La debilidad del Arcángel (bilogía Arcángel - Libro I)

Capítulo 59: Ecos de traición

Las noches se hacían más densas, el viento traía susurros que no pertenecían al mundo de los vivos, y el pueblo comenzaba a dividirse silenciosamente. Azrael lo percibía, no necesitaba pruebas, bastaba con el pulso de la energía que se agitaba en la tierra. Algo oscuro germinaba dentro del mismo lugar que habían empezado a llamar hogar.

Isabella lo notaba también. Aunque los entrenamientos continuaban, aunque muchos estaban comprometidos, ya no todos miraban a Azrael como antes. No era rechazo abierto, sino algo más sutil: dudas disfrazadas de obediencia, miradas que no se sostenían, palabras que se quedaban a mitad de camino. Y el dolor de esa posible traición, comenzaba a calar hondo.

—Están perdiendo la fe —susurró ella una noche, sentada junto a Azrael, cerca del fuego—. Y no todos… están aquí para protegernos.

—Lo sé —respondió él, observando las llamas como si buscaran respuestas entre los destellos—. Sariel es astuto. Está usando sus miedos contra ellos. No necesita obligarlos. Solo tiene que tentarlos.

Isabella desvió la mirada. No quería decir lo que pensaba, pero lo hizo de todos modos.

—¿Y si ya lo hizo?

Elías notó algo extraño al día siguiente. Uno de los jóvenes que más se había esforzado en los entrenamientos, que más había defendido a Azrael con vehemencia… estaba desaparecido. No había vuelto a su hogar desde la noche anterior.

—Se llamaba Marcos —le dijo a Isabella—. Era de los primeros en alzar la voz cuando alguien dudaba de Azrael… pero ahora nadie lo encuentra.

—¿Y si solo se fue por miedo? —preguntó ella.

—¿Y si no? —respondió Elías, con seriedad—. Algo no me cuadra. Sus cosas siguen en su casa, pero su cama está sin desordenar, como si nunca hubiera dormido ahí. Y su madre… jura que escuchó voces fuera de su cabaña justo antes del amanecer.

Isabella sintió un escalofrío recorrerle la columna.

—Necesitamos hablar con Azrael —dijo.

La conversación con Azrael no tardó en volverse más profunda de lo previsto.

—No es el primero —les confesó con una gravedad inquietante—. Dos más desaparecieron la semana pasada. Lo mantuve en silencio para no sembrar el caos… pero ya no podemos esconderlo.

Elías apretó los puños.

—¿Y qué hacemos ahora?

Azrael se levantó, su figura parecía aún más imponente bajo la luz crepuscular.

—Debemos desenmascarar a los infiltrados. Pero no con fuerza. Necesitamos claridad, estrategia… y sobre todo, fe.

—¿Fe? —repitió Isabella.

—En que no todos se venderán por miedo. En que aún hay quienes creen que vale la pena luchar, incluso sin garantías.

Esa noche, se convocó una reunión secreta con los más leales. Entre ellos estaban Sophie, Elías, y algunos aldeanos que habían demostrado entrega sincera.

—Necesitamos detectar la influencia oscura entre nosotros —dijo Azrael—. No busco castigar, sino proteger. Pero si no hacemos algo… Sariel tomará este lugar sin lanzar una sola flecha.

Uno de los hombres levantó la mano.

—¿Cómo sabremos quién está bajo su control?

Sophie fue quien respondió.

—La oscuridad deja rastros. No en los ojos, ni en la piel, sino en las acciones. Pequeños cambios. Palabras que contradicen lo que antes defendían. Frialdad donde antes había pasión.

Azrael asintió.

—A partir de hoy, cada uno de nosotros deberá observar. No con juicio… sino con discernimiento. Y si encuentran algo… vengan a mí.

Pero esa misma noche, una figura encapuchada se infiltró en la zona de entrenamiento. No robó nada. No destruyó nada. Solo dejó un mensaje escrito en sangre en el centro del círculo:

"La luz se apaga desde dentro."

Isabella fue la primera en verlo al amanecer, y aunque sus piernas temblaban, su voz no lo hizo cuando llamó a Azrael. Él lo leyó en silencio y luego quemó el mensaje sin dejar que los demás lo vieran.

—Esto es un aviso —dijo—. Pero también es una declaración de guerra.

—¿Qué hacemos ahora? —preguntó Isabella.

Azrael levantó la mirada hacia el cielo. Ya no pedía señales. Ahora daba respuestas.

—Nos preparamos. Porque la oscuridad ya está entre nosotros… pero aún no ha ganado.




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