La dama y el Grial I: El misterio de la orden

Capítulo 45: Caballeros

Mujer, tu bondad y tu ira, a la par,

me dieron alegría en muchas ocasiones.

¿A mi espíritu quieres consolar?

Acaba de una vez con mis lamentaciones.

Con una palabra me salvarías:

tendré otra vez confianza el resto de mis días (1)

 

Del manuscrito de Mireille

No puedo decir que no sabía lo que mi señora y Guillaume hacían a escondidas. Al principio Bruna decidió no contarme nada, después fue como si se le escapara. Dijo algo sin querer, y al verse descubierta lo dijo todo.

Traté de no parecer escandalizada, pero la verdad me sorprendió mucho. No estaba respetando las reglas de la finn' amor, y a mí se me hizo muy extraño en Bruna, que siempre había temido al pecado y a desafiar las leyes de Dios. Incluso le sugerí que debía de ir a la iglesia a hablar con el padre Abel, pero ella me dijo de lo más natural que no estaba haciendo nada malo de lo que pudiera arrepentirse, así que decidí no insistir más con el tema.

Ella se sentía feliz y yo no era nadie para arruinarle eso. Era como antes en Béziers, sonreía, cantaba con naturalidad, reía con ganas, y mi corazón se llenaba de dicha de solo verla feliz. Pueden pensar que como doncella debí desconfiar de las intenciones del señor Guillaume, pero estaba convencida de que esos dos se amaban y que él también halló la felicidad al lado de Bruna.

Arnald me lo contó, me dijo que se había dado cuenta lo mucho que cambió el señor Guillaume desde que conoció a Bruna. Yo casi no pude creerle cuando me contó que en París él disfrutaba de seducir algunas damas y de divertirse con ellas, yo no podía pensar siquiera que estuviéramos hablando del mismo hombre. Arnald me lo dijo, su señor cambió y él se sentía satisfecho por eso. Me contó que había pasado mucho tiempo detestándolo a más no poder por sus modales, pero de solo ver la delicadeza con la que trataba a Bruna la percepción de él cambió.

Y tal vez todo hubiera seguido igual un tiempo, o quizá los hubiesen descubierto, pero una visita lo cambió todo. Esa mañana ella no estaba en la alcoba, Valentine y yo sospechábamos lo que hacía, pero no comentamos nada. Cuando escuchamos que tocaban la puerta no tardé en ir a abrir, y me di con una gran sorpresa. Frente a mí estaba Luc de Béziers acompañado de Arnald.

Me atrevo a decir que Luc y yo fuimos criados casi como hermanos. Ya que desde niña estuve acompañando a Bruna, la relación entre nosotros fue muy similar, aunque con ciertas reservas de mi parte pues era consciente de mi condición de doncella. Pero siempre le tuve mucho cariño a Luc, me parecía un joven muy apuesto y bueno, todo un modelo de caballero, aunque aún no hubiera sido declarado como tal.

—¡Pero si es Mireille! —dijo emocionado—. ¡Hace tanto tiempo que no te veo! —Y para sorpresa de Arnald, y sobre todo la mía, me abrazó fuerte tal y como lo hacía con su prima.

—Joven Luc, por favor... —le dije con las mejillas rojas. Nunca había tenido mucho contacto con un hombre, solo aquella vez hace un tiempo cuando Arnald me consoló al verme triste. Así que imaginaréis como reaccioné, estaba enrojecida, y además sabía que Arnald me observaba, cosa que solo me hacía sentir más abochornada.

—No sabía que eran los mejores amigos del mundo —dijo de pronto Arnald. No sé si fue mi imaginación, pero me pareció que había algo de irritación en su voz.

—¡Oh vamos, Arnald! Sabes que Mireille es como mi hermana, es como Bruna —aclaró Luc con despreocupación—. Por cierto, ¿dónde está mi hermosa prima? ¡Quiero verla!

—Está... bueno, aquí no —respondí intentando controlar mis nervios. No quería que Luc saliera a buscar a Bruna y la hallara en los brazos de su caballero—. La llamaré ahora mismo. —Los hice pasar, y Valentine salió en búsqueda de nuestra señora.

No esperamos mucho, ellos apenas se estaban poniendo cómodos, cuando Bruna llegó acompañada de Guillaume, quien la llevaba del brazo. Pero cuando mi señora vio a su primo soltó al señor y corrió a su encuentro. Luc también hizo lo mismo, y me pareció que se repetía aquel encuentro en Béziers hacía unos meses. Él la abrazo y la elevó del piso dando varias vueltas en el aire mientras ella reía. Cuando al fin se detuvieron Luc besó sus manos y ella su frente. Era una escena linda, al menos para mí que sabía cuánto se querían esos dos primos. Me fue inevitable mirar al caballero de reojo y notar que no estaba muy contento con la situación.

—Guillaume —dijo ella—, os presento a mi primo Luc de Béziers. Querido Luc, él es el señor de Saissac, es mi caballero.

—Es todo un gusto conoceros, señor —dijo el joven haciendo una venia. Me pareció que al escuchar "primo" Guillaume logró calmarse un poco. De seguro que ya Bruna le había hablado mucho de Luc y de cómo era la relación entre ellos.

—El gusto es mío, Luc —contestó el caballero.

—Con vuestro permiso, señor, me gustaría hablar con mi prima. Hace mucho tiempo que no la veo y la extrañaba. También tengo novedades de Béziers que darle.

—Por supuesto —contestó Guillaume—. Os dejo, y si me permite decirlo, es casi como lo había imaginado por lo que cuenta Bruna. Debéis saber que vuestra prima se desvive en halagos para Luc de Béziers.




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