La dama y el Grial I: El misterio de la orden

Capítulo 6: El legado y el mal

Me están vigilando, en fin,

sin el derecho de hacerlo.

Muestran su codicia, sin

que les valga merecerlo (1)

 

Enero de 1208

La encomienda templaria de Moux (2) era quizá la más an

tigua de aquella zona. A diferencia de la encomienda de Sainte-Eulalie de Cernon, que era la más conocida y populosa de Languedoc, en Moux se podía trabajar sin ningún problema y con discreción. De hecho, fue creada con ese propósito.

Cuando los primeros templarios pasaron a formar parte de la orden del Grial, el gran maestre de aquel entonces decidió que necesitaban una base de operaciones para todos sus colaboradores. Por eso el abuelo del vizconde Trencavel, antiguo miembro de la orden, decidió donar al temple aquellas tierras y colaborar con la construcción de la iglesia. Los años habían pasado, y el comendador era Froilán de Lanusse.

Conocía a Froilán de toda la vida, en realidad lo conoció al mismo tiempo que al conde de Tolosa. El comendador era muy apreciado en Provenza. Era el único de ellos que fue a tierra santa para la última cruzada, y regresó sin un rasguño. En sus mejores épocas lo conocieron como un gran guerrero de Dios, pero él mismo decidió dejar atrás todo aquello para concentrarse en su deber con la orden. Cosa que había cumplido a la perfección.

Moux estaba entre Carcasona y Béziers, una excelente ubicación cerca de las villas principales. Su camino desde Tolosa fue largo y pesado. Antes de ir a ver a Froilán tuvo que comprobar por sí mismo que Raimon de Tolosa los estaba traicionando, y así fue. Bernard y sus siervos llegaban muy cansados, habían cabalgado casi sin descanso.

Un joven templario lo recibió, llevó su corcel a las caballerías y le dio un poco de vino. Luego de los saludos lo escoltó hasta los interiores, debía esperar por un momento a Froilán. La sala donde se encontraba era austera, como todo en esa encomienda templaria. Apenas unos asientos de madera, una ventana y un enorme crucifijo llenaban la habitación. Bernard estuvo un rato en silencio pensando en cómo iba a decirle todo a Froilán, cuando este al fin apareció.

—Bernard, no te estás haciendo presentar como se debe —dijo acercándose a saludarlo, iba animado y sonriente—. Bienvenido seas, amigo mío.

—También me alegra verte —dijo manteniéndose sereno—. Pero lamento decir que las noticias que me traen no son alentadoras.

—Entiendo. —Al ver su semblante serio, el rostro siempre amigable de Froilán fue desapareciendo—. ¿Qué sucede?

—No solo confío en Moux por tu presencia, sino porque la mitad de los templarios que están aquí nos sirven. Es ahora mismo el lugar donde me siento más seguro.

—No entiendo qué quieres decir. ¿Acaso como orden no tenemos presencia en las principales villas? ¿Qué te hace desconfiar?

—Escucha, esto es serio. La profecía fue confirmada por Sybille. —Sin cambiar su expresión, Froilán asintió lento con la cabeza mientras asimilaba la idea—. El momento en que el secreto será liberado se acerca. Nosotros debemos proteger a la dama.

—Claro, eso lo sabemos. Pero no entiendo la preocupación, Bernard. Nosotros aún estamos vivos y contamos con Raimón para proteger el entorno de la dama.

—Verás, ese no es el asunto. La profecía fue confirmada, pero se acompaña con una gran destrucción. La rata devorará al ruiseñor. Uno de los legados papales durante sus predicaciones descubrió que tenemos el secreto. La visión de Sybille es exacta. Nuestro país será arrasado, no habrá forma de evitarlo.

—¡Pero eso es imposible! Los legados papales pueden escuchar esas tonterías del Grial y del joy, pero jamás sospecharían que se trata de ese secreto tan antiguo. A menos que...

—¿Qué es lo que piensas?

—Que alguien de la orden nos haya traicionado. Que haya confirmado sus sospechas de alguna forma. Solo puede ser eso, Bernard.

—Es justo lo que ha sucedido. Sybille vio muchas cosas, entre ellas una serpiente. Vengo de encontrar a esa serpiente, está aliada con el legado papal para evitar su excomunión. Froilán, vengo de Tolosa...

—¡No! —Exclamó con un gesto de horror y poniéndose de pie con rapidez—. No, Bernard, ¡eso no puede ser cierto!

—Yo tampoco quise creerlo, pero lo confirmé. Nuestro amigo el conde de Tolosa es quien le ha contado todo al legado papal Arnaldo Almaric.

—Imposible... —Froilán se quedó parado con el rostro desencajado. Y lo entendía, hasta el momento él tampoco lograba asimilarlo—. Si lo que dices es cierto —continuó el comendador—, ya no es momento para pensar en la amistad y nuestros lazos de hermandad. Él mismo decidió romper todos sus juramentos —habló muy serio, Bernard asintió. Por más que les doliera esa traición, tenían que actuar—. ¿Y qué piensas hacer?

—Enviar a la justica de "el vengador". La faide(3) de la orden debe ser ejecutada.

—¿El vengador? ¿En serio piensas mandarlo a matar? —Asintió. Ya no podía dudarlo.

—No nos queda de otra, Froilán. Estos son tiempos excepcionales, no solo tenemos la confirmación de que el gran poder se desatará, sino que en medio de todo eso intentarán destruir a la orden y a la dama. Debemos actuar de inmediato. Sé que es nuestro amigo, pero tenemos que cumplir nuestro deber. Enviar al vengador es la única forma, él es el único capaz de sacar cada palabra de Raimon.




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