La Danza De Dos Condenados

1. EL PRIMER ECO

7:00 am

El zumbido que ya se había vuelto cotidiano cada mañana me despierta, mi alarma no para de sonar hasta que la apago de un manotazo. De mala gana, me levanto, y comienzo a vestirme, una camiseta negra y unos pantalones azules de lona, me hago una coleta rápida y despeinada, mientras bajo por las escaleras.

"Otra vez, ¿otra vez? ¿otra vez qué? "

Me sentía algo extraña, como si ... No; aparté el pensamiento apenas llegó, quizá solo fue el sueño raro que tuve, decidí concentrarme en el delicioso aroma a café que impregna el lugar, me siento rápidamente en busca de una galleta dulce para acompañar mi café con leche azucarada con más tranquilidad de la que debería.

—Deberías dejar el azúcar de una vez, ¿te recuerdo que el médico ha dicho que debes comer lo mínimo posible en lo que te recuperas? —Mi madre me quitó las galletas antes de que pudiera sacar una del paquete.

Fruncí el ceño, pero acepté a regañadientes dejar las galletas de lado, comí mi desayuno salado con mi café lo más rápido que pude para ir al instituto, cuando mi madre me detuvo en medio del camino, solo para entregarme mi carnet de estudiante.

—Sabes que no te dejaran entrar si no llevas esto Lila, debes aprender a no ser tan olvidadiza con tus cosas hija...

Esas palabras... ¿Porque tenía la impresión de haberlas escuchado antes? Un sudor frío me recorría la frente cuando salí de mi casa hacia el instituto, pero lo dejé pasar, porque era producto de una mala noche.

"Si, un sueño."

Caminé por el parque con pocos árboles para llegar al instituto, en el camino, una sensación extraña me molestaba en la garganta, unos pasos que seguramente yo me imaginé me seguían, juraba poder ver una sombra a mi alrededor, pero el lugar estaba repleto de gente.

"Deja la paranoia" me regañé mentalmente, "suficiente tienes con el informe que no hiciste anoche que se supone deberías entregar hoy".

Llegué a la institución como siempre, mostré mi identificación y entré, pensé en hacer el informe aquí mismo, quizá el profesor se apiada de mí y me ponga, aunque sea la mitad del punteo...

Pero al ver a una silueta me detuve y la respiración se quedó atrapada en mi garganta, Ken, el chico de mis ilusiones y sueños más penosos estaba ahí, apoyado en una esquina con sus amigos, riendo de alguna tontería que seguramente yo no escucharía.

«¿Qué linda sonrisa tiene no es así?»

Me sobresalté al instante como si me hubieran quemado, giré en un movimiento de pura paranoia mirando a los lados como si estuviera asustada.

"¿De qué estoy asustada?"

No lo sabía, hubiera jurado que alguien me susurró al oído, pero no veía a nadie cerca.

"¿Estaré volviéndome loca?"

Al no ver nada, decidí no darle mucha importancia, tal vez era mi condición la que me estaba afectando.

Ken sonrió al notarme, le dijo algunas palabras a sus amigos que no entendí para nada, antes de acercarse a mi saludándome con la mano en un gesto amistoso.

—Hola Lila, que día de perros ¿no? —Bromeó con esa sonrisa que me hacía sonrojar.

—Sí, la mayor parte de proyectos antes de las pruebas se entregan hoy.

Ken y yo conversamos un poco antes de que la campana sonara, sus lindos ojos marrones observaron la campana sonar con desilusión, antes de sonreírme a mí con dulzura.

—Parece que la campana no está de nuestro lado hoy, ¿nos vemos en el descanso?

Yo asentí con emoción, ¿quiere pasar tiempo conmigo? Que mono es este chico.

«Pero no es tuyo.»

Otra vez ese escalofrío que me dejaba la piel de gallina, quizá solo fue el disgusto de ver a la ex novia de Ken mirándome desde una esquina como si quisiera matarme, Emily observó a Ken irse a su salón sin quitarle la mirada de encima ni un segundo.

Que desgraciada, le es infiel y me mira como si yo fuera la mala.

«Cuidado con esa cabecita tulipán, ¿Qué pasaría si los pensamientos no fueran privados? Quizá ante el mundo serías muy cruel, hablando de lo que no conoces.»

Las palabras resonaron en mi mente durante unos segundos, pero entonces, algo me sacudió. Un roce suave en mi brazo me devolvió a la realidad. Era familiar... demasiado familiar. Giré lentamente, esperando encontrar a alguien conocido, pero no. Frente a mí había un chico desconocido cuya presencia me helaba la sangre. No entendía el por qué, pero no me gustaba para nada la forma en la que me miraba.

—Disculpe señorita, ¿usted sabe dónde se encuentra el salón, 2B? Necesito dirigirme allí, no conozco el sitio.

Podría haber sido una pregunta muy inocente, sin embargo, su agarre que poco a poco se iba fortaleciendo en mi mano, me hizo reflexionar rápidamente sobre las intenciones de aquel chico, con fuerza me sujetó, tocándome la muñeca, los dedos, el brazo... Parecía obsesionado con el contexto, lo cual me incomodó.

Sin embargo, lo que más me desconcertó, es la manera en la que comencé a sentirme tras cada uno de sus toques, agotada, me sentía un poco más cansada con cada segundo que pasaba cerca suya, tuve un impulso que gritaba peligro, pero no tenía idea del por qué, porque el chico no parecía peligroso, ni estaba haciendo algo indecente, pero algo en mi me gritaba que huyese.

—Si... Claro, el salón B...— Mi cabeza comenzó a dar vueltas. Cada vez más agotada, intenté zafarme de su agarre con una fuerza que no sabía que poseía— Se encuentra a la izquierda, cruzando el patio delantero.

El chico me observó con esos ojos negros... De un color que no supe identificar, porque parecían cambiar mientras más los observaba, ¿eran negros? ¿Azules?

Pero lo más extraño y lo que me hacía cuestionarme poco, era mi agotamiento repentino ante su toque.

"¿Por qué me sentía tan agotada?" El chico me sonrió con dulzura.

—Gracias señorita. — Me dio un abrazo como símbolo común de agradecimiento, pero sus dedos recorrieron mi espalda con los dedos, de una forma que sé que no debería, porque no solo era incomoda, me quemaba la piel, un ardor inmenso apareció cuando me tocó, su abrazo se volvió más fuerte.




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