El viento soplaba con fuerza esa noche, haciendo que las hojas de los árboles se agitaban violentamente. La ciudad, usualmente llena de ruido, parecía estar en un extraño silencio, como si todos los habitantes pudieran sentir la tensión en el aire. Azrael y Isabella caminaban lado a lado, sus pasos resonando sobre las calles vacías. Ninguno de los dos decía una palabra, pero el peso de la situación era claro para ambos. La oscuridad que había amenazado el mundo durante siglos estaba ahora más cerca que nunca, y aunque la batalla contra ella ya había comenzado, el futuro seguía siendo incierto.
El cielo, cubierto de nubes grises, parecía reflejar sus pensamientos oscuros. Azrael no podía evitar la creciente sensación de que algo más grande que él mismo estaba en juego. A pesar de su fortaleza como arcángel, sentía que había una fuerza más poderosa que aún no comprendía completamente. Pero lo que más lo desconcertaba era su conexión con Isabella. Algo en ella lo atraía de una manera que no podía ignorar, algo que no podía comprender pero que lo mantenía cerca de ella.
Isabella, por su parte, no podía dejar de pensar en todo lo que había sucedido desde que Azrael había llegado a su vida. Al principio, lo había visto como un ser lejano, casi inalcanzable. Pero con cada día que pasaba, la relación entre ellos se volvía más profunda. Su presencia la calmaba, pero también la desbordaba. Había algo en su mirada que la hacía sentirse protegida, y al mismo tiempo, algo en su aura que la desbordaba de emociones intensas. No entendía qué era, pero sentía que había algo más en él, algo que ni siquiera él mismo entendía.
—No lo entiendes, ¿verdad? —dijo Isabella, rompiendo el silencio mientras caminaban—. No entiendo cómo alguien como tú puede tener tanto poder, pero aún estar tan confundido.
Azrael se detuvo, mirándola con una expresión que reflejaba tanto la confusión como la calma que siempre mantenía en su rostro. Por un momento, su mirada se suavizó, y pudo ver en sus ojos la sinceridad de su pregunta.
—Es difícil de entender incluso para mí, Isabella. Soy un ser creado para una misión, pero las emociones humanas... estas cosas... no son algo que haya conocido antes. Lo que siento por ti es... diferente.
Isabella frunció el ceño, sin poder evitarlo. La forma en que él se expresaba sobre sus emociones era tan diferente a la de cualquier otro ser humano que había conocido. No era como cualquier persona con la que había hablado, ni como cualquier amante que había tenido. Era un ser ajeno a la vida humana, y, sin embargo, algo de él la tocaba profundamente.
—Esos sentimientos no son débiles, Azrael. Son lo que te hace... más humano. Y lo que más me asusta es que, aunque somos diferentes, siento que somos más similares de lo que imaginas.
El arcángel suspiró, continuando su camino. El aire frío tocaba su rostro, pero no lo sentía. Para él, el frío no significaba nada. Sin embargo, las palabras de Isabella parecían arder en su pecho, como una llama que no podía extinguirse.
—Lo que está sucediendo... las sombras... no puedo permitir que te pongas en peligro por mí, Isabella. El mal que se avecina es más grande de lo que cualquier ser humano puede enfrentar. Y mi misión... mi misión es detenerlo, no dejar que se propague por el mundo. Pero no puedo hacerlo sin ti. El destino nos ha unido por una razón, y esa razón va más allá de cualquier poder que yo tenga.
Isabella lo miró, sorprendida por la vulnerabilidad en su voz. Aunque él siempre había sido fuerte, a lo largo de las semanas había comenzado a mostrar una humanidad que nunca habría esperado de un ser tan antiguo y poderoso.
—No estás solo, Azrael —respondió ella con firmeza—. Si hay algo que he aprendido en mi vida es que no importa cuán difícil sea el camino, siempre hay una forma de enfrentarlo. Y yo estaré contigo en cada paso. No soy solo una humana cualquiera. Sé lo que está en juego, y estoy dispuesta a luchar a tu lado.
Las palabras de Isabella lo tocaban profundamente, pero también lo llenaban de una sensación de temor. La oscuridad que se avecinaba no perdonaría a nadie, y si ellos no eran lo suficientemente fuertes, si no lograban detenerla, todo lo que amaban podría ser destruido.
—No te pido que luches, Isabella. No quiero que pagues el precio de esta guerra —dijo Azrael, tomando su mano con suavidad—. Pero al mismo tiempo, sé que no puedo detener esto sin tu ayuda. Eres más fuerte de lo que piensas, más de lo que incluso yo podría haber imaginado.
Isabella apretó su mano en la suya, sin apartar la mirada de sus ojos. La intensidad de su conexión parecía crecer con cada palabra, con cada gesto. Ya no era solo una lucha por salvar a la humanidad. Era una lucha por algo mucho más profundo. Algo que no podía entender del todo, pero que sentía con cada fibra de su ser.
—Si vamos a luchar, lo haremos juntos. Y si hay algo en lo que creo, es que juntos somos invencibles.
Azrael cerró los ojos por un momento, sintiendo el peso de sus palabras. La lucha que les esperaba no iba a ser fácil. Pero con Isabella a su lado, sentía que había algo que podría vencer cualquier sombra, cualquier oscuridad que los rodeara.
Cuando finalmente abrieron los ojos, el cielo comenzaba a oscurecerse aún más, y las sombras en el horizonte parecían más profundas que nunca. Pero en medio de la oscuridad, había una luz que brillaba más fuerte que antes. Era la luz de su unión, la fuerza que los mantenía firmes, a pesar de todo lo que se avecinaba.
No sabían qué les depararía el futuro, pero algo dentro de ellos les decía que, juntos, podrían enfrentarlo todo. No habría sombra que pudiera apagar esa luz. No habría oscuridad que pudiera separarlos.
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Les dejaré este último capítulo el día de hoy. Cada día estaré publicando nuevos capítulos. Espero su apoyo, muchísimas gracias a las personitas que ya están empezando a leer esta historia.