La dama y el Grial I: El misterio de la orden

Extra: Este cuerpo no es mío

De la vez que un caballero llamado Guillaume de Saissac tuvo que aprender a vivir en el cuerpo de una dama y enfrentar al heteropatriarcado en la época medieval xdd

 

 

Una vez escuchó que las parejas solían pelear por estupideces, aunque en su caso no fue así. No hasta ese momento. Las discusiones que tuvo con Bruna siempre tuvieron un matiz más serio. Nunca pensó que discutirían por alguna tontería, o al menos así lo veía él. Bruna se lo tomó en serio.

Hacía varios días que pasó la alarma de su embarazo y por permiso de Peyre Roger ella se quedó en Saissac hasta recuperarse. Poco a poco su salud fue mejorando hasta que finalmente todo volvió a la normalidad, e incluso mejor. Ya sin temor alguno, se habían acostado varias veces y querían seguir haciéndolo, se sentían cómodos con eso. Así fue hasta aquella mañana.

Las doncellas no estaban, ellos estaban a solas en la habitación de la dama. Ella le preguntó con algo de duda qué vestido le vendría mejor para el banquete de esa noche. Y él no le estaba prestando mucha atención, ¿por qué Bruna hablaba de vestirse si lo único que quería era desnudarla? Fue allá con esa intención, pero ella lo apartó con sutileza, le dijo que se sentía indispuesta y le dolía un poco la cabeza, que quería descansar. Bien, pero él quería tener sexo.

La miraba fijo, ella hablaba de algo, de su madre quizá. Algo sobre el estilo de su madre, lo mucho que la quiso y los colores de sus vestidos. No la estaba escuchando para nada, solo tenía fantasías con ella en ese momento.

—¿Entonces el verde? Creo que es el color que mejor me da.

—Si, cualquiera.

—¿Cómo?

— Cualquiera, Bruna, el color no importa. Eres hermosa con cualquier vestido, aunque eres más hermosa sin ellos. —Se acercó a ella despacio, como un felino listo para atacar. Bruna dejó los vestidos a un lado, no parecía muy animada. Él la tomó de la cintura y besó despacio su cuello, moría de deseo y no podía aguantar más —. Ven, amor, vamos a la cama.

—Guillaume... ya te dije —contestó incómoda, y lo apartó despacio—. Hoy no, es que no me siento bien. Te amo, pero...

—¿Pero...?

—Hoy no me apetece. De verdad, me duele un poco la cabeza, prefiero descansar.

—Vamos, amor, no seas así conmigo —le dijo despacio mientras seguía besando su cuello, intentó acercarse otra vez, solo Bruna lo apartó con más fuerza—. ¿Qué te pasa?

—Ya te dije que no, no insistas.

—Pero, Bruna, nosotros...

—Ya sé que lo hemos hecho antes, pero eso no significa que yo tenga que estar disponible siempre.

—¿Es en serio? —preguntó molesto. ¿Por qué de pronto lo rechazaba? Él la amaba, quería estar con ella, pero Bruna estaba tan esquiva ese día que no lograba entenderlo.

—Si. Te amo, pero...

—¿Me amas? —Ella lo miró molesta un instante. Perfecto, lo rechazaba y además se molestaba.

—Que nos acostemos o no poco tiene que ver con lo que siento. Te amaba incluso cuando ni nos habíamos besado —le dijo muy seria—. Hablas como si eso fuera lo más importante de la relación.

—Es importante y lo sabes.

—¡Pero no lo es todo! Te estoy diciendo que hoy no quiero hacerlo, pero a ti no te importa lo que yo quiera.

—Amor, no es así. Es solo que no lo entiendo.

—¿Qué es lo que no entiendes? ¿Qué te diga que "no"? No eres mi esposo, Guillaume, pero actúas como tal. Como si mi cuerpo te perteneciera, y no es así. No soy un objeto.

—Claro que no, eres la mujer que amo.

—¡Entonces respétame! —gritó molesta. Aunque parecía contener las lágrimas, ¿en serio habían llegado tan lejos discutiendo? —. Déjame sola.

—Pero, Bruna...

—Por favor, no quiero pelear. Ojalá pudieras entender siquiera cómo se siente ser una mujer. Ojalá.

No dijo nada, él también estaba molesto de pronto. Le pareció una discusión estúpida y sin sentido, una pelea por nada.

 

*******************

 

Despertó temprano ese día. Durmió solo, aunque durante la fiesta parecía que Bruna y él se arreglaban, ella no quiso acompañarlo a su habitación. En fin, eso no importaba, pronto todo estaría bien y volverían a ser los mismos.

Guillaume apartó despacio las mantas, se acomodó un poco el cabello pues le tapaba la vista. Qué raro, como que estaba más largo de lo normal, ya era hora de un corte. Se puso de pie y se estiró. En Saissac dormía desnudo, era una costumbre. Aún con los ojos cerrados se llevó una mano al pecho y se sintió paralizado. Estaba más grande. Bajó la mirada y casi suelta un grito, sin pensárselo se los cogió con las dos manos. No, ese no era su pecho.

—¡Son un par de tetas! —gritó escandalizado, y se asustó aún más al no reconocer su voz. ¿Pero qué rayos estaba pasando? Bajó la mirada y se llevó la mano a la entrepierna para luego soltar otro grito—. ¡Dónde está mi hombría!

Desesperado, corrió hasta el espejo de cuerpo completo que estaba al otro lado del cuarto. Dio otro grito y de la sorpresa cayó al piso. Tenía que ser una pesadilla, ese no era él, ese cuerpo no era el suyo. Temblando, se puso de pie y se miró. Frente a él estaba una mujer, pero esa mujer era él. Largos cabellos castaños, piel blanca, ojos marrones, esbelta. Se tocó el rostro, palpó su cuerpo otra vez. Se dio un par de cachetadas, si esa era una pesadilla quería despertar ya. Solo que eso parecía ser real, de pronto se había convertido en una chica.




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