La desaparición de Helena Sharp.

Cuarto día (mañana).

La mansión era aterradora. Incluso con el tiempo abandonada, poseía una buena fachada. Su arquitectura gótica, una que no es habitual en casi ningún lugar de este país, se mostraba imponente en contra de los árboles detrás. Lo que más me asustaba, en ese momento, fue la amplitud del terreno y su estado. Se suponía que este lugar estaba abandonado, pero los jardines, compuestos por cedros, flores blancas y violetas y muchos, muchos, arbustos de distintas formas, daban vida a un espacio solitario. Todo resaltaba incluso con la nieve que caía. No suelo verme acomplejado a la hora de tomar decisiones; después de todo, si no existe la convicción a la hora de actuar, los misterios terminan en el olvido. Pero esta mansión delante de mí me daba mala espina, no solo porque el lugar se encontraba cuidado, sino también por su maldad.

Caminé por la acera de enfrente, sin quitar mis ojos de las ventanas. No parecía haber nadie dentro. Eso era bueno, a lo menos para mis sospechas. Ahora, solo debía encontrar la forma de acceder a los pasillos interiores.

Con mi visión busqué ojos entrometidos por los alrededores, pero estaba solo. El lugar desprendía un aura de respeto, o bueno, no sé si aquella palabra era la adecuada, pero la gente se mantenía alejada del sitio. Necesitaba esa soledad si quería recorrer todo a mis anchas. En especial porque Catalina me prohibió de forma tajante acceder a la mansión sin una orden. El problema de aquello es que no hay tiempo para la burocracia, a lo menos no en este momento.

Crucé la calle, mirando hacia ambos lados. Tan pronto puse uno de mis pies sobre la acera contraria, una camioneta apareció. Sus ruedas giraron hasta estar frente a mí, lugar en donde se detuvo. Desde la ventanilla logré distinguir el rostro del oficial O’Brien. Por un momento maldije para mí mismo, pero cuando vi que descendía con una apariencia informal, mi corazón latió con tranquilidad.

—Deduje que estaría aquí, detective —dijo con un tono burlesco.

—¿Qué hace aquí, oficial?

—Lo mismo que usted. No podemos perder tiempo esperando una orden innecesaria —dijo, colocándose una gorra de un equipo de deportes por la parte alta y ajustándola, intentando pasar desapercibido.

—¿Y no le interesa poner su carrera en juego?

—La vida de una niña es más importante —dijo con una sonrisa—. Ahora, sígame.

Lo vi de reojo mientras lo seguía. Sus palabras sonaban honestas, así que decidí confiar en él. A lo largo de mi vida he confiado en varias personas que no merecían esa parte de mí; así que, si me equivocaba, no sería nada que me importase.

Ambos nos movimos por el muro exterior. Era alto, demasiado, como si fuesen murallas de un castillo. Blacksmith debía tener, en ese entonces, intenciones de proteger su privacidad. ¿Quizás los rumores? ¿Quizás simple apatía? Daba igual, la mansión parecía separarse del resto de la ciudad. Y cuando alguien pretende alejarse tanto, siempre existe una razón para aquello. Cuando alguien quiere la soledad, es porque algo del pasado es lo suficientemente poderoso como para provocarlo.

Aunque, claro, tal vez solo estaba equivocado.

O’Brien se acercó a unos arbustos que crecían de forma asimétrica en una de las murallas lejanas del lado oeste. Con una de sus manos removió las hojas rígidas para dejar ver una pequeña abertura. Apenas podía caer un adulto por ella, y, sin sonar demasiado atrevido, uno con buena forma física. Con sus ojos me dio una señal clara, por lo que le asentí, no sin dejar de observar los alrededores en busca de un par de pupilas indiscretas.

Al otro lado, la mansión se levantaba misteriosa, sin dejar detrás esa aura terrorífica que poseía. Avanzamos sin darles mucha importancia a los alrededores. A lo menos en cuanto a otros individuos que pudieran estar cerca, pues, el jardín no era para nada bonito. El terreno de la mansión tenía una serie de arbustos muertos, casi sin hojas, plazoletas e incluso pequeñas piscinas con mosaicos de colores celestinos y figuras complejas que se unían. En algunos sectores, pequeños huertos contaban con pequeñas bancas y un pequeño quiosco con una mesita demasiado ostentosa para permanecer en el frío. Maldije en mi interior; algo así de caro debería tener mejor cuidado que un clima horrendo.

De todas formas, seguí al oficial. No nos dirigimos a la entrada principal, en cambio, cruzamos el patio hasta doblar en una de las interacciones de la mansión. Una ventana rota y con una mitad faltante nos daba la bienvenida. Nos escabullimos entre el pequeño espacio para llegar a un sótano. Era… raro. La habitación era como una caja inmensa, pero el polvo no se extendía en ninguna superficie. A lo lejos, cerca de una esquina cubierta por la sombra, unas cuantas velas negras se acomodaban. Algunas se encontraban consumidas, mientras que otras eran nuevas, o a lo menos no habían sido usadas.

Daba igual. O’Brien sacó una linterna. No era de la policía, era una de un uso más común. Me extendió una similar hacia mí.

Las escaleras nos llevaron a una sala similar a una cocina. Las alacenas aún colgaban por el techo y las cerámicas eran de un patrón de ajedrez. El resto eran espacios en blanco donde debían haber estado el refrigerador y la cocina. Extraño, claro está; pero no me importó.

Nos adentramos en un arco, el cual nos llevó a un pasillo alargado que nos llevó, a su vez, hasta la sala principal. Y quiero ser sincero, no podía creer lo que mis ojos veían. No estoy acostumbrado a los lujos, uno que otro hotel de cinco estrellas a lo largo de mi vida, pero esta casa era algo que iba mucho más allá. Las paredes se extendían varios metros hacia pinturas similares a las de una iglesia, todo sostenido por pilares con tallados florales. El trabajo, aunque eran pinturas mitológicas, era magnífico; y esto lo digo sin entender ni siquiera un poco acerca del arte. Las paredes, de madera y concreto, también eran demasiado delicadas para el ojo humano. Fuera la cantidad que se gastó en construir el sitio, valía la pena. Y… todo esto lo menciono sin contar los muebles, espejos y demás.



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En el texto hay: misterio, horror, terror

Editado: 15.12.2025

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