—No digo eso, sólo no tienes que confiar en cualquiera que te encuentres.
—Lo tendré en cuenta.
Llegó con una gran carreta llena de provisión como para meses, lo sentí un poco exagerado, además era llevada por dos bisontes. Frenó al lado del topo para subirlo y quise ofrecerle mi ayuda, sólo que, en el momento de intentarlo, él lo subió usando su propia fuerza; aunque había usado una habilidad llamada “potenciación” según la zorra, que curiosamente me habló a través de la mente, sintiéndose muy raro.
Luego de recoger los conejos, porque no tenía pensado desperdiciarlos, dimos marcha el viaje.
—¿Usas magia de hielo?
—¿Cómo lo supiste?
—Es que dicen que los que tienen el pelo blanco como tú están bendecidos por el espíritu del hielo. Es la primera vez que veo a alguien con ese color, y el tuyo es muy blanco como la nieve.
—No me hagas ilusiones.
—Es un dato, ¿Sabes usar algún conjuro?
—Sólo uno. Una bola de hielo que, al parecer, sólo congela temporalmente.
—Ya veo, ¿Quieres que te dé un arco? Tengo varios.
—¿De verdad me regalarás un arco? No sé qué decirte.
—Con un gracias es suficiente.
—Gracias. Aunque… No creo que me sirva, no sé usarlo.
—Yo te enseño.
—Dudo que alguien inútil como yo logre aprender, pero… Intentémoslo.
—Nadie es inútil, algunos les cuestan más que a otros. Eso es todo.
Nos detuvimos allí mismo, y Shader comenzó a explicarme con paciencia cada detalle. Intenté varias veces seguir sus indicaciones, pero fallé en todas; desanimándome de inmediato. Él, sin embargo, no perdió la calma; me dio ánimos y me recordó que no había prisa, que el pueblo seguiría en su sitio, aunque tardara en aprender.
Pronto descubrí algo que no había considerado: sostener el arco durante tanto tiempo era agotador, y la tensión en mis brazos me obligó a rendirme como el perdedor que siempre fui. Me senté en la parte trasera de la carreta, con la zorra hecha un ovillo en mi regazo, respirando tranquila.
Shader, atento, me alcanzó un vaso de agua de uno de los barriles. Al beberlo, me sorprendió su pureza: era fresca y ligera, muy diferente al agua de mi casa, sin ese desagradable sabor a cloro que me era tan familiar.
Cuando terminé, noté que me tendía algo frente al rostro.
—¿Qué es esto? —pregunté, intrigado.
—Un bocadillo —respondió con una sonrisa. —lo preparó mi madre; es una especialidad de mi pueblo.
Probé un bocado. El sabor era intenso, único, y me arrancó una mueca de satisfacción.
—Está… Muy bueno. —admití.
Shader asintió, orgulloso, como si la aprobación no fuera para el alimento, sino para la memoria de su madre.
—¿Y de qué está hecha?
—Es un secreto, si no, no sería una especialidad, ¿O sí?
—¿Al menos la venden? Es que es muy rico.
—Siempre les dije que lo hicieran, pero las regalan cuando pasan viajeros. Lo hacen como una bienvenida.
—¿Y por qué decidiste irte? Parece un buen lugar, además de ser aventurero.
—No es que me fui del todo, los iré a visitar de vez en cuando. Me fui para ser como mi padre, un aventurero memorable; quizás no sea alguien súper fuerte, pero ayuda a las personas sin busca de gloria. Él es mi héroe.
—Suena que es alguien increíble.
—¿Y qué hay de tus padres?
—Ellos… Murieron cuando era un niño.
—Carajos, perdón por preguntar.
—No, descuida. Como sea, mejor continuemos con el entrenamiento.
De tanto practicar, el tiempo pasó volando, era de noche cuando quise percatarme; estaba muy hambriento, así que Shader se puso a calentar un estofado que le había sobrado.
Permanecíamos en silencio mientras comíamos, así que para romper el hielo mencioné de sus peleas contra monstruos. Me sorprendió cuando afirmó que nunca había peleado contra uno, ni siquiera con bestias que se podían considerar monstruos.
En un momento a otro, se escuchó una risa que no parecía humana, era extraño, y de inmediato Shader se puso de pie con el arco en mano. No tenía idea de lo que era, por lo que me hizo preocupar, ya que él era un nativo; suponía que él tenía que saberlo todo, pero me percaté que yo no sabía todo acerca de mi mundo.
Noté dos puntos que parecían llama y las risas no dejaban de escucharse, apareciendo una tras otra. No podía moverme, lo intentaba de verdad, pero me era imposible, la sensación que sentía era profunda y aterradora; las risas parecían invadirme los pensamientos, haciéndome temblar con una mirada de horror.
El pasto cercano a nosotros pasó a estar en movimiento en varias partes, apareciendo unas cinco criaturas parecidas a un lince, pero con un tamaño un poco más grande.
Shader se preparó para disparar, y en ese instante todos dieron un salto, aunque desaparecieron como un humo negro, reapareciendo en frente de Shader al mismo tiempo. Lo siguiente que pasó fue verlo siendo despedazado, y la sangre cayendo en mí; dirigieron sus miradas hacia mí.
La respiración se me dificultaba y mis brazos estaban rígidos. Buscaba la ayuda de la zorra, sin embargo, ella yacía cerca del pasto. Por más que se me dificultaba moverme, la desesperación ganó y comencé a recitar el conjuro de las esferas, pero nada surgía; aun así, insistía.
—¡No, no, no, no, nooo! ¡No se me acerquen, malditas criaturas! —mis ojos ardían, sentía como si brillaran de repente—. ¡Los mataré a todos! —extendí la mano, emanando un brillo azul en la palma. —¡Mueran, mueran, mueraaan!
“¡Lie! ¡Razona Lie!”
Fue la voz de Shader, escucharlo me dejó entumecido por no esperármelo. En ese segundo apareció una chica con la cara borrosa, aunque podía notar una sonrisa. Con su mano apoyada en mi frente regresé a la realidad. Shader aún estaba mantenido de pie con vida.