Lorraine esperó con ansiedad el regreso de Raymond de Damietta. Se enteró de que el asedio había terminado, y de que los cristianos habían conseguido tomar la ciudad. Se enteró de que el rey Luis IX de Francia había decidido continuar su cruzada, y de que había marchado hacia El Cairo, la capital de Egipto. Se enteró de que los templarios le habían seguido, y de que habían participado en una nueva batalla.
Pero no se enteró de nada sobre Raymond. No recibió ninguna carta suya, ni ninguna noticia de él. No supo si estaba vivo o muerto, si estaba herido o sano, si estaba feliz o triste.
Lorraine se preocupó por Raymond, y se culpó a sí misma por su silencio. Pensó que Raymond se había olvidado de ella, que se había dejado de quererla, que se había traicionado.
Lorraine no sabía que Raymond también la esperaba con ansiedad, y que también se culpaba a sí mismo por su silencio. Pensó que Marie se había olvidado de él, que se había dejado de quererlo, que se había traicionado.
Lorraine y Raymond no sabían que el maestre local les había engañado, y que les había ocultado sus cartas y sus sentimientos.
Un día, Marie recibió una visita inesperada. Era el maestre supremo de los templarios, Jacques de Molay. Era el hombre más poderoso y misterioso de la orden, y el responsable de dirigir las operaciones militares en Tierra Santa. Era un hombre sabio, respetado y temido. Su misión era mantener la unidad y la fuerza de los templarios, frente a las amenazas externas e internas. Su conflicto era que tenía que tomar decisiones difíciles y arriesgadas, que podían afectar al destino de la orden y de sus miembros.
Lorraine se sorprendió al verlo. Nunca lo había visto en persona, solo lo conocía por las cartas y los rumores. Se sintió nerviosa e intimidada ante su presencia.
- ¿Qué queréis de mí, maestre supremo? - le preguntó Marie con humildad.
- Quiero hablar contigo - respondió Jacques de Molay con seriedad - Quiero decirte algo sobre Raymond.
Lorraine se sobresaltó al oír ese nombre. No esperaba que Jacques de Molay supiera nada sobre Raymond.
- ¿Qué sabéis sobre Raymond? - preguntó Marie con curiosidad.
- Sé que es tu amigo - dijo Jacques de Molay con cautela - Sé que te escribía cartas desde Damietta.
- ¿Cómo lo sabéis? - preguntó Lorraine con sorpresa.
- Lo sé porque yo mismo leí esas cartas - confesó Jacques de Molay con sinceridad - Lo sé porque yo mismo te escribí una carta en su nombre.
Lorraine se quedó sin habla. No entendía lo que Jacques de Molay le estaba diciendo.
-¿Qué queréis decir? - preguntó Lorraine con confusión.
- Quiero decir que Raymond está en peligro - explicó Jacques de Molay con urgencia - Quiero decir que yo soy el único que puede salvarlo. Quiero decir que tú eres el único que puede ayudarme.
Lorraine se sintió confundida y asustada. No sabía qué peligro corría Raymond, ni cómo podía salvarlo Jacques de Molay, ni cómo podía ayudarlo ella.
- ¿Qué ha pasado con Raymond? - preguntó Marie con angustia.
- Raymond ha sido capturado por los musulmanes - reveló Jacques de Molay con pesar - Raymond ha sido llevado a El Cairo, donde lo tienen encerrado en una prisión. Raymond ha sido torturado por los musulmanes, que quieren arrancarle información sobre los templarios.
Lorraine se horrorizó al oír eso. No podía creer que Raymond hubiera sufrido tanto, ni que estuviera en manos del enemigo.
- ¿Y qué podéis hacer vos para salvarlo? - preguntó Marie con esperanza.
- Puedo negociar su liberación - dijo Jacques de Molay con determinación - Puedo ofrecer un rescate a los musulmanes, a cambio de su vida. Puedo enviar una embajada a El Cairo, para tratar con el sultán.
Lorraine se sintió aliviada al oír eso. Pensó que Jacques de Molay tenía el poder y los medios para salvar a Raymond.
- ¿Y qué puedo hacer yo para ayudaros? - preguntó Marie con disposición.
- Puedes acompañarme a El Cairo - dijo Jacques de Molay con petición - Puedes formar parte de la embajada que enviaré al sultán. Puedes ser el portador de la carta que le escribiré a Raymond.
Lorraine se sintió sorprendida al oír eso. No sabía por qué Jacques de Molay la quería llevar a El Cairo, ni por qué la quería hacer portadora de una carta.
- ¿Por qué yo? - preguntó Marie con duda.
- Porque tú eres más que su amigo - dijo Jacques de Molay con revelación - Porque tú eres su amante. Porque tú eres una mujer.
Lorraine se quedó sin habla. No sabía cómo reaccionar. No sabía si Jacques de Molay estaba enfadado o divertido.
- ¿Cómo lo sabéis? - preguntó Lorraine al fin.
- Lo sé desde el primer momento - respondió Jacques de Molay - Lo sé por tu voz, por tu mirada, por tu aroma. Lo sé porque te he tocado cuando te he abrazado. Lo sé porque te he deseado cuando te he visto.
Lorraine se sonrojó. No esperaba esa confesión. No sabía qué decir.
- ¿Y qué vais a hacer? - preguntó Lorraine con temor.
- Nada - dijo Jacques de Molay con ternura - No voy a delatarte ni a rechazarte. Voy a ayudarte y a protegerte. Voy a amarte.
Jacques de Molay se acercó a Lorraine, y la besó con pasión.
Marie se dejó llevar por el beso, y le correspondió con igual pasión.
Los dos se amaron, y se juraron fidelidad.