Al acercarse Halloween, me acordé de una historia que me pasó hace años, y nunca he podido olvidar.
Todos los fines de semana visitó el cementerio de mi ciudad, desde hace años sigo el mismo camino para ver a mis familiares fallecidos.
Una vez una matriz de agua se rompió en la población que estaba sobre el campo santo, todo un sector del lugar quedó enterrado en el lodo.
Por suerte para mí donde estaban mis seres queridos no pasó nada, pero tuve que dar un rodeo muy grande psra no enterrarme en el lodo, pase por las partes más antigua, que nunca antes había visto, ya iba de vuelta a mi casa, había poca gente limpiando los nichos.
Vi una mujer bastante mayor tratando de sacar el barro de un lugar a nivel de tierra, se notaba su pena y dolor por quien estaba allí, y por no poder hacer un buen trabajo con lo poco que tenía, un paño y una pequeña botella con agua.
— Buenos días, soy Isabel ¿Le molestaría si le ayudó? — preguntó con cuidado, ya que a veces las personas no reaccionan bien.
— Muchas gracias mijita. Soy Tegualda Madera — respondió la señora mayor.
— En verdad este sector quedó muy mal con el barro.
— Por eso vine, a mi amiga ya nadie la viene a ver, ni sus nietos, son unos malagradecidos, por eso quise limpiarle "la cara" al nicho de mi amiga — dijo riendo la mujer.
Tuve que llevarle varias veces un balde grande que uso para asear los floreros y demás, así pudimos limpiar la mayoría de la lápida, pero se hacía tarde y ya debía irme.
— Lo siento Sra. Tegualda, pero debo irme, me esperan en casa.
— No te preocupes, anda tranquila, y gracias por tu ayuda, sino habría estado todo el día acá, sólo falta ver que tanto se dañó la fotografía, y despejar el nombre, así si alguna vez esos ingratos la vienen a ver no tendrán la excusa que no la encontraron.
Le deje una botella de dos litros llena para que pudiera terminar. Estaba muy contenta, era una persona muy simpática, quedamos que ojalá alguna vez nos volviéramos a encontrar.
El tiempo pasó, y luego de un año casi, tuve algo de tiempo, y fui a ver la tumba que limpiamos con esa anciana tan amable.
En el silencio del lugar, sentí un escalofrió que me recorrió el cuerpo, era como si miles de seres me mirarán desde invisibles escondites. Desde la foto de la fallecida me miraban los mismos ojos vivarachos y alegres de la señora con quien había conversado, pero la fecha de fallecimiento era casi 20 años atrás, pensé que tal vez sería una familiar de la persona con quien había conversado, y por eso se parecían tanto, pero no, efectivamente era Tegualda Madera el nombre de la fallecida.
Desde entonces pasó cuando puedo a saludarla.
Todavía me pregunto si fue verdad o una ilusión lo que viví el día que se inundó el cementerio.
FIN