La Dama & otros Relatos 3

capitulo 10: Poseída

El fin de semana llegó y tal como mi hermana me lo había anticipado, todos fuimos a la casa de la abuela, ella vivía en una comunidad rural a unos 50 minutos de camino, era la madre de mi madre, es decir mi abuela materna, muy dulce y gentil, la mayoría de la gente que habitaba a los alrededores le mostraban gran estima.

A pesar de sus años, aún conserva cierta chispa de juventud, que hacia que sus cabellos plateados no reflejan en ella la edad que realmente tenía 83 años, según ella decía, porque no había documento que avalará realmente su edad.

Ella contaba, que era una niña cuando en México estallo la Revolución Mexicana, y eso fue en 1920, ya se imaginan la edad que tenia la abuela si fuera real lo que decía.

-¡Mis niñas!, que tanto han crecido- nos dijo al momento de recibirnos con sus cálidos brazos abiertos, para mi siempre ha sido la abuela, su piel blanca con arrugas que marcaba su historia de vida, llena de trabajo en el campo y pesares de haber enviudado con 15 hijos a su cargo, pero que todos son o fueron hombres y mujeres de bien, todos casados, solo dos lograron estudiar o concluir la primaria, ahora ya solo con seis sobrevivientes, cuatro hijas  y dos hijos, pero aun así ella siempre feliz, su lema de vida decía “Así lo destino Dios padre”, para ella todo lo que pasaba o ocurría era porque así Dios lo había predestinado.

Sus grandes lentes bifocales que le cubrían casi todo el rostro, su medalla del rostro del sagrado corazón que colgaban en su cuello y no se diga de las arracadas colocadas en sus orejas. Además, su aroma tan característico, de una fragancia muy famosa. Su bata estilo Yucatán bordadas alrededor del cuello, bordadas con flores multicolores.

-¡Mamá Luz!, ¡iris! Lo tiene- exclamo mi hermana, tengo que, no entendí, pero creo que es lenguaje era un código secreto entre ellas, mi abuela me miro de arriba a bajo de la cabeza a los pies.

-¡En serio!, mi hija- dijo admirada

-¡si!, no hay duda, abuelita, yo fui testigo.

-¡y cuando sucedió!

-la semana pasada.

-ya comprendo, de eso me hablaban. - No sé bien que hablaba mi hermana y la abuela porque mi madre no esta incluida en esta conversación. – entonces más tarde consultaremos. - Mi rostro era de un whats completo, consultar que.

- si abuelita, ella lo pidió- contesto Elsa.

-¡Doña Luz!, ¡Doña Luz!- dijo un muchachito que llegó corriendo- Dice mi mamá que llegó el momento, que si puede ir ayudar.

-Si, mi hijo, solo preparen todo y enseguida voy- contestó la abuela, al muchacho y este inmediatamente tomo camino de regreso, por donde llegó.

-¡Elsa!, mi hija tendrás que ir conmigo, ya que tu tía Flor no ha llegado.

-Si abuelita, vamos- dijo mi hermana ayudando a mi abuelita con su bolsa y tomaron rumbo donde el muchachito había llegado.

 

HORAS MÁS TARDES, regresaron y se veían muy cansada.

 

-¡mamá!, vas a comer

-si, mi hija, por favor. Y las dos se sentaron a almorzar.

-¿y como sucedió?- preguntó la abuela.

-¡pues, simplemente se presentó!

-Así no más, eso no me gusta, generalmente esperan que la elegida llegue a una edad madura.

-¡mamá luz!, pero yo era más pequeña que Iris cuando me eligieron a mí.

-si, pero el tuyo fue un caso especial, ya que tu tía se fue inesperadamente.

-entonces usted cree.

-creo que algo grande va a suceder, y quieren que estemos preparadas.

 

No entendía ninguna palabra de lo que mi hermana y mi abuela platicaban entre ellas, y de que acontecimientos hablan.

-Y donde fueron? - pregunte para hacer un cambio de conversación

-A la casa de la señora Agustina, su hija estaba en labor del parto.

-¡De parto!, y no la llevaron al hospital.

-Mi hijita, estamos a 45 minutos y a veces los bebés no esperan al doctor.

-y a veces los doctores no quieren venir a las comunidades rurales.

-y entonces, ¿Cómo lo hacen cuando se enferman?

-bueno, para eso está mamá Luz- dijo mi hermana

-¿A caso eres médico?

- No, pero tengo algunos conocimientos en hierbas medicinales y otros cosas que a veces los médico no pueden curar.

-¡Abuelita Luz!¡Eres Chamán!- dije asombrada

-¡Algo sí!, mi hija, pero realmente no, yo puedo ayudar a las mujeres a traer a sus hijos al mundo porque recibí una certificación en Medicina Tradicional.

- Medicina tradicional

-Sí, es decir, la abuela tuvo que a comprobar ante la secretaria de salud, que tenia los conocimientos sobre las propiedades curativas de las plantas, así como recibir entrenamiento como Partera certificadas.

-Así, es además que nosotras somos especiales, nuestra familia desde tiempos antiguos hemos tenido la fortuna o maldición, es algo que no podemos evitar, yo lo obtuve de mi padre, y el de su padre, desde hace muchas generaciones, ahora yo se lo transmite a mis hijas y ellas a sus hijos, a veces salta una generación en la rama directa, pero no me esperaba que tu mi niña que tú también fueras elegida, y eso me hace feliz, pensé que solo Flor y Elsa eran las ultimas que miraran mis ojos.




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