La debilidad del Arcángel (bilogía Arcángel - Libro I)

Capítulo 14: Entre lo divino y lo humano

El reloj marcaba las tres de la madrugada cuando Isabella despertó bruscamente, empapada en sudor. Había soñado con alas blancas extendiéndose sobre un campo en llamas, con una voz profunda pronunciando su nombre como si tuviera un significado eterno. Sentía el corazón latiéndole con fuerza y una energía desconocida vibrando en el ambiente.

Necesitaba ver a Azrael.

Sin pensarlo, se puso una chaqueta sobre el pijama, tomó las llaves y salió al encuentro de aquel que se había convertido en su única certeza entre tanto caos.

Azrael estaba en las afueras de la ciudad, en el mismo lugar donde los ángeles se manifestaban en los momentos clave. El viento soplaba con fuerza, y una bruma luminosa flotaba en el aire. Sentía una perturbación, como si algo estuviera a punto de cambiar.

No se dio cuenta de que Isabella lo había seguido hasta que la sintió cerca.

—¿Azrael? —preguntó ella, entre jadeos, sujetando su chaqueta con fuerza contra el frío.

Él giró, sobresaltado. Sus ojos brillaban con una intensidad inhumana, y su figura parecía más grande, más etérea. Por un instante, Isabella creyó ver... alas.

No era posible.

—No debiste venir —murmuró él, caminando hacia ella.

—Soñé contigo —respondió con voz temblorosa—. Soñé con fuego, con alas, con… algo que no entiendo.

Azrael la sostuvo por los brazos, con delicadeza pero con firmeza.

—Hay cosas que aún no estás lista para saber, Isabella.

—Entonces dime por qué tengo visiones que no comprendo. Dime por qué a veces siento que no soy solo una mujer cualquiera. ¿Por qué tú?

Azrael respiró hondo. Sabía que este momento llegaría. El momento de dejar caer las máscaras, de mostrarle la verdad que tanto había protegido.

—Porque tú tampoco eres cualquiera —dijo en voz baja—. Y porque tu alma… tu alma recuerda cosas que tu mente ha olvidado.

El suelo pareció temblar bajo sus pies. Isabella retrocedió un paso, con los ojos muy abiertos.

—¿Quién eres tú, Azrael?

Él bajó la mirada. Cuando la volvió a levantar, sus ojos ya no eran humanos. Eran luz pura.

—Un enviado. Un ángel. Un guerrero del cielo que ha descendido para entender el alma humana... y a través de ti, estoy empezando a hacerlo.

Isabella se cubrió la boca con una mano. Todo dentro de ella se quebró y se reorganizó en un segundo. El mundo que conocía ya no era el mismo. Las piezas encajaban: su intuición, sus sueños, esa atracción inexplicable. Pero nada podía prepararla para lo que sentía ahora.

—¿Y yo? —preguntó, con un nudo en la garganta—. ¿Qué soy yo en todo esto?

Azrael se acercó, tocando su mejilla con suavidad.

—Tú eres la razón por la que sigo creyendo que la humanidad aún puede ser salvada.

Una lágrima cayó por la mejilla de Isabella. No sabía si era por miedo, por amor o por ambas cosas. Pero en lo más profundo de su ser, algo le dijo que su destino estaba unido al de él desde antes del tiempo.

Y esta vez, no correría.

En lo alto del firmamento, un par de ojos divinos observaban en silencio. El plan estaba en marcha.

Y el corazón del arcángel… comenzaba a inclinarse hacia lo humano.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.