Azrael no podía deshacerse de la sensación que lo perseguía. La oscuridad había tocado la Tierra, y con ella, algo mucho más siniestro que simplemente las sombras. A pesar de las batallas que libraba contra las fuerzas que amenazaban la humanidad, había algo en la atmósfera que le resultaba inquietante, algo que lo hacía sentirse como si estuviera al borde de un precipicio, esperando el momento exacto en que todo se desmoronara.
Isabella había sentido lo mismo, y aunque no lo decía en voz alta, las miradas entre ellos reflejaban la creciente tensión. El peligro que les acechaba estaba lejos de haber desaparecido, y cada vez que la sombra oscura hacía una aparición, Azrael sentía que el tiempo se agotaba.
Esa tarde, al caer el sol, decidieron alejarse del refugio por un tiempo. Caminaban en silencio, sin hablar, cada uno con sus pensamientos, pero era evidente que la conexión entre ellos estaba fortaleciéndose. Azrael aún no entendía completamente lo que sentía, pero cuando sus ojos se encontraban con los de Isabella, algo dentro de él se encendía, un deseo profundo de protegerla, pero también una necesidad de comprender qué era lo que realmente lo unía a ella.
—No quiero que te pongas en peligro —dijo Azrael de repente, su voz grave rompiendo el silencio.
Isabella lo miró con una mezcla de confusión y determinación. No estaba dispuesta a quedarse al margen mientras él luchaba solo. A lo largo de su vida, había aprendido a valerse por sí misma, y aunque Azrael tenía una fuerza descomunal, sabía que no podía enfrentarse a lo que se avecinaba sin una ayuda real.
—No quiero que me protejas, Azrael. Yo también puedo luchar —respondió con firmeza, sin apartar la mirada.
Azrael la observó, sus ojos fijos en ella. Podía sentir la determinación en su voz, y aunque sabía que ella no era una guerrera como él, no podía evitar admirar su coraje. En un mundo lleno de sombras y caos, ella seguía de pie, sin rendirse.
—No se trata de eso —dijo Azrael, suavizando su tono—. No se trata de protegerte de lo que ya está aquí. Se trata de que este lugar, esta ciudad, esta humanidad... está al borde de algo mucho más grande que cualquier batalla que haya librado.
Isabella se detuvo, mirando el horizonte. El sol se estaba ocultando, y la oscuridad comenzaba a extenderse. Algo en el aire era diferente esa noche, como si algo estuviera esperando el momento adecuado para manifestarse.
—¿De qué hablas? —preguntó Isabella, con la voz llena de incertidumbre.
Azrael se acercó a ella, sus pasos resonando en el suelo silencioso. Tomó una profunda respiración, como si estuviera buscando las palabras correctas para explicarlo. A pesar de la fuerza que emanaba de él, había una vulnerabilidad en su mirada, algo que nunca antes había mostrado a los humanos.
—Hace mucho tiempo, en una vida que no recuerdo completamente, hubo un despertar... una guerra que fue más allá de lo físico. Enfrentamos una oscuridad que ni siquiera los ángeles más poderosos pudieron derrotar. Y ahora, esa oscuridad ha regresado, y está tomando forma en este mundo. El abismo está cerca, Isabella. Y está esperando el momento perfecto para arrasarlo todo.
Isabella lo miró en silencio, intentando comprender la magnitud de lo que él decía. No era la primera vez que escuchaba hablar de la oscuridad, de las sombras que acechaban el mundo, pero las palabras de Azrael tenían un peso que no podía ignorar.
—¿Qué podemos hacer? —preguntó finalmente, su voz suave pero llena de determinación.
Azrael la miró fijamente, y por un instante, el mundo a su alrededor pareció desvanecerse. Lo que sentía por ella, lo que lo unía a ella, iba más allá de lo que él había imaginado. Y aunque su misión era clara, proteger la humanidad y detener la oscuridad, sabía que no podía hacerlo solo.
—Juntos, tal vez podamos detenerlo. Pero necesitaré que confíes en mí, Isabella. Y necesitaré que no pierdas la fe en lo que podemos lograr.
Isabella asintió lentamente, sus ojos brillando con una determinación que él no había visto antes en nadie más. Sin importar lo que se avecinara, ella no daría un paso atrás.
—Lo haré, Azrael. Pero tú también tienes que confiar en mí. No estamos solos en esto.
Un silencio pesado se instaló entre ellos mientras observaban el horizonte, donde la oscuridad comenzaba a expandirse como una marea imparable. Aunque el futuro parecía incierto, algo en sus corazones les decía que no podían rendirse. La batalla aún no había terminado, y si bien el abismo parecía cercano, la luz en su interior podía ser la única esperanza.
La noche cayó finalmente sobre la ciudad, pero con ella, también llegó una nueva comprensión: la lucha que les esperaba sería más peligrosa de lo que imaginaban, pero no estaba fuera de su alcance. Juntos, podrían enfrentarse a la oscuridad.
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¿Comentenme que tal les va pareciendo la historia?