya está bastante feo.

—¿Podrías salir, por favor? —pedí tratando de ser algo amable.

Él asiente y se levanta para caminar hacia la puerta, solté un suspiro y me levanté caminando hasta al armario para buscar algún otro vestido. Al abrir la puerta de mi armario siento el polvo entre mis manos, al ver mi mano descubrí mi piel blanca en contraste con la capa gris.

En cuanto la puerta se abre veo la habitación continua a la mía repleta de ropa, en su mayoría vestidos, también tengo pantalones y otras cosas más informales. Me acerqué a un vestido color turquesa de tela delgada, con unos ligeros toques de verde que combinan muy bien con el turquesa. Sin embargo me alejé, no quiero algo turquesa hoy, necesito algo que me haga recordar esa fortaleza con la que me movía ante todos, que me haga recordar esa alegría de estar viva y de luchar por mi reino.

Miré al fondo de la habitación hay una pequeña sección llena de ropa que usaba para entrenar, mis padres consideraban que como gobernantes debían saber pelear para cuando hubiera una guerra, así sí llegaban a morir lo harían al lado de su pueblo; gracias a su idea yo aprendí a pelear desde muy pequeña para poder enfrentar la guerra si llegaba. Me acerqué a esa zona de ropa, la mayoría son pantalones del mismo material que los vestidos, una tela suave y delicada pero abrigadora para cuando tenía que entrenar muy temprano o en invierno.

Decidí tomar unos pantalones que son algo sueltos de un color rosa claro junto con una blusa de un color blanco que es holgada y fresca, tomé unos zapatos y salí para caminar hacia el baño. Al entrar veo la bañera enorme que ocupa gran parte de la habitación, caminé hasta la orilla para abrir el grifo y que el agua empiece a salir; un pequeño vapor llena la habitación y yo me retiré  el vestido lentamente para después quitarme la ropa interior con cuidado.

Entré en el agua y solté un suspiro de alivio, el agua caliente relaja mis músculos. No puedo dejar de pensar en qué pasará cuando vea a Erick, se suponía nos casaríamos y hoy descubrí que se casó con otra además tiene hijos y nietos; paso mis manos por mi cuerpo sintiendo la suavidad de mi piel, la calidad del agua y la aspereza de mis dedos. Apure mis movimientos para salir rápido, así entre más rápido salga más rápido iré a ver a Erick; estoy demasiado nerviosa y confundida.

Salí tomando la ropa con agilidad para vestirme, mi largo cabello negro ondea a mi espalda dejando caer pequeñas gotas de agua al suelo de mármol; regresé a mi armario y me acerqué a tomar unas botas que se adhieren a mis piernas perfectamente. Al terminar de ponerlas en mis pies, salí corriendo directo a la puerta para abrirla y ver a Maxwell.

—¿Ya estás lista? —pregunta al verme salir por lo que asentí— bien, vamos.

Caminamos por el pasillo hacia las escaleras, al ver las paredes que cuidaron de mi infancia aún recuerdo las voces de la gente, las risas de mis padres al venir a verme para dar un paseo a caballo y sobre todo recuerdo la vida que parecía salir del castillo. Llegamos al final del pasillo con tranquilidad pero al llegar a la escalera no pude evitar sentir un nudo en la garganta, ¿Cuántas veces bajé por estas escaleras? ¿Cuántas veces corrí por aquí? Me tragué las lágrimas que amenazan con salir, siento que veo cada cosa que viví como si fuera un espejo mágico como si todo se estuviera repitiendo.

—¿Todo bien? —escuché que preguntó Maxwell con lentitud, tratando de no presionarme demasiado lo cual le agradezco.

Asentí sin verlo, comenzamos a bajar con lentitud, Max me ayuda a bajar con cuidado los escalones. Parece como si escuchara la voz de mi madre: "Cabeza en alto, hombros hacia atrás, espalda recta y avanza" Siempre me lo repetía en cada lección que me daba, lo decía ante cada cosa que yo aprendí "Nunca te inclines, ni bajes la mirada ante nadie" Esas palabras me reconfortan en este momento, inhalé  y levanté la cabeza como me decía mi madre.

Miré de reojo a Maxwell, parece absorto en sus pensamientos y me pregunto en qué estará pensando. ¿Habrá algo en su mente que tenga que ver conmigo? Puede que sí, puede que no, tal vez nunca lo sabré. 

Salimos al patio principal donde veo un caballo blanco muy bonito y grande, Maxwell me suelta y camina hacía el caballo con confianza para acariciar su pelaje. Me acerqué con lentitud mirando con atención cómo hay cierto vínculo entre ellos, hay una gran sonrisa en la cara de Max.

—Ven —me llama.

Asentí y caminé con un poco más de velocidad, llegando a trotar hacia él. Maxwell se sube al caballo y al llegar a su lado me ayuda a subir para ir detrás de él, al quedar sentada justo detrás suspiré no quiero abrazarlo pero aunque no quiera debo abrazarlo para no caerme.

Al pasar mis manos por su cintura siento como se tensa, parece que no deseaba sentirme tan cerca pero estoy segura de que ya no hay caballos en el castillo. Hubo un tiempo en que había demasiados caballos por acá, a mis padres siempre les gustaron mucho los animales así que yo aprendí a amarlos. El caballo debajo de nosotros se comienza a mover bajo la orden de Max.

Al comenzar a movernos me apreté un poco contra él para evitar que me caiga, miré como todo se comienza a mover a nuestro alrededor antes de alejarnos del castillo giré mi cabeza para ver mi hogar; todo sigue igual solo que ahora hay una capa de tiempo, recuerdo que todo se veía brillante, limpio y lleno de vida y en este momento solo veo un castillo sepultado en plantas, escombros y polvo. Las paredes ya se ven de un color opaco y apenas se distinguen los pequeños adornos dorados que están casi tocando desde el suelo hasta el techo. Las torres se ven tan débiles y frágiles que parece que el viento las tirara en cualquier segundo.



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En el texto hay: magia, pelea de reinos, amor amistad

Editado: 14.08.2021

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