La Dama Celestial: Cuando el alma encuentra a su otra mitad

Capítulo 3: Amor a primera vista

Finalmente llegó ese sábado. Me desperté feliz, con unas enormes ganas de empezar el día. Aunque el horario de nuestra visita al hogar de ancianos estaba fijado para las 17:30, alrededor de las nueve de la mañana ya tenía todo listo para el voluntariado. Guardé en mi mochila negra el juego de bingo, los dulces para darles como premios a los abuelos y puse a cargar la batería de mi pequeña radio portátil. Era moderna y digital, pero tenía un diseño que imitaba las viejas radios con perillas.

Después, cerca de las 15:00, empecé a prepararme para salir. Planché mi camisa a cuadros roja y mis jeans negros, y luego me di una ducha. Me vestí, peiné mi cabello hacia un lado con gel y me puse mi perfume favorito, Paulvic Red. Durante el trayecto hacia el hogar, estaba un poco nervioso por la idea de encontrarme con Catalina, pero, a pesar de eso, me sentía muy feliz y lleno de expectativas.

Llegué al Hogar Paz diez minutos antes, a las 17:20. Catalina aún no había llegado y me avisó por WhatsApp que estaría puntual a las 17:30, ya que se había demorado un poco. La esperé sin ningún problema.

En las calles cercanas al hogar había mucha gente. Ese día, muchos jóvenes se reunían en la Plaza Máximo Paz o simplemente paseaban por las calles con amigos, familiares o parejas. Había de todo un poco. Mientras tanto, yo esperaba de pie, mirando alrededor, hasta que Catalina llegara.

De repente, giré la cabeza y vi a lo lejos a una joven vestida de rojo. Mi corazón dio un vuelco. ¿Podía ser ella? A medida que se acercaba, mis sospechas se confirmaron. Era Catalina. La reconocí, a pesar de no haberla visto nunca en persona. Mis nervios se mezclaron con una alegría indescriptible. Estaba por conocer a esa chica que, desde los mensajes y las videollamadas, había comenzado a tocar mi corazón.

También ella me vio y me saludó con una sonrisa, levantando su mano derecha. Al llegar, me dio un beso en la mejilla que sentí como una caricia del cielo.

Catalina era increíblemente hermosa. Viéndola a mi lado, sentí un amor y una atracción tan intensa que nunca había experimentado algo igual. Fue como si el mundo se detuviera en el momento en que la miré. Era una verdadera maravilla creada por Dios. Sus ojos marrones, tan bellos y brillantes, su piel blanca y delicada, su cabello castaño brillante, suave, largo y ligeramente ondulado, y sus labios pintados de un rojo carmín resplandeciente me cautivaron.

No solo era hermosa físicamente, sino que su manera de vestir era elegante y femenina. Llevaba una chaqueta de lana roja, ajustada y delgada, unos jeans azul oscuro y tacones medios del mismo color que la chaqueta. Emanaba un perfume delicioso, similar al de las frutillas, que se mezclaba con su sonrisa radiante, sus dientes blancos y sus pestañas largas y arqueadas. Me hacía sentir algo extraño (pero maravilloso). Mi estómago vibraba, mi corazón latía más fuerte, mis ojos brillaban y una sonrisa se dibujó en mi rostro, una sonrisa que no se borró en toda la jornada de voluntariado.

Catalina tenía mi misma altura, delgada y proporcionada.

Cuando nos saludamos por primera vez, nos llamamos por nuestros nombres.

—¡Hola, Cata! Soy Facundo. ¡Mucho gusto! ¿Cómo estás? —le pregunté, notando que en sus ojos brillaba una luz dorada que, junto a todo lo demás, le daba un aspecto angelical.

—¡Hola, Facu! ¡Mucho gusto, soy Catalina! Estoy bien, un poquito agitada —respondió con una sonrisa y una voz dulce y tierna, ligeramente jadeante por el esfuerzo de llegar puntual.

Tras el saludo, quedé impactado. Permanecí en silencio por cinco segundos, sonriéndole mientras ella me devolvía la sonrisa.

—Estoy muy feliz de verte aquí, Catalina —dije, mientras intercambiábamos miradas cómplices.

Por un momento, mi mente olvidó el voluntariado.

—Creo que es hora de entrar —dijo Cata.

—¡Ah, sí, sí! Perdón, Cata. Entremos —respondí, sin saber qué más decir.

Catalina me había dejado sin palabras. Nunca antes había visto a una chica tan hermosa. Es diferente encontrarse con una persona especial que con alguien simplemente atractiva. Cuando una persona está destinada para ti, Dios te envía señales y te hace sentir emociones extraordinarias.

Catalina me había cegado, porque jamás había visto una chica tan hermosa en mi vida. Aunque en el mundo hay muchas mujeres bellísimas, no es lo mismo mirar a una mujer hermosa que contemplar a una chica encantadora y maravillosa que tu corazón te dice que es especial para vos. No importa si una mujer es rubia, morocha, blanca, negra, flaca o con unas curvas. Cuando es la destinada para vos, Dios te manda señales y te hace sentir esas sensaciones únicas en el alma.

Después del primer encuentro con Catalina, toqué el timbre del geriátrico y una de las encargadas, que ya me conocía, nos dejó entrar sin problemas. Al entrar, los ancianos se alegraron al vernos.

El hogar al que entramos tenía paredes grises y un gran comedor con una mesa rectangular lustrada, de unos cuatro metros de largo por uno de ancho. Sobre la mesa había tazas y platos de plástico verdes con restos de leche y migas de torta. Los abuelos acababan de merendar. Eran diez personas mayores (tres hombres y siete mujeres).

En el aire se percibía el aroma delicioso de un pastel de papas que las cocineras del hogar estaban preparando para la cena.

—¡Facu, volviste! —me dijo Oscar, sonriente, igual que los otros ancianos. Saludamos uno por uno y los acomodamos para jugar al bingo.

Cata se encargó de repartirles los cartones de colores, mientras yo ponía música de antaño. Sonaban canciones de Carlos Gardel, Palito Ortega y Donald, entre otros. Catalina anunciaba los números, mientras yo explicaba el significado de cada uno de ellos.

El premio mayor lo ganó Marcelo, de 55 años, quien sufría de epilepsia. Le tomé una foto con Cata, ambos sonrientes. Marcelo sostenía un alfajor Turimar de chocolate con leche, su premio.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.