La debilidad del Arcángel (bilogía Arcángel - Libro I)

Capítulo 48: La Revelación del Viento

El cielo se tornó gris, un tono ominoso que cubría el horizonte mientras Azrael y Isabella caminaban por el sendero apartado, alejados de la ciudad. La paz que hasta hace poco los había envuelto se desvaneció, reemplazada por una tensión palpable en el aire. Azrael sintió, como nunca antes, que algo estaba por ocurrir, algo que cambiaría el rumbo de la misión que aún tenía por delante.

—Isabella... —Azrael comenzó, su voz profunda, pero con una carga emocional que rara vez mostraba. La miró con una intensidad desconocida para él—. Hay algo que debo decirte.

Isabella levantó la vista, percibiendo el cambio en su tono. No era el mismo ángel que había conocido, ni siquiera el mismo ser que había guardado tanto en su interior. Este Azrael era diferente, más vulnerable, y eso le provocaba una mezcla de preocupación y empatía.

—¿Qué pasa? —preguntó con suavidad, deteniéndose para enfrentarle. El viento soplaba suavemente, despeinando sus cabellos, pero Azrael no podía dejar de notar cómo se había acercado a él, como si su presencia fuera aún más necesaria.

—Mi misión... no solo es observar, Isabella. —Azrael dio un paso más cerca, su mirada fija en ella, como si tratara de transmitirle la gravedad de lo que le revelaba—. Lo que busco no es solo evaluar a la humanidad. Es algo más grande. Algo que involucra nuestro destino, el de los dos.

Isabella frunció el ceño, el temor aflorando en su pecho. Había sentido durante todo este tiempo que su conexión con Azrael era más profunda de lo que cualquiera podría entender, pero ahora, frente a esta revelación, no podía evitar cuestionarse qué tan preparada estaba para lo que viniera.

—¿Qué estás tratando de decirme? —su voz temblaba ligeramente.

Azrael respiró hondo, como si el peso de las palabras que estaba a punto de decirle fuera más pesado que cualquier batalla que hubiera librado. En sus ojos brillaba una mezcla de dolor y determinación.

—Tu destino... y el mío, Isabella, están entrelazados. No es casualidad que haya venido a la Tierra, ni que tú hayas cruzado mi camino. Hay algo más que nos une, algo que ni tú ni yo hemos podido comprender completamente hasta ahora. —Su voz era baja, como si temiera que el viento, que ahora comenzaba a intensificarse, pudiera robarle esas palabras.

Isabella, al escuchar sus palabras, sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal. Era como si el mundo a su alrededor se hubiera desvanecido, dejándolos a ambos en una burbuja de silencio. Azrael no la miraba como el protector que ella había conocido, ni siquiera como el ángel que había sido su salvador. Ahora, parecía ser una figura más vulnerable, como si su propia misión estuviera en juego.

—Azrael, ¿qué significa todo esto? —preguntó, su voz apenas un susurro.

El ángel la miró fijamente y, por primera vez, Isabella vio en sus ojos no solo la serenidad de un ser celestial, sino también la lucha interna de alguien que tenía que tomar decisiones que podían cambiarlo todo.

—Lo que está por venir... cambiará nuestra historia, Isabella. Y si estamos juntos en esto, lo entenderás todo.

Isabella observó a Azrael con una mezcla de confusión y temor, intentando procesar lo que acababa de escuchar. No había duda de que algo muy grande estaba sucediendo, pero el peso de sus palabras la había dejado sin aliento. La conexión que ambos compartían, esa extraña pero profunda relación, ya no era solo el encuentro de dos almas. Había algo mucho más grande, algo que no comprendía, pero que sentía en lo más profundo de su ser.

Azrael levantó la mano, como si quisiera tocar su rostro, pero en lugar de hacerlo, dejó que su dedo apenas rozara el aire entre ellos. La distancia que los separaba parecía más significativa que nunca. Un suspiro largo escapó de sus labios.

—No sé cómo explicártelo, Isabella. —sus palabras eran llenas de dolor, como si finalmente estuviera revelando la verdad más temida de todas—. Mi llegada a la Tierra no fue una elección. No es solo una misión que me ha sido encomendada. Es una prueba, una prueba que involucra a todos, a los humanos y a los ángeles por igual. Y ahora... tú eres parte de ella.

Isabella dio un paso atrás, su mente dando vueltas a la información que acababa de recibir. "Una prueba", pensó, mientras sus manos temblaban ligeramente. "¿Qué clase de prueba? ¿Qué tipo de destino nos espera?" Pero había algo en los ojos de Azrael, algo que la empujaba a seguir escuchando, a entender.

—¿Por qué yo? —susurró, casi sin poder creer lo que preguntaba. Sus palabras salieron de sus labios como si no pudiera controlarlas, como si su corazón le dictara la pregunta que realmente quería hacer, la que se estaba ocultando entre todas las demás—. ¿Por qué me elegiste a mí? ¿Por qué mi vida se entrelazó con la tuya?

Azrael cerró los ojos por un momento, como si intentara hallar las palabras correctas en su mente. Cuando los abrió de nuevo, su mirada era intensa, tan profunda que parecía como si pudiera ver más allá de ella misma, más allá de cualquier mortal. No había en sus ojos nada de la serenidad de un ser divino. Solo quedaba un ser humano, un ser lleno de dudas, preguntas y un destino que no podía evitar.

—No fui yo quien te eligió, Isabella. —dijo, su voz grave y firme—. Fue el destino. Nuestra conexión es más antigua de lo que imaginas. De alguna forma, el universo nos ha unido. Y ahora que te lo he dicho, todo se vuelve más complicado. La verdad que tengo que ofrecerte, lo que ahora compartimos, cambiará todo. Tú también debes tomar decisiones, decisiones que podrían decidir no solo tu futuro, sino el de la humanidad.

Isabella se quedó en silencio. El viento continuaba soplando a su alrededor, llevando consigo el peso de sus palabras, como si todo lo que estaba por suceder fuera inevitable. Los árboles susurraban en la distancia, pero en su interior solo había un eco de incertidumbre y miedo. ¿Cómo podría alguien tan cercano a ella, alguien que había compartido tantas horas de su vida, ser parte de algo tan grande, tan aterrador?




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