París 1831
Mi estimado Timothy:
Puedo imaginar tu rostro desfigurado por la al ver el remitente de esta carta, y me atraganto de la risa.
Espero que por favor te tomes la molestia de terminar de leer esta breve misiva y no la arrojes al fuego mientras bebes tu vino.
Sé que prometí escribirte más seguido, pero por una u otra razón lo pospuse más de la cuenta y en estos dos años apenas llegué a escribirte algunas líneas. Lo siento y me disculpo sinceramente por ello.
Como sé que tu tiempo es valioso, y no quiero ser yo el causante que al finalizar la noche a tu reloj le falten demasiados minutos, procuraré ser lo más breve posible.
Eres mi amigo, mi mejor amigo, casi mi hermano y quiero hacerte partícipe de mi alegría.
He conocido a una mujer maravillosa, alegre, espontanea, la más bella e inteligente de todas, la mujer perfecta para mi.
¿Quién lo diría verdad? Yo, quien siempre huyó despavorido de las jóvenes casaderas y virginales, se ha enamorado de una de ellas. Sí amigo mío, caí rendido a sus pies.
Nuestro romance ha sido el secreto mejor guardado. Me gustaría que vinieras para que puedas conocerla. Sé que te agradará de inmediato, es de esas personas que con una sonrisa, te alegra el alma. Me atrevo a decir que es la criatura más pura y maravillosa que ha pisado este mundo, o al menos el mío.
No tengo dudas, y aunque es muy joven todavía, y no ha sido presentada en sociedad, en cuanto lo haga quiero proponerle matrimonio y empezar el cortejo oficial lo más pronto posible. Te preguntarás ¿quién es ella? No te diré nada hasta que vengas, solo te adelanto que NO es francesa, aunque siempre creímos que me casaría con una, es la más delicada y perfecta flor inglesa.
Estoy realmente enamorado y no lo puedo creer.
Espero noticias tuyas.
Thierry Donaire