Azrael se encontraba en el borde de la caverna, mirando el horizonte. La ciudad abajo parecía tranquila, ajena a la tormenta que se desataba en su interior. El arcángel, con su mirada fija en el paisaje, sentía el peso de las decisiones que debía tomar. Cada acción que emprendía en este mundo tenía consecuencias no solo para él, sino para los humanos que había jurado proteger y para el destino mismo de la humanidad.
Sophie se había convertido en una presencia irremediable en su mente, pero no de la manera en que ella lo deseaba. Ya no había espacio para la nostalgia o el arrepentimiento. Azrael había comprendido que su pasado con ella pertenecía a una vida que ya no existía, que debía cerrarse para que su corazón pudiera abrirse a lo que el futuro le deparaba. El futuro... y Isabella.
Ella se había ganado su confianza de una forma que ni él mismo entendía. Había algo en su alma que despertaba la pureza y la bondad que Azrael había olvidado durante milenios. Isabella no era solo un ser humano más. Ella era la oportunidad de redención que el Cielo había puesto frente a él.
La voz de Elías interrumpió sus pensamientos.
—Azrael —dijo Elías con tono firme—, aún tienes mucho por hacer. No puedes quedarte allí esperando que las cosas sucedan por sí solas.
Azrael giró lentamente, encontrando a Elías en la entrada de la caverna. El arcángel lo observó en silencio, como si ponderara las palabras de su amigo.
—Lo sé —respondió Azrael finalmente—. Pero el miedo es algo que nunca me había detenido antes. Esta vez, algo es diferente.
Elías se acercó, posando una mano en su hombro con una mezcla de comprensión y preocupación.
—Es la humanidad, Azrael. El amor que experimentas, lo que sientes por ella... es más fuerte de lo que crees. Y con todo lo que está en juego, también es la clave para la salvación de este mundo.
Azrael cerró los ojos por un momento, como si quisiera bloquear la verdad que lo invadía. La idea de que sus propios sentimientos fueran lo que el destino necesitaba lo perturbaba. ¿Podía confiar en su corazón después de tanto tiempo? ¿O solo estaba jugando a ser humano, cuando en realidad su misión era más grande que cualquier emoción?
—Sé lo que tengo que hacer —dijo con voz grave—. Pero primero, necesito saber lo que ella realmente quiere.
Elías asintió, dándole su apoyo sin palabras. Sabía que, más allá de los pensamientos de Azrael, su misión era crucial. Y la única forma de saber si realmente había algo que salvar en la humanidad era seguir adelante, tomar riesgos, y, sobre todo, confiar en el amor que había nacido entre ellos.
Con el alma más pesada que nunca, Azrael se dio la vuelta y descendió hacia la ciudad, su destino ya marcado. No había vuelta atrás.