7:00am
"Esto ya no puede ser solo mi imaginación."
Observé a mi madre caminar hacia mí, estaba usando una camiseta y un pantalón de mezclilla, pero había algo raro, muy raro. Mi madre no usaba pantalones, le gustaban los vestidos porque su figura se veía muy bien en ellos.
Mi madre me sonrió y me alborotó el cabello, algo inusual. Observé mi habitación, el suelo era marmoleado, y las paredes era de un tono rosa pálido... ¿Estás paredes no eran blanco perlado? ¿Qué diablos pasa aquí?
Busqué con la mirada aquel tocador que contenía maquillaje que ahora estaba segura que nunca había comprado, lo encontré, pero no tenía maquillaje, solo... ¿Libros? ¿Desde cuándo yo tengo tantos libros?
—Lila, cielo, ¿no te has levantado? Tienes que terminar esa maqueta que no hiciste ayer...
La voz dulce de mi madre fue interrumpida por mi arrebato, le di un manotazo para quitarme su mano de encima y retrocedí como si me hubiera golpeado.
—Tú... ¿Quién eres tú? —pregunté con temblor en mi voz— ¡¿Quién carajo eres tú?! ¿Es esto algún tipo de broma cruel? ¡¿Qué diablos está pasando mamá?!
Fue un ataque impulsado por el pánico, "¿estoy alucinando?" Siento que ya viví este día ayer, y el día antes de ese... ¿Qué mierda está sucediendo?
—Lila, hija de que hablas...
—¿Cómo te llamas? —pregunté, mirándola directamente a los ojos con pánico y terror. No podía ser mi madre... Ella nunca se vestiría así, ella...
—Irene. —respondió la mujer frente a mí— Irene Ashwood, ¿hija estás bien? ¿Por qué actúas así? ¿Qué pasa? ¿Es un ataque de pánico? ¿Qué tienes? Cariño respóndeme.
"Tiene el mismo nombre que mi madre, pero no es mi madre". "¿Qué demonios me está pasando?" "¡Esto no puede ser real!"
Me levanté abruptamente y comencé a correr por mi vida. Esa mujer era igual a mi madre, pero no era mi madre, mi madre no usaría pantalones de mezclilla, y mucho menos utilizaría un peinado recogido con tanto gel fijador, ella lo odia.
Huía escaleras abajo sin preocuparme por mirar atrás, solo podía escuchar el grito sordo de mi madre preguntándome hacía donde iba, pero lo ignoré, simplemente corrí calles arriba a mi instituto con todas mis fuerzas.
Cuando llegué a la puerta el portero me observó de arriba abajo con mirada juzgadora.
—Su carnet de identificación jovencita— El hombre me tendió la mano para recibir el carnet, que no traía. Su cara arrugada no dejaba lugar a discusión, era evidente que no me dejaría entrar.
—Disculpe, ella lo ha olvidado adentro. —una voz más suave y masculina respondió por mí. Era Ken, el cual miraba al portero con seriedad, como si lo que hubiera dicho no hubiera sido una mentira en toda regla.
—Conocen las reglas, muchachos, nadie pasa sin identificación, tendré que pedirles que se vayan a buscarlo si no lo traen...
—¿Necesito una identificación que le diga que soy un estudiante? Me parece un poco absurdo que piense que alguien que no es estudiante siquiera querría pisar este asqueroso sitio. —Una voz se unió a la discusión... Por alguna razón esa voz me sonaba familiar, la he escuchado antes, pero de donde...— Hay personas que tienen cosas más interesantes que hacer, ¿no lo cree?
Enfoqué de golpe al emisor de la voz. Cabello de plata, esa piel pálida y esos ojos que parecían cambiar de color cada vez que quitaba la vista...
«Por cierto, dulce pétalo, mi nombre es Erynn, te aconsejo que no lo olvides.»
—Jovencito, le pido que tenga más respeto por sus mayores, no van a entrar sin una identificación, sin excepciones, es mi trabajo y pienso cumplirlo...
Ken se rascó la nuca como si fuera a rendirse, y eso me hizo cuestionarme ¿por qué Erynn no le parecía para nada extraño a Ken? ¡Tiene cabello plateado por Dios!
—Le pido disculpas, entiendo que solo haga su trabajo señor, pero mi amiga también solamente viene a estudiar—Erynn habló, con una voz más educada que antes, era tan suave que parecía una melodía melancólica y al mismo tiempo, peligrosa.
Pude notar que Ken se tensaba a mi lado, como si algo le molestara, pero tan rápido como llegó el movimiento se esfumó, dejando su mirada tranquila y calmada.
Erynn por otro lado, sonrió con sorna, una sonrisa que no me gustaba para nada.
—Basta, gracias por ayudarme Ken, pero...—Tragué saliva con fuerza, tenía que descubrir primero que diablos estaba pasando, y de paso salir de aquí, irme lejos del alcance de Erynn. —Iré por mi carnet, lo dejé en casa, allá debe estar, ¿me acompañas por favor?
Ken estaba a punto de asentir cuando el chico de los mechones plateados lo interrumpió vorazmente.
—No te preocupes Ken, yo la llevaré, vivimos en el mismo barrio, y yo también he olvidado mi carnet de entrada.
Era una mentira muy mala, era imposible que alguien se la creyera. Erynn me tomó del brazo con la excusa de guiarme a su auto, cuando sentí el ardor familiar ante su toque, dolor, las venas ardiendo como fuego, mi piel volviéndose negra y... Un detalle que no había notado antes, una cicatriz... Una cicatriz con la forma de una rosa en mi muñeca, la cual ardía como si las llamas me estuvieran consumiendo.
—¡Suéltame ahora mismo maldito idiota! —grité, impulsada por mi dolor y la confusión— ¿Quién carajo eres? ¡Déjame en paz!
Ken se sorprendió ante mi arrebato, acercó la mano para calmarme, pero Erynn me envolvió rápidamente por los brazos como si me estuviera abrazando, su tacto volvió a quemarme las entrañas, jadeé para pedir ayuda, pero Erynn me cubrió la boca con su mano, y con una sonrisa y un tono tan dulce como la brisa apaciguó a Ken.
—No te preocupes, conozco sus... "Ataques de ansiedad", puedo con ellos, la llevaré a su casa sana y salva, Kenny.
"¿Kenny?" ¡¿Se conocían?!
Erynn no me soltó, podía sentir como comenzaba a desmayarme en los brazos de aquel tipo con pelo plateado, Ken no dijo absolutamente nada, como si confiara plenamente en aquel hombre, o, mejor dicho, como si estuviera poseído por él, mecánicamente entró al instituto.
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Editado: 27.03.2025