La Decisión - Poema corto

Catarsis

Te amo, comenzó a decir mi acelerado corazón transmitiéndole toques rítmicos a mis pupilas que te miraban con anhelo. Un nuevo amor comenzó a formar raíces en mi pecho, asegurándose una larga estadía.

Nuestro amor fue creciendo, mutando, se moldeó mientras el tiempo nos maduraba entre sus ramas, se proyectó a un futuro compartido donde nuestros cuerpos danzaban junto a nuestras almas y aquellas pequeñas raíces ahora cobraban mayor fuerza.

Mis alas volaban libres junto a las tuyas, eran fuertes. Hermosas.

Me libero.

Hasta que un nuevo personaje se hizo presente en esta historia. Problema, llegó a interrumpirnos con dulces argumentos, pero te acaricié el pecho con palabras de aliento, y me tocaste con una mirada tan reconfortante que caló mis sentidos. Tu mano tomada a la mía.

Te amo, y lo apuesto todo. Dije.

Pasó el tiempo y Problema quiso ser nuestro amigo, permaneciendo por mucho más junto a nosotros, nublando nuestro sentido común. Se lo permitiste.
Te endulzó el oído por años.
Luego de instalarse en tu pecho con premura, te presentó a una nueva amiga, Ansiedad, quien te saludó con una falsa sonrisa y tú caíste sin más.

Ella comenzó a inundarte los cinco sentidos, y pronto no podías avanzar si ella no tomaba tu mano. Ansiedad era horrorosa, fea, pero se disfrazaba de preocupaciones necesarias, de anhelos futuros, y así lograba mirarse hermosa. En ese entonces lo supe: ella no nos abandonaría jamás, y entonces comenzé a retroceder.

Me desespero.

Intentaba arrancarla de tus entrañas con mis besos apresurados, entregándome al vacío de tu indecisión, cayendo en picada libre sin notarlo. Intenté agarrarla con mis propias manos y de un tirón alejarla de tus pulmones. Pero no pude, te adaptaste a ella, respiraste hondo y la abrazaste, la miraste con amor. Me convenciste de aceptarla en mí también.

Me decepciono
Una vez, dos veces, miles

Los cuestionamientos que por años me persiguieron hoy quieren darme el veredicto final. Estoy cansada de huir de ellos, de ignorarlos, de luchar como defensora de lo indefendible, mi mente me reta a dejar de apostar. No te pude recuperar. 

Te amo, pero no puedo continuar.

Me rindo.

Si dejarte ir es lo correcto, ¿Por qué se siente tan mal?

Ya no es igual que antes, me dice mi corazón, pero a la vez está tan indeciso de su propia determinación. 
Se siente hambriento, tu amor ya no lo alimenta lo suficiente, tus caricias ya no lo sacian por completo, ni tus ojos lo han vuelto a embriagar. 

Me arden los recuerdos, me queman las risas, se me acalambran los párpados aguantando las lágrimas mientras veo las escenas de amor pasar frente a mí. Vivimos demasiado. ¿Qué pasó?

Me congelo.

Te amo, pero me duele.

Camino por el oscuro pasadizo que me lleva a cada rincón donde guardamos algún beso, algún abrazo, pero el olor a moho inunda mi nariz. Respiro de nuevo, siento el aire fresco jugando sobre mi piel erizada y siento tu respiración helada al lado mío. Me pierdo. Esto ya no luce familiar, es extraño, es frío, es... rutina.

Me alejo.

El líquido caliente que recorre mis pálidas mejillas, me grita que soy humana, que está bien sentir. Mal o bien pero sentir al fin. Entonces me confundo, que me expliquen por qué me duele todo el cuerpo, me falta el aire.

Mi estómago se anuda hablándome del dolor que no quiero aceptar en mi sistema. Mi cuerpo te resiente.

No quiero pensar más, pero el pensamiento es más rápido y se escapa de mi débil custodia a lo profundo del alma. Allí la acaricia con piel consoladora, la toca para que entienda que esta es la realidad que toca afrontar. No quiero.

Mi alma duele. Siento un hilo gris como humo estirarse desde mi ser traspasando mi interior, recorriéndome a través del tórax, para alcanzarte antes de que me des la espalda. Te veo, desvaneciéndote.

Me decido.

Una decisión, un final, un amor único que comienza a ver su túnel blanco, para terminar en un amplio paredón sin salida cubierto por mis ojos impresos allí. Te miran, te extrañan.

Si el amor es tan increíble, ¿Por qué nos deja a ciegas para poder sentir? Trazamos ilusiones de tinta indeleble que no se cumplirán, llenamos cajones de caricias y promesas que a la larga sólo pesan y acumulan polvo en algún recoveco de nuestro archivero corazón.

Quiero verte esos ojos negros por última vez y decirte tantas cosas. 

Ya no es suficiente.

Te amo, pero te dejo ir.

Porque es lo mejor que puedo hacer en este momento.

Nos toca emprender la vida por separado, nos toca aferrarnos a la experiencia que nos dejó este amor fallido como si fuera un premio de consolación.

Quizás si le atribuimos la culpa de esto al destino la cruda realidad nos caiga mejor, quizás no nos presentó cuando estábamos listos y nos arruinó la única jugada que teníamos.

Quizás fue mi culpa, quizás fue la tuya. Nunca lo vamos a poder saber con certeza.

No quiero hacerlo, te juro que no quiero, mi amor.
Me sostengo con una mano mi desgarrado corazón, sabiendo que después de este último beso ya no habrá retorno. Te voy a extrañar.

Me vas a olvidar.

Te voy a recordar.

Te amo, pero te digo adiós.



#22926 en Otros
#6807 en Relatos cortos

En el texto hay: desamor y amor, drama amor, poema corto

Editado: 13.09.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.