III.- De mentira
Estaba seguro de que nadie les creía, pero igual ahí estaban. La llegada de ambos tomó por sorpresa a los invitados, quienes los esperaban por separado y no imaginaron que eran pareja. Que nadie, ni sus propios padres, sabían en qué momento se conocieron y por qué jamás les comentaron nada. Para Guillaume lo mejor de todo fue notar la cara de Trencavel cuando este vio a su némesis de la mano con su ex novia. Eso ya era todo un triunfo.
Después de los saludos correspondientes y un brindis, de bienvenida, empezaron a repartirse las habitaciones en el castillo. Los anfitriones, Peyre Roger y Guillenma, saludaron a todos con entusiasmo y al lado de sus asistentes empezaron a entregar las llaves.
—¡Hola! —les dijo Bruna muy animada, ella ya los conocía—. Disculpen la tardanza, tomé un desvío.
—Oh, no te preocupes querida —contestó Guillenma—. Teníamos separadas dos habitaciones para ti y para tu novio —añadió esta mirándolo—. Nos queda una habitación con cama King, ¿no quieres cambiarse?
—Pues... —se quedó con la palabra en la boca. Decir que sí sería demasiado atrevido y Bruna no había dado pie a algo como eso. Pero decir que no también sería contraproducente para el plan, se les iba a caer la mentira.
—Sí, claro. Aceptamos. —Para su sorpresa, quien se adelantó a hablar fue Bruna. Contuvo la sonrisa. Vaya, vaya. Así que pasar la noche juntos en una habitación de una sola cama. Interesante.
—Bien, aquí tienen —les dijo el asistente, un joven llamado Pons—. Es en el segundo piso, la habitación número 101. Le llamamos "La alcoba de la señora", es temática.
—Ah, qué lindo. —Bruna tomó la llave, y se notaba algo nerviosa. ¿Arrepentida tal vez?
—Pueden subir, las maletas las llevarán en breve.
—Claro, nos vemos en la noche —dijo él. Sí, esa noche en la que había un baile de bienvenida.
Las cosas habían ido demasiado lejos, y ni siquiera tuvieron oportunidad de hablar sobre lo que estaban haciendo. Así fue hasta que abrieron la puerta de la alcoba asignada. Una vez a solas, Bruna ahogó un grito llevándose las manos al rostro.
—¡Lo siento tanto! No quería meterte en esto, lo juro —se disculpó ella.
—La idea original fue mía, así que no tienes que disculparte. Solo que esto...
—Lo sé, lo sé. Es demasiado. Apena nos conocemos, no vas a estar cómodos aquí. Ya sé, ya sé. Podemos decir que discutimos esta noche, le pediré a Guillenma que nos dé habitaciones separados. Creo que eso servirá para arreglarlo.
—Descuida, no tenía planeado quedarme mucho tiempo, solo esta noche. Así que mañana temprano fingiré que tengo una urgencia. Tú podrás fingir que me eres fiel todas las fiestas y listo, el plan funcionará. Hoy puedo dormir en el sofá, queda tranquila.
—No quiero incomodarte.
—En peores lugares he dormido —dijo, y le guiñó un ojo—. Y ya te dije, esto fue mi idea. Solo tenemos que fingir esta noche.
—Bien... —Bruna se llevó las manos a la cintura y respiró hondo, lo miró fijo y avanzó unos pasos hacia él.
—Escucha, nada de besos y esas cosas —le advirtió—. Ir de la mano y no dar detalles de nuestra relación ya me parece suficiente —él asintió. Igual hubiera estado de acuerdo en besarla para darle credibilidad a la historia, pero lo haría tal cual Bruna lo pidió.
—¿Y qué hay de Trencavel? ¿Quieres que le diga alguna amenaza del tipo "aléjate de mi chica"? —ella negó de inmediato.
—No, espera. Es que en sí no terminamos mal, somos casi amigos. Él y yo... bueno, siempre he sentido cosas por él —confesó. Se controló para no fruncir el ceño—. Tuvimos una buena relación, pero él quería matrimonio. No me malinterpretes, yo también quiero casarme y tener hijos, pero no ahora. Primero terminar mi carrera, conocer el mundo. No sé, ser libre. Pero el matrimonio hubiera sido inmediato, y papá estaba de acuerdo.
—Vamos, no es la edad media —dijo para aligerar el ambiente—. No es que se arreglen los matrimonios y esas cosas.
—Has vivido mucho tiempo en América —declaró firme—. No es que obliguen a nadie a casarse. Es lo que se espera que hagas, y mejor aún si tu padre lo consciente. Los que somos como nosotros no tenemos tanta libertad de elección.
—¿Qué quieres decir?
—Siempre tenemos que casarnos con gente de nuestra misma condición social, o socios de nuestros padres, o el mismo círculo empresarial. A eso me refiero. Que aún pueda sentir cosas con él no quita que quiere que me case con él pronto, que deje mi carrera, y que me convierta en la típica esposa trofeo. No quiero eso para mi vida.
—No tienes que explicar más, lo entiendo —la notó nerviosa mientras hablaba, incluso conteniendo las lágrimas. Se acercó más a ella, y aunque no quiso ser atrevido, igual tomó su mano y la acarició despacio para confortarla—. Se supone que yo también soy un heredero, somos del mismo círculo social en teoría. No tendrás problemas si seguimos fingiendo solo por hoy. Al menos eso te librará de salir comprometida en Navidad.
—Si, eso creo. —Bruna respiró hondo, luchando por calmarse—. Gracias por ayudarme hoy.
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Editado: 08.09.2022