Sé de cien damas que cada una de ellas querría tenerme,
si pudiera conseguirme.
Pero yo soy aquel que jamás se envaneció ni presumió,
ni quise hablar demasiado de mí mismo,
pero beso a damas y derribo a caballeros (1)
Nunca pudo felicitar a Bruna por su cumpleaños, cosa que lamentaba. Lo peor era que no podía recordar si tal vez ella lo mencionó en algún momento, y él de bestia lo olvidó. Era probable, solía quedarse embelesado mirándola. No era excusa igual, si se suponía que quería reconciliarse con ella debería empeñarse. Al menos, se dijo, le quedó la alegría de verla durante la fiesta de San Juan.
La buena noticia era que ella ya estaba mejorando de salud y había empezado a salir a retomar sus labores. La mala era que apenas la veía, pues tenía que escabullirse a encontrarse con Guillenma de Barvaira. Era consciente de lo delicado de eso, y sabía que se prestaba a malas interpretaciones. Si Peyre Roger o Bruna lo descubrían, mejor que se preparara para arrojarse de la montaña negra de una vez. Que si, eso era delicado, pero también importante. Necesitaba saber más de la orden.
Guillenma le contó cosas bastante interesantes. Le habló sobre cómo nació la orden de los caballeros del Grial. Todo había empezado durante la primera cruzada, cuando el bisabuelo del conde de Tolosa llegó junto con otros caballeros llegaron a Tierra santa. Fueron estos los que entraron en contacto con la dama del Grial de oriente en aquel entonces: Una joven mujer desesperada y temerosa de que el secreto fuera tomado por cruzados. Aunque, según Guillenma, en ese momento no la llamaban "dama del Grial". Era la que custodiaba el secreto.
Fue ella quien escogió a esos hombres que consideró honorables para que la ayudaran a salvar el Grial. Uno de ellos la tomó por esposa y tuvieron una hija, fue el primer gran maestre de la orden. A partir de ese momento se establecieron las líneas de sucesión de la dama y el maestre, y también se decidió que siempre sería necesario el consejo de una profetisa. Los primeros caballeros que formaron parte de la orden heredaron sus puestos a su descendencia, y con el tiempo se añadieron otros integrantes importantes.
La dama también le reveló los niveles de los miembros dentro de la orden. En la parte más baja estaban los informantes secretos, sirvientes en diferentes regiones. En el segundo nivel, los siervos asociados a los caballeros de la orden, en ese caso Guillenma le explicó que Pons era uno de ellos, al igual que Reginald, el hombre que conoció cuando llegó a Saissac. Incluso Arnald estaba en ese nivel. Algunos ni siquiera sabían que eran parte de una organización, no tenían idea de qué custodiaba. Solo cumplían órdenes y llevaban información. Nada más.
En el tercer nivel estaban los hombres de apoyo, caballeros templarios o soldados escogidos en las diferentes ciudades de Languedoc. Ellos sabían que en caso de emergencia debían de actuar y proteger con su vida a sus señores si estaban en peligro. Hasta ahí la diferencia era que su conocimiento acerca del Grial y de la dama era pobre. No tenían acceso a mucha información, apenas si debían de saber quiénes eran sus señores y cuándo actuar.
Todos ellos, desde siervos menores hasta mensajeros y hombres de apoyo, manejaban el mismo santo y seña: "Solo me muevo durante el día, porque no confío en la noche". Lo recordaba, fue lo que dijo Guillenma a los guardias aquel día del incidente con Jourdain.
Después seguía el cuarto nivel, conformado por caballeros y damas no iniciados. Eran personas que tenían conocimiento suficiente para entender la importancia de la orden, ellos habían jurado proteger el secreto y a sus miembros en caso de peligro.
Ya en el quinto nivel se encontraban los caballeros y damas a puertas de la iniciación. Luego de unos años de servicio, el gran maestre decidía llevar a algunos miembros a ese rango. Podía solo mantenerlos en el cuarto nivel sin ascenderlos jamás, pues no todos eran aptos para conocer los secretos. Una vez ahí, empezaban a recibir más responsabilidades y a prepararlos en los misterios que resguardaban.
Todos ellos, los no iniciados y los que estaban a punto de serlo, manejaban otro santo y seña: "Así como es abajo, es arriba". Se suponía que cuando llegaran a ese punto entenderían el significado místico de aquellas palabras.
En el séptimo nivel estaban los iniciados. Después de años secretismo, llegaba la hora de confiarles los misterios y planes. Sabían de los pilares del Grial, quién era la dama, y conocían toda la estructura de la organización. Ella misma era una de esas iniciadas.
Ah, pero no acababa ahí. En el octavo nivel estaban los miembros más antiguos de la orden, aquellos que tenían derecho a convocar reuniones y a tomar decisiones en caso de que el gran maestre no pudiera comunicarse. Los llamaban "La cúpula", y hasta hacía poco eran solo tres integrantes. En teoría él debería ser parte de ese alto nivel.
—Los miembros de séptimo y octavo grado tenemos puestos y misiones establecidas —le explicó ella—. Yo ya os conté parte de mis labores.
—¿Hay más? —le preguntó Guillaume con curiosidad—. ¿Podéis darme detalles?
—A eso voy —contestó la dama con una sonrisa amable—. Ahí es donde estamos nosotras, los anillos de seguridad.
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Editado: 08.09.2022