Isabella se despertó en medio de la noche, bañada en sudor, su respiración entrecortada, como si hubiera corrido kilómetros sin descanso. A su alrededor, la habitación estaba en completo silencio, pero el eco de los sueños que la habían atormentado seguía resonando en su mente.
Desde que había descubierto la verdadera naturaleza de Azrael, algo dentro de ella había cambiado. Su corazón latía con fuerza cada vez que pensaba en él, pero lo que más la perturbaba eran las visiones que se repetían noche tras noche. Imágenes distorsionadas de un futuro incierto, fragmentos de un pasado celestial que no entendía completamente, y una oscuridad envolvente que parecía acercarse a ella con cada sueño.
— ¿Qué significa todo esto? — murmuró, sentándose al borde de la cama.
Azrael había estado a su lado en las últimas semanas, pero aún no podía comprender completamente el propósito que tenía su presencia en su vida. Él había sido claro en cuanto a sus intenciones: protegerla, guiarla y, sobre todo, ayudarla a descubrir la fuerza interior que ni ella misma sabía que poseía.
Pero algo seguía sin encajar. Isabella sabía que estaba ligada a un destino mayor, algo mucho más grande que su propia vida, pero las piezas no terminaban de unirse.
De repente, una presencia familiar invadió la habitación. Azrael apareció en el umbral, su figura imponente y luminosa, como una sombra al amanecer. Sus ojos dorados se posaron sobre ella con una intensidad que la hizo sentirse vulnerable, pero también reconociendo algo profundo en su interior.
— Isabella — su voz resonó en la quietud de la noche, suave pero llena de poder.
Isabella levantó la vista, encontrando en sus ojos algo que le dio consuelo y miedo a la vez. Azrael no necesitaba palabras para hacerla sentir como si él fuera la única constante en su vida.
— Tengo miedo, Azrael — confesó ella, su voz temblando ligeramente, pero con una determinación que la sorprendió incluso a sí misma.
El arcángel dio un paso hacia ella, y sin decir una palabra, se sentó junto a ella en la cama. No era necesario que le preguntara por qué temía, porque sabía lo que sentía. La oscuridad que había comenzado a rodearlos no era solo algo físico, era algo que también se cernía sobre ella misma, sobre sus emociones y pensamientos.
— El miedo es natural, Isabella — respondió él, mirando al frente. Su tono era firme, pero lleno de comprensión. — Es parte de la travesía. Pero no dejes que controle tu destino. Solo a través del miedo podemos aprender lo que realmente somos.
Isabella lo miró, sorprendida por la sabiduría de sus palabras. Había algo en Azrael que la hacía sentir que podía confiar en él sin reservas, algo en su ser celestial que transcendía cualquier duda que pudiera tener sobre su humanidad.
— Pero yo no sé cómo enfrentar todo esto — dijo ella, mirando sus manos, como si pudieran darle alguna respuesta. — Las visiones, los sueños, las voces... siento que estoy perdiendo el control.
Azrael giró su rostro hacia ella, y por primera vez, su expresión mostró una vulnerabilidad que no había mostrado antes.
— La oscuridad está dentro de todos nosotros, Isabella. No es algo ajeno. Lo que ves en tus sueños es un reflejo de tu lucha interna, de tus miedos y dudas. Si aprendes a aceptarlo, a enfrentarlo, te darás cuenta de que no estás sola en esto.
Isabella asintió lentamente, sintiendo un peso ligero en su pecho. Las palabras de Azrael le dieron una sensación de calma que no había experimentado antes. Sabía que su viaje no sería fácil, pero con él a su lado, algo en su interior le decía que podía resistir.
De repente, un brillo tenue iluminó la habitación, y el aire se volvió pesado. Azrael se levantó rápidamente, y su mirada se tornó alerta.
— Algo está por suceder — dijo con gravedad. — Y debemos estar preparados.
Isabella se levantó también, sus sentidos agudizándose ante la tensión que se percibía en el aire. Algo oscuro, más allá de todo lo que habían enfrentado hasta ahora, se acercaba con rapidez.
— ¿Qué debemos hacer? — preguntó Isabella, el miedo regresando con fuerza, pero ahora combinado con una sensación de determinación.
Azrael la miró, sus ojos dorados brillando con una intensidad incandescente.
— Confiar en ti misma, Isabella. El destino nos ha unido por una razón. Y tú tienes más poder del que imaginas.
Isabella respiró hondo, mirando a Azrael, y luego a la oscuridad que comenzaba a envolver la habitación. Algo dentro de ella resonó con la certeza de sus palabras. No estaba sola. No esta vez.
Mientras el aire a su alrededor se volvía denso y cargado, Isabella sintió una energía latente en su interior. La conexión que había formado con Azrael no era solo un lazo espiritual, era algo más profundo, algo que ahora comprendía.
La luz de su alma comenzaba a brillar con más fuerza, y por primera vez, no tenía miedo de lo que pudiera venir.
La batalla que se avecinaba sería difícil, sí. Pero ella estaba lista para enfrentarla.