La dama de Rojo

8

Sus ojos se abren lentamente. La luz no es la misma, la percibe mucho mas tenue y natural. El techo no es el mismo << ¿El techo? >> A diferencia de hace algunos escasos segundos, donde se encontraba parado, ahora está acostado. Lejos está de aquel baño en el salón, ya que acaba de abrir sus ojos, ni más ni menos que, en su habitación. Sobre su propia cama humedecida en exceso por la transpiración que lo recorre.

<< Si se trata de pesadillas ¿Por qué son tan reales? ¿Cuándo voy a despertar realmente? >>

Lo primero que hace, una vez que su cabeza deja de dar vueltas, es agarrar su celular y comprobar lo que temía. 08 de noviembre de 2014. Otra vez el mismo condenado día.

<< Esto me quiere decir algo. No puede ser real >>

Su agotado cerebro le está jugando una verdadera mala pasada. O eso es lo que decide pensar por el momento. Se dirige al baño y se dispone a tomar una ducha. No está afeitado como el día del evento, pero tampoco piensa pasar por esa situación. Es incapaz de mirarse al espejo, por lo que decide drásticamente tapar con una toalla. Tiene una extraña sensación de somnolencia, como si estuviera agotado por demás o viviendo dentro de un sueño del cual le es imposible despertar.

Parado bajo la ducha, con el agua caliente golpeándole la espalda, se relaja. Su cabeza está en un combate contra la lógica, tratando de desenmarañar si todo lo que está sucediendo tiene algún puto sentido.

Sus ojos cerrados, el calor, el ruido del agua, una mezcla que hace que pueda al menos relajar unos minutos, aunque no piensa pasar mucho tiempo en el baño. Es más, si no fuera porque realmente necesitaba esa ducha, ni si quiera hubiera entrado a ese pequeño cuarto. Igualmente, sabe que no podrá estar tranquilo por mucho tiempo.

El ruido del agua cayendo no es lo suficiente fuerte como para evitar que escuche como suena el celular en su cuarto. De ninguna manera piensa atender. Tarareando el clásico tema de "Cantando bajo la lluvia" trata de opacar el llamado.

<< Esa mujer de rojo. Está mas que claro que algo tiene que ver con todo esto >>

El teléfono ya no insiste y la relajación surtió efecto. Sus manos arrugadas por el agua reflejan que se quedó mas tiempo de lo que quería y decide salir.

Luego de secar su cuerpo y vestirse, con la misma ropa aburrida de siempre, comprueba que en su celular hay nuevamente siete llamadas perdidas de su editor. Al ir hacia la sala puede ver que la Ouija, lejos de estar guardada en el antiguo cristalero, se muestra nuevamente sobre la pequeña mesa del rincón, lista para usarse y con el puntero triangular marcando el "NO".

<< Todo se repite >> piensa mientras vuelve a colocar la Ouija en el cristalero.

El teléfono de línea muestra una luz roja parpadeante, indicando que alguien a dejado un mensaje en el contestador automático. La cara de Frederich lo dice todo. No fue capaz de mirarse las tremendas ojeras que cargan sus ojos. Realmente se ve como si todo esto lo fuera consumiendo poco a poco. Del cajón se hace de un nuevo habano, lo enciende y presiona el botón junto a la luz roja parpadeante en el teléfono.

—¡Se que estás ahí maldito hijo de perra! — se escucha maldecir a Carlos en el mensaje —Mas te vale que solo se trate de una broma. Llámame, porque te aseguro que se termina hoy mismo tu contrato— el enojado editor cuelga mal el teléfono, de modo que su voz continúa escuchándose a lo lejos —Tremendo estúpido tiene que ser para hacer una cosa así.

Antes de devolver el llamado, busca prevenirse de lo que imagina que sucede. Se ubica en su templo y lo primero que hace, una vez encendida la computadora, es chequear que el libro esté completo. Sí que lo está. Luego abre su casilla de correo y comprueba que también está enviado a la dirección de Carlos.

<< ¿Ahora que demonios quiere? >> se pregunta luego de un suspiro.

Con su mano izquierda busca el numero de Carlos entre sus contactos, mientras que su mano derecha llena el vaso de whisky.

—Hola Carlos ¿Qué sucede? — pregunta ni bien responde.

—Por fin querido. Son las seis de la tarde. Estuviste todo el día desaparecido.

En ese momento cae en la cuenta de que, el sol que ingresa por las ventanas no es el del amanecer como el creía. El sol está en descenso, ya muy cerca del horizonte y mostrando su brillo anaranjado de atardecer.

—Dime que es una broma... que te equivocaste— insiste con lo dicho en el mensaje grabado.

—¿De que hablas Carlos? El libro está completo y te lo envié.

—Ya se que está completo, pero no sabia que ahora te dedicabas a escribir plagios.

Frederich suelta una carcajada al instante.

—¿Pero que estás diciendo? — cuestiona aun riendo.

—Eso. Que tu ultima obra es un perfecto, diría hasta exquisito, plagio de un libro del señor King, La dama de rojo— el tono de Carlos es de lo mas serio. Demasiado como para pensar que está bromeando.

—Vamos Carlos... parece que el que bromea eres tú— la risa del escritor se pierde en el vacío. El silencio de Carlos se prolonga por unos inquietantes segundos más.




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