Casi como volver en el tiempo.
Otra vez, despertando con el peso de alguien más en la cama, sus brazos sujetando tan fuerte mis hombros para no dejarme escapar y con nuestras piernas entrelazadas y desnudas. No lo podía ver, su barbilla estaba sobre mi cabeza, pero ahí estaba su respiración pesada y tranquila. Traté de separarme un poco para verlo, por fin salir del bucle.
Oliver gruño en respuesta a mis esfuerzos.
—¿Buenos días?
Sus ojos seguían cerrados y se apretaban aún más ante la presencia del sol sobre ellos. La misma luz provocaba que sus rizos se vieran dorados. Irreal la manera en cómo un pequeño rubor provocado por el calor se le esparcía por toda la cara. No pude evitar acariciar su cabello, con una sonrisa extraña esbozándose en mis labios.
Su desnudez confirmaba que ciertamente había pasado y que no fue solo el mejor de los sueños. Las palabras de Oliver sobre nuestra historia ya plasmadas en el libro de mi vida; su amor leal y dedicado. Acostarme con él era mi respuesta para tratar de aceptarlo, abrazar su confesión y tener la meta de cuidarlo como a una pequeña flor. Todo real.
—No podré despertar si sigues acariciando mi cabello. Es de mis puntos más débiles —confesó. Seguía sin abrir los ojos, pero al menos ya sonreía.
—Es bueno saber eso. ¿Algún otro punto débil?
—Muy temprano para explicarte detalladamente como encontrarlos. —Lentamente comenzó a estirarse e incorporarse—. Buenos días, Cam.
—Buenos días, Oliver. Despertaste.
De las sonrisas más picaras que había hecho él.
—Creí que todo lo que había sucedido era mi mejor sueño y me resistía a abandonarlo.
Al parecer teníamos la misma encrucijada. También, ambos parecemos complacidos con la realidad que se nos regala. Oliver se acerca a mí, suavemente recorre con su mano la mía a mi brazo y de ahí llega a la cuerva del cuello y mi piel se eriza inmediatamente. Siento cosquillas en esa zona, pero no quiero dejar de sentirlo. Nuestros rostros se acercan y solo espero el roce de nuestros labios para por fin volverme a dejar a llevar, un pequeño toque de nuestras lenguas y me siento más caliente.
Mis manos se mueven por su cuenta por el torso desnudo de Oliver. Las de él descienden hasta mi pecho y se posan cada una sobre los atributos que ahí se encuentran; primero apretándolos suavemente, jadeó sobre su boca y luego, quiero más cuando las yemas de sus dedos rozan la piel delicada con movimientos circulares. Decido que lo quiero todo.
Pero de repente, Oliver se detiene. Rompe el beso, sus manos retiran su calor de mi cuerpo y me siento frustrada. Solamente sonríe tímidamente y se levanta de la cama.
—Debo lavarme los dientes. No es justo que te bese con este aliento.
Definitivamente si tenía mal aliento o no, me importaba lo mismo. Yo lo deseaba.
—Pero vas a regresar. A la cama.
Oliver negó con la cabeza.
—Debo prepararte el desayuno.
No era comida lo que yo necesitaba con apuro. Demonios, había tres años y de repente, recibo una porción de sexo y siento que me merezco más por mi sequía. ¿Cómo pude olvidar lo bien que se siente?
—¿Y antes de eso? ¿Vas a bañarte?
Oliver ladeó la cabeza y cambió de sonrisa a una caprichosa. Aunque fue por un leve momento, sé que mordió su labio inferior.
—Es la idea.
—¿Te gustaría compañía, de repente de aquella que ha sido tu amor desde la secundaria?
Caminó hacia mí. Yo estaba sentada en la cama cuando él se inclinó a la altura de mi rostro.
—¿Quieres ducharte con aquel que ha estado enamorado de ti aun cuando tu rostro estaba cubierto de espinillas, Camila?
—Asqueroso. Acabas de dañar una sexy proposición.
—¿Ya no quieres ducharte conmigo?
—Solo vamos.
Oliver se rio por lo bajo y mi desesperación por que terminara lo que empezó me hizo levantarme y arrastrarlo al baño. Lo que siguió, siendo bien conocido, nos llevó a disfrutar de casi treinta minutos de un profundo baño olor a vainilla.
Después, entre los dos preparamos el desayuno, siendo igual de juguetones que en el baño. Seguía la sensación de ya haber vivido todo lo que estaba pasando con Oliver. Sabía como reaccionar, las maneras de prolongar el buen momento y mantener viva la esencia del momento.
Conocía la razón. El nombre y la sombra detrás de toda esa sabiduría, pero no había nostalgia al recuerdo sino casi como si le agradeciera por instruirme para ahora disfrutar con Oliver. ¿Era cínico admitir eso?
Algo había de diferente. Oliver tenia más cuidado y ponía atención en cada respuesta de mi cuerpo a sus caricias, las expresiones en respuesta a sus declaraciones, prácticamente percibía que estaba estudiándome. Eso daba el toque de sorpresa a nuestros momentos.
Justo cuando terminamos de desayunar tuvimos una junta por videollamada con Rina. Nuestra asesora y organizadora de bodas había logrado lo imposible: conseguir un local que evoque el aura de bosque encantado que Alma describe en su álbum de ensueño, pero el reto fue conseguirlo en nuestro pueblo de infancia. Para ser un pueblo, estaba muy trabajado en cuanto a desarrollo industrial y comercial, casi que ni siquiera recordaba que existiera abundancia de areas verdes.