La dama y el Grial I: El misterio de la orden

Capítulo 25: Mensajes

Porque la larga espera y el deseo de oír

de ti, y el mucho velar y el tan poco dormir,

el anhelo de verte y la preocupación

incesante me oprimen cruelmente el corazón (1)

 

—Te veo muy feliz esta tarde —le dijo Bruna con una sonrisa. Él no pudo evitar corresponder.

Estaban sentados juntos en la terraza donde celebraron la fiesta de bienvenida. Sus vistas se perdían en el atardecer del valle del río Orb. No muy lejos estaban sus doncellas y Pons. Arnald no había llegado aún.

—Recibí un mensaje hoy —contestó Guillaume animado. A pesar de que el día se puso algo tenso después del encuentro con Orbia, todo su panorama cambió cuando ese mensaje llegó a sus manos—. De mi gran amigo Amaury de Montfort.

Claro que le había alegrado el día. No sabía nada de Amaury desde que dejó París, y aunque al principio le costó admitirlo, la verdad era que lo necesitaba demasiado. En Saissac apenas tuvo unos cuantos conocidos, pero amigos como él jamás. Él era su hermano, su compañero, era su gran confidente. Le hacía falta conversar con él, reír juntos, salir a caminar o a simplemente dar una vuelta por ahí en busca de alguna aventura o de juegos. Incluso extrañaba esas noches de juerga a su lado, y pensaba a menudo en lo bien que la pasaron. Sin él se sentía muy solo.

Le había enviado un mensaje el mismo día que partió de Saissac hacia Cabaret con el grupo de guardias que le ayudaron a llevar el cuerpo de su padre. Al parecer la respuesta llegó con prisas, quizá esa fue la orden que le dieron al mensajero. Llegó cansado después de subir a lo alto de la montaña de Cabaret. Por supuesto que Guillaume lo recompensó por tomarse ese trabajo.

—¿Y qué dice el mensaje? —pregunto Bruna, compartiendo su alegría—. Debe ser algo muy bueno, pues te veo muy contento.

—Sí. Amaury me cuenta que pronto se va a casar. Ya lo sabía, pero supongo que será más pronto de lo planeado.

—¿Acaso estás pensando ir a París para la boda?

—Ya quisiera, pero estoy seguro de que si parto ahora, cuando llegue será demasiado tarde. Y aún tengo muchos asuntos que atender acá. Es imposible que me vaya.

Al leer el mensaje no pudo reprimir las risas. Palabras más, palabras menos, Amaury le contaba que habían adelantado la boda con aquella chica de Montmorency, que para cuando recibiera la respuesta de su mensaje él sería un caballero casado. Después de todo la alianza sería fructífera y su esposa "no estaba tan mal que digamos". Se lamentó por lo que le contó Guillaume sobre el incendio de Saissac, le dijo que de verdad estaba de malas y que si no soportaba ese sitio no dudara en regresar a París donde siempre habría un lugar para él. Y claro, también le pidió que apenas todo estuviera mejor no dudara en invitarlo para revivir juntos los viejos tiempos.

Los viejos tiempos, esos que parecían imposibles de volver a repetirse. Amaury le contó que las cosas se le estaban complicando, y más sin su compañero de aventuras al lado. Simón lo incluía más y más en asuntos oficiales de la familia, y casi no tenía tiempo de divertirse. Así que cuando ese ansiado reencuentro sucediera esperaba que los dos volvieran a ser los mismos de antes.

"Porque supongo que ser señor de nuevas tierras te debe tener muy ocupado, y cuando nos reencontremos pareceremos dos viejos hablando de tributos y monedas", comentó su amigo. Guillaume esperaba que no fuera así, que lograran ser aunque sea por unos días los mismos de antes. Pero tenía tanto por resolver que parecía que ese momento estaba muy lejos de realizarse.

—Ya veo, entonces supongo que le enviarás saludos. Quizá no estaría de más un regalo de bodas —sugirió Bruna. Cierto, ¿dónde tuvo la cabeza? No podía obviar ese detalle, sería una falta de cortesía con quienes lo acogieron por tantos años.

—¿Alguna sugerencia? —le preguntó. Era pésimo para los regalos.

—¿Qué te parece un obsequio hecho por nuestros artesanos? Sin duda será algo que tu amigo apreciará, y aún más la esposa.

—Sí, es una buena idea —contestó pensativo. Se dijo que también le escribiría a Alix. No quería que su amiga pasara mucho tiempo sin noticias de él, y considerando el matrimonio de Amaury, de seguro ninguno de los dos se hablaba—. Listo, está decidido. Mientras el mensajero descansa, iré buscando algo para enviarles. Le escribiré a Amaury, a él le encantará saber cómo estoy, y yo también quiero noticias pronto. Quizá estemos lejos, pero a través de las misivas estaremos en contacto.

—Qué bien, la amistad nunca debe perderse. No olvides decirle que si algún día viene a Provenza pase por Béziers. Mi padre lo recibirá muy bien, y estoy segura de que a tu amigo le encantará.

—Por supuesto, no escatimaré en elogios para Cabaret y lo que he escuchado de Béziers. No es necesario haber ido hasta ese lugar, tengo a su joya más preciosa frente a mis ojos. —Ella se sonrojó cuando le dijo eso. Cómo le gustaba verla así—. No hace falta que me digan que Béziers es hermoso, si de ese lugar viene una mujer tan bella como tú, para mí ya es suficiente. No solo bella, también inteligente y audaz.

—No soy nada de eso, Guillaume —contestó en voz baja, parecía avergonzada—. ¿Inteligente y audaz? No soy así, me conozco bien.




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