Oliver
Me sentí un poco torpe al usar esa burla de nombre, al mismo tiempo se sintió bien, que digo bien, se ha sentido como un alivio ser alguien más y me gusta la manera en la que está chica torpe aprieta su mandíbula para no reír por mi chiste de nombre falso.
—Sé que es un nombre un poco —trato de defender mi honor.
—¿Alemán? Sí, un poco —se me adelanta, hace una mueca graciosa y luego me dirige una mirada coqueta—. Alemania es mi país favorito.
Enarco una ceja.
—¿Cómo te llamas tú? —decido seguirle el juego de las preguntas casuales, si me voy a quedar todo el rato aquí hasta que Armando decida dejar de bailar con el grupo de amigas de la chica de la entrada, por lo menos quiero darme el gusto de no parecer un triste solterón bebiendo solo.
—Annelise de Vara—responde en un hilo de voz y una pequeña sonrisa—. Creo que es algo italiano.
—Es nombre de princesa —corrijo, ella me ve con interés y decido explicarme—. Mi hermanita le gustaba ver las viejas películas de Barbie. Había una princesa que tenía un nombre parecido en una de ellas.
Ella asiente con lentitud, después esboza sus comisuras como si también lo supiera.
—Lo recuerdo, yo también las miraba—su sonrisa se ensancha—. ¡Gracias! Jamás habría caído en cuenta de eso. Me agradas, Wilhelm.
Respondo con una sonrisa.
Es extraño reaccionar a ese nombre, es ajeno. Lo cual lo hace al mismo tiempo divertido. Paramos de hablar mientras ella hace su pedido al camarero. Ron solo. Debe ser de esas chicas locas que no le gusta mezclar para bajar el nivel de alcohol, es extraño encontrar a una con su sobriedad intacta o en un estado equilibrado a esta hora de la noche. O solo quiere hacerse la interesante conmigo y es más una chica de sodas y lengua suelta a los tres tragos, de ser así, está de más puesto que yo solo estoy bebiendo Coca Cola.
Después de que el camarero nos vuelve a dejar solos, nos miramos con un poco de incomodidad por no tener otro tema para reír o seguir. No voy a volver al tema de la Barbie o a la segunda pregunta después del ¿Cómo te llamas?
Pero tampoco quiero quedarme callado y perder la oportunidad con esta chica que, por lo visto es algo diferente a la mayoría que he visto esta noche. Además de su manera tan peculiar de reír y hacer una entrada triunfal. Mi corazón se detuvo al instante cuando escuché su piel deslizarse del metal del banco, casi se muere en mi presencia. Su cabello es caramelo y no lo tiene suelto como la mayoría, está recogido en una semi o lo que era una trenza en un inicio, pero tiene estilo. Además de que tampoco lleva un vestidito apretado o excesivamente corto, tiene un enterizo negro y está descalza, se ahorró los zapatos.
Enhorabuena con el escaneo, chico.
Parece ser de esas chicas que solo tienes la fortuna de conocer una vez en tu vida. Seria esas fotos en los muros de mis redes sociales con la leyenda: Esta rareza de chica solo aparece cada mil años, háblale ahora o te arrepentirás para siempre y quedaras solterón.
Las cosas que se inventa mi cerebro.
—¿Estás bien? ¿De qué te ríes? —pregunta la chica a mi lado.
—Nada. Solo pensaba. ¿Te gusta el ron solo?
Ella asiente con rapidez y mecánica. Como si estuviera acostumbrada a responder esa pregunta.
—Sé que es algo raro para una dama como yo. Desde la secundaria descubrí que tengo debilidad por el alcohol y Coca Cola, pero la combinación no me gusta —quedo fascinado por esa declaración y su énfasis en la palabra dama, como si no fuera merecedora de llevar el sustantivo.
La verdad todas las mujeres son dignas porque a pesar de hacer o tener ciertos hábitos no aceptados por la actual sociedad, las mujeres (todas) han sido musas de diferentes artistas que las amaron de diferentes maneras y con todos sus hábitos. Todas son damas, tener hábitos no castos reconocidos por la sociedad, no les quita el derecho a ser damas.
—Sí es algo raro, Annelise. Sin embargo, solo me hace querer seguir conociendo más de ti—. No sé de dónde ha salido eso, pero su reacción me gusta.
Es casi rubor y una sonrisa coqueta reluciente.
Como quisiera verla sin ese antifaz, supongo que estaría en la presencia de un verdadero ángel porque si con antifaz se ve tierna y dan ganas de acunar su rostro, no quiero saber que sería de mí si no lo tuviera.
—Bueno, pero no tan raro como beber cerveza en un vaso. ¿Qué tiene de malo la botella? —se defiende.
De nuevo el dilema de siempre.
—Es Coca Cola. No soy fanático del alcohol
No quita su sonrisa, pero sí la mirada para fijarla en el camarero con su vaso de ron. Ella mira el vaso por unos segundos y se disculpa con el camarero y ahora le pide una Coca Cola en lata. Sin mis formalidades, fue la traducción de su frase original después de darme un pequeño y gracioso guiño. Su ojo se quedó como en un tipo de congelamiento cuando lo hizo.
—También soy fan de la Coca Cola, bueno, las sodas en general. En mi nevera nunca falta—