La Dama De Rojo

CAPITULO TRES

Escarlata era el color que a Lucy más le gustaba, su guardarropa tenía toda la gama de ese color y las combinaciones posibles que se pudiesen hacer. 
Era hija única, por tal razón resultaba normal ser la mimada de todos. No obstante Lucy tenía un carácter agradable y dulce; esto hacía que todos en la ciudad la quieran y respeten. Desde pequeña fue bien recibida y querida por los adultos que no paraban de admirar su increíble belleza.
Su rostro ovalado, blanco y de angelical expresión junto a su pura mirada la hacían parecer una hermosa muñequita de porcelana. Con el correr de los años Lucy se convirtió en una bella doncella pretendida por varios jóvenes y no tan jóvenes.
Su aristócrata familia se enorgullecía de ella pensando en el extraordinario casamiento que en un futuro cercano bien podrían hacer con ella.
Sin embargo Lucy conoció al jóven que le robaría el corazón aquella tarde de primavera en el jardín de la mansión de unos amigos. Fueron presentados por el dueño del lugar. El muchacho era un aristócrata perteneciente a una familia de dudosa reputación, pero cuyo padre siempre había sido amigo del dueño de la mansión dónde ahora estaban.
La mirada de ambos se cruzaron y sus corazones se detuvieron por unos instantes en los que solo importaban ellos  y el momento, todo lo demás pasó a segundo plano en importancia.
Pero aquel mágico instante se quebró al ser interrumpido por otro jóven que comentó con malas intenciones la dudosa reputación del muchacho. Aquello bastó para que su rostro se desfigurarse de odio y se alejara de ella y del intruso.
- No te acerques a él Lucy - le dijo el intruso - No es de fiar
Pero la bella Lucy no se dejaría convencer por nadie. Siguió disimuladamente al muchacho y cuando estuvo a su lado le regaló la más hermosa si risa. El muchacho sintió que se le cortaba la respiración pero pudo disimular aquel repentino sentimiento.
La tarde había llegado a su fin y ambos jóvenes, ambos jóvenes prometieron volver a verse. 
Carlos se llamaba él y no pararía hasta con seguir el amor de su amada Lucy. 
Los días fueron pasando y los enamorados compartían cada instante que podían, su amor era intenso y verdadero. Sin embargo la oscuridad envolvió a ambos cuando Carlos pidió la mano de Lucy a su familia pero el padre de la muchacha se la negó.
- ¡¿Cómo te atreves a hacer semejante petición?! ¡Maldito desgraciado! - rugió el padre con furia - ¡Te prohíbo que te acerques a mi hija!
Apesadumbrado Carlos regreso a casa. Pero Lucy no estaba dispuesta a renunciar a su amor por nada ni por nadie. Si bien su familia era importante, Carlos lo era aún más. De modo que continuaron viéndose varios días después. Hasta que una noche Lucy corrió al encuentro de su amado con una mala noticia.
-¡Carlos! ¡Es horrible!
- ¿Qué ocurre mi amor? 
- Mis padres me prometieron a un Conde, planearon mi boda
Carlos palideció al oír aquello
- No...no puede ser cierto...
- ¡Lo es! ¡Dentro de un mes me casarán con él y me llevará lejos de aquí - Lucy abrazaba a su amado con desesperación - ¡No quiero! ¡Solo te amo a ti! ¿Qué vamos a hacer?
- No te preocupes mi amor - dijo el muchacho con firmeza - Mañana mismo abandonaremos este horrible lugar - aquello la desconcertó - Hablo muy en serio amor ¿Estás dispuesta a dejarlo todo por nuestro amor? 
- Si - contestó finalmente - Lo estoy. Lo haremos juntos
- Bien, hasta mañana entonces
- Hasta mañana
Pero aquel fue el último encuentro de los jóvenes enamorados, El Conde, prometido de Lucy, la había seguido y fue testigo de aquel diálogo. La furia y los celos lo enceguecieron a tal extremo de no darse cuenta de lo que hacía.
Esperó a que ella se regresara a casa y tras comprobar que el muchacho estaba solo por tratarse del último sobreviviente de su familia y único heredero, actuó. 
Fácil le resultó entrar y acabar con la vida del muchacho sin testigos ya que los criados dormían. Una vez que logró estrangular a Carlos, arrastró su cuerpo y lo llevó al mausoleo de su propia familia. Allí buscó la tumba más vacía y lo colocó, cerrando luego el ataúd. Todo estaba listo.
A la noche siguiente Lucy aguardó en el sitio acordado a su amado pero este nunca llegó. 
Pasaron los días y la ausencia de Carlos entristeció a Lucy quien entró en una profunda depresión.  Nadie lo había visto, nadie sabía nada del muchacho y pronto su bella mansión fue abandonada. 
Lucy se negó a ver al Conde ni a ningún otro hombre más. Dejó de asistir a las fiestas. Su sonrisa se desvaneció totalmente y aquella bella y alegre muchacha se transformó en una demacrada y pálida jóven.
 




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