¡Ay de mí!, yo que pensaba saber
de amores, sé tan poca cosa,
porque de amar no me puedo abstener
a la que sin piedad es tan hermosa.
Me robó el corazón, me robó a mí,
a ella se robó, y robó a todo el mundo,
nada me deja al privarme de sí,
sólo ansiedad en el pecho infecundo (1)
Luc decidió pasar sus días en Cabaret de la mejor manera posible. Nunca estuvo allí, así que iba a aprovechar para hacer de las suyas. Se suponía que se quedó a ofrecer sus servicios a Guillaume, pero este andaba tan ocupado que apenas hablaron unas cuantas veces, así que dedicó su tiempo a hacerle compañía a Arnald.
Durante esos días pasearon por los alrededores de Cabaret, dieron largas cabalgatas hasta el atardecer, hasta practicaron un poco en la sala de armas. Incluso el marido de su prima los invitó a ir de cacería junto con otros hombres de Lastours, así que partieron sin dudarlo. Cazar no era su actividad favorita de todas, eso de acechar a un animal salvaje no era del todo divertido. Lo único que le gustaba de cazar era comer la carne de los trofeos.
Y ya que se estaba entregando al relajo como todo un señor, ¿por qué no buscar a algunas jóvenes damas en los jardines de Cabaret? Nada formal, solo un poco de finn' amor, y probarse a sí mismo para ver qué tan atractivo les resultada a las mujeres de Lastours. Para Luc era solo un juego, pero Arnald no quería saber nada de eso, casi tuvo que arrastrarlo a bajar a los jardines.
—¡Vamos! ¿Acaso vas a decirme que no te interesa nadie? Es solo ver y nada más, ni siquiera tienes que hablarles.
—¿Y para qué quieres tú ver a otras mujeres? —le reclamó. Luc no entendió nada.
—¿Es en serio? ¡Pues para apreciar la belleza! Por algo Dios me dio los ojos, si hubiese querido que no me deleitara con la vista de damas hermosas me habría mandado ciego a este mundo —bromeó, y le guiñó un ojo, hasta le dio un codazo amistoso.
—No me refería a eso. Tú pretendes a mi prima Lorena.
—¡Claro! Eso ya lo sabías, ¿y acaso ella está aquí?
—¡Pues deberías estar pensando en ella y honrándola! No buscando oportunidad para seducir a otras.
—No quiero seducir a nadie. Además, yo solo repito las enseñanzas de los grandes trovadores: El amor forzado no vale nada, y sin duda mirar no hace daño a nadie.
—Se supone que se lo prometiste a Lorena, ¿no? ¿O acaso para ti ella es un juego?
—¿Qué? ¡Claro que no! Pero, Arnald, ¿qué juramento puedo hacerle yo a ella? Solo anhelarla a escondidas. Una dama en edad de casarse, como lo es ella, está lejos de mi alcance.
—¿Y ni siquiera te has planteado la posibilidad de que el senescal y mi tío lleguen a un buen acuerdo matrimonial?
—Lo he pensado, pero ya sabes que el matrimonio entre miembros de la orden debe ser algo que el gran maestre decida, y el señor Guillaume no está para esa labor. Arnald, si lo piensas bien, sería terrible. ¡El matrimonio es un vínculo detestable! Mi ferviente amor por Lorena moriría si tuviera que verme forzado a yacer con ella y hacerle hijos. Los dos seremos más felices con la finn' amor.
—Parece que lo tienes todo planeado...
—¿Y qué hay de ti, amigo? ¿Es que en verdad no quieres poner tus ojos en nadie?
—No es algo que deba explicarte —contestó el paje. Arnald apartó la mirada, incluso se adelantó unos pasos. En definitiva, no quería hablar de ese tema.
—¡Vamos, Arnald! ¿Por qué no te animas? Estoy aquí, tu buen amigo Luc puede ayudarte. ¿Es que acaso estás muy avergonzado de acercarte a ella?
—¡No necesito tu ayuda para conquistar a nadie! —exclamó, rojo de indignación y vergüenza. Luc quiso reír, no se podía tomar en serio el enojo de Arnald.
—Oh, ya lo sé. Eres fiel, amigo. Me pregunto quién es esa dama tan afortunada que te ha conquistado al punto que no quieres mirar a nadie más.
—¡No sabes lo que dices! —Arnald seguía enrojeciendo, y ya ni quiso escucharlo. Dio pasos apresurados y largos, mientras Luc se esforzaba por seguirlo en medio de sus risas.
Luc no quiso discutir más ese día. Si algo sabía de Arnald, cosa que no había cambiado a lo largo de los años, era su orgullo y testarudez. ¿No quería reconocer que tenía una dama lejana en su vida? Él se encargaría de averiguarlo. Quizá no sería tan difícil, Cabaret estaba lleno de damas hermosas y entregadas a la finn' amor, aunque no todas estaban dispuestas a mirar a un paje. Al contrario, esperarían que este se desviviera por ellas para rechazarlo sin remordimiento.
De lo único que estaba seguro era que no se iría de Cabaret sin saber la verdad. No tenía que insistir mucho, Luc había aprendido que observar y esperar era la mejor manera de obtener información. Y, a la mañana siguiente, creyó descubrirlo.
Estaban todos en el salón principal merendando, cuando la doncella Mireille llegó con una bandeja donde llevó comida para Bruna. Luc fue criado con Mireille, se atrevía a pensar que eran como hermanos, y no le importaba en lo absoluto que ella no fuera de su condición. La saludó como siempre, con afecto y la llenó de halagos a los que esta, solo respondía con un simple "gracias" y las mejillas enrojecidas.
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Editado: 08.09.2022