La Dama de las Blancas Rosas.

《UN REGALO INESPERADO 》

Desde ese día Nereyda estuvo pensando en lo hermoso de aquél  ambiente rural. Pensaba mucho en el niño que  aparentaba ser introvertido, pero que al conocerlo bién era todo lo contrario; de cómo se parecían en la forma de pensar y actuar, en lo único que diferían era en la edad. 

Después del fracaso de la caza, se hicieron muchas cosas divertidas y Camilo le platicó lo que hacían con sus compañeros de clases a la hora del receso. Aunque tenían mucho en común, pues  ambos habían perdido un ser querido y a ambos se les había tenido engañados por varios años; no estaba de acuerdo con la caza de animales y con la destrucción del medio ambiente. No se sabe si Camilo realizaba esas prácticas por inherencia de niño traviesos o si por algo que se le había enseñado mal. Lo cierto es que Nereyda había tomado un reto importante, enseñarle a Camilo la importancia de cuidar los ecosistemas; la flora y fauna, el equilibrio de la explotación de los recursos naturales sin comprometer las nuevas generaciones. Camilo entendía poco esto, aunque en la escuela lo miraba como contenido, en la práctica tenía una forma diferente, pues en su entorno no se tenía esa clase de cuidado; pues los hombres y jóvenes siempre por tradición acostumbraban cazar. 

Encerrada en su cuarto recordó ese hermoso día. Su madre hacía mucho tiempo que no invertía tiempo en ella.

 Recordó el hermoso venado que se aproximó lo bastante cerca y lo bastante lento como para contemplar su enorme cornamenta, y por ende, esa criatura gozaba de una grandiosa longevidad. Luego se volcó el pensamiento hacia aquel niño donairoso que vatía su machete con el fin de impresionarla. Despues de haberse repuesto del susto los hombres se habían ido para donde estaba Glady, ellos se habían quedado a unos escasos metros de la cabaña. De repente Camilo corrió como arrebatado por el viento, después de haber visto fijamente los ojos de Nereyda y haberle dicho de forma espontanea que era “muy hermosa” Nereyda lo miró huir como conejo que huye de su depredador. Sin embargo a los pocos minutos, antes que Nereyda llegara hasta donde su madre, Camilo regresó con un ramo de flores silvestres.

—¿Te gustan las flores?— Camilo, con el remo de flores escondidas atrás de su cuerpo y amarradas con una pequeña liana.

— ¡Me encantan!  — contestó Nereyda emosionada y sorprendida por el regreso inesperado del niño. 

Entonces Camilo puso al descubierto las flores y de sopetón exclamó:

— ¡Sorpresa!  — ambos se ruborizaron; Camilo por la osadía que estaba haciendo y Nereyda por que nadie  le había dado un detalle tan hermoso. Aunque Camilo era solo un niño, ella se sintió como sus entrañas se estremecieron de estupor. 

Por un instante, todo se volvió hermético, no obstante, con todo y vergüenza, Camilo rompió el hielo:

—¿Te gustan ?

—¡Claro! Son margaritas

—Marga…¿qué?

—Margaritas, así se llaman. Mi padre siempre me llevaba de estas flore y yo se las colocaba en las trenzas a mamá.

Nereyda miró el reloj, iban hacer las diez de la noche. Su madre conversaba con su capataz sobre el peligro que había en una de las tres haciendas. Se distrajo al escuchar que había una banda de secuestradores que también hurtaban animasles de corral. 

Miró su movil y notó quetenía más de doscientos mensajes sin contestar. No dejaba de pensar en las travesuras que el mismo Camilo le había contado qu hacía. 

Entre gracia y pabor por lo que hacía él y los demás compañeros de escuela; iban a la pequeña bodega por las tardes, a electrocutar ratones.

—¿Cómo hacen eso?— pregunto Nereyda

—La verdad es que colocamos dos alambres, los amarramos a las ratoneras después de haberlos atrapado y conectamos los alambres a la corrientes eléctricas.

Cuando su madre entro al cuarto, encontró a Nereyda riéndose a carcajada.

—El que se ríe solo, de sus diabluras se acuerdas—La madre estaba observando a Nereyda detenidante.Y pensó para si " estos jóvenes de ahora no se les entiende, un día andan alegres y al siguiente el vivo satanás"

Nereyda se tiró de su cama y agarro  con cuidado las margaritas, tomó un poco de agua limpia en un recipiente para luego dejarlas allí frente a su dormitorio, en su mesa de cedro. " Están hermosas " dijo para sí. Eran amarillas y blancas.

 

 

 

 

 

 




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