La Dama De Rojo

CAPITULO CUATRO

Pasado un mes Lucy salió de casa durante la noche para ir a la mansión de su amado Carlos. Pero al llegar solo encontró vacío, abandono y suciedad.  Él no estaba allí, sus ropas seguían allí, sus muebles también pero su presencia se había desvanecido. 
Lloró durante toda la noche hasta el amanecer, se sintió vacía, sin vida ni fuerzas. Apenas podía respirar y con dificultad. 
Dolía tanto sentir la soledad en carne propia, enloquecía del dolor moral debido al hueco en el pecho. Esa herida que sangraba, una herida de su misma alma y sin posibilidad de cicatrizar porque no hay remedios para el alma.
Pasó el día sentada en el sillón que él acostumbrada estar. Contemplaba el gris día sin emoción alguna. Al caer la noche algo en ella cambió. Su gran tristeza se fue transformando en un intenso odio, su dolor en rencor y fue entonces cuando pidió un siniestro deseo a las estrellas.

Vivir eternamente y seguir siendo jóven y hermosa.

Jóven, hermosa y eterna para poder vengarse.

Aquel oscuro deseo le fue concedido. Al día siguiente se vistió con sus lujosos ropajes, se maquillo y cepilló sus sedosos cabellos rojos. Cuando el espejo le devolvió una perfecta imagen de si misma recién salió a la calle.  Aquella tarde contempló a los enamorados con gran envidia. Sin embargo nadie conocía el cambio acaecido en su interior. Cuando llegó la noche se acercó a su primera víctima. 
Le sonrió con sensual seducción. El muchacho inmediatamente quedó quedó paralizado al verla a los ojos. Ella lo besó en la boca y el jóven sintió una descarga eléctrica recorrer todo su cuerpo perdiendo así el control de sí mismo. 
- Ven conmigo - le susurró Lucy. Así lo hizo el muchacho ya que estaba atado a su voluntad. Ambos entraron en la mansión abandonada - Aguarda oculto aquí y no permitas que alguien te vea
- Bien - se escuchó así mismo responder y por más que lo intentó no logró romper el conjuro que lo aprisionaba.
Lucy regresó a casa mostrando su angelical rostro de total inocencia. Aquello lo fue repitiendo noche tras noche durante un mes entero 
La ciudad buscaba a los desaparecidos sin éxito alguno. Pero cuando comenzaron a circular las historias de la Dama Escarlata por testigos, Lucy decidió desaparecer también.
Su familia la buscó sin descanso alguno, pero nunca más la volvieron a ver. Sus padres se disculparon con el Conde y se fueron de la ciudad vendiendo así todas las propiedades que poseía allí.
Nadie jamás descubrió la verdad de lo sucedido a Carlos ni a los jóvenes desaparecidos que noche tras noche iban multiplicándose ya que Lucy iba arrebatandoles a las jóvenes novias y esposas esclavizando los mediante el conjuro que les lanzaba. 
Pronto comenzaron a circular mayor intensidad las historias hasta que cercaron el sector de la antigua ciudad, sitio por dónde ella deambulaba. A sus víctimas les lanzaba la maldición de la inmortalidad y la belleza juvenil atándolos a este mundo y a sus caprichos eternamente.
Ochenta años pasaron y ella sigue  deambulando junto a sus esclavos por esas desoladas calles forzándolos a servirla y habitar aquel olvidado lugar. 
De tanto en tanto Lucy se acerca a los límites de la ciudad antigua a contemplar, desde las sombras, a las jóvenes parejas de ese nuevo mundo. Sin embargo ella puede ver más allá de las apariencias y siempre comprueba que no son enamorados. A ella le disgusta sobremanera ver el continuo deterioro del amor y la lealtad de los jóvenes de hoy en día. Por tal razón jamás traspasó las vallas ni se interesó por capturar nuevas víctimas.


 




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