La desaparición de Helena Sharp.

Cuarto día (tarde).

La cafetería era adecuada, no muy linda, pero tampoco muy rústica. Eso sí, sus donas eran de las mejores que he probado. Ni que hablar del café.

Luego de salir de la mansión, O’Brien y yo esperábamos a Catalina en ese lugar. Por alguna razón, necesitamos espacio del precinto. Y, de cualquier forma, casi toda la ciudad estaba al tanto de la investigación, así que no importaba mucho el lugar donde charláramos. O… no lo sé, quizás en ese momento fui demasiado ingenuo.

La puerta de cristal se abrió. Catalina giró su cabeza, buscando a sus aliados. Vestía de forma casual para mi sorpresa. Una chaqueta verdosa y un suéter de un color azulado. Su mirada no era de enojo, más bien de esperanza.

Se acercó sin dudar y evadiendo todas las miradas para centrarse en mí y O’Brien.

—¿Qué encontraron? —preguntó, sentándose.

—¿No quieres saber a dónde fuimos? —pregunté.

— O’Brien ya me lo comento todo. —Observe al oficial a mi lado. Su mirada de «perdón» se dibujó de inmediato.

—¿No te molesta?

—En un principio, sí. Se adentraron en propiedad privada. Es un delito… Pero, mi convicción también me decía que algo se escondía allí. Si no lo hacían ustedes, hubiese sido yo.

—Eso explica tu ropa —bromeé.

—Buen detective —dijo con una sonrisa—. ¿Entonces?

Sin perder ningún detalle, le relaté todo nuestro paso por las paredes de la mansión. Catalina solo asentía, sin añadir nada. Cuando le expliqué acerca de los objetos faltantes de las estanterías, una sonrisa se dibujó en sus labios.

No añadió palabra. Desde uno de sus bolsillos internos, sacó una fotografía plastificada. La acercó con recelo hacia mí. O’Brien pegó un poco a mí. No había mucho que examinar, era una fotografía antigua. En ella se podía ver al patriarca de los Blacksmith, sentando en la biblioteca, y justo detrás de él podía verse el espacio específico de la biblioteca.

—Es una fotografía de un periódico. Al parecer, hace años lo entrevistaron para un artículo del periódico local. —Catalina llevó uno de sus dedos hacia el estante—. ¿A esto te referías?

Asentí para ella.

—El gran problema a resolver es: ¿Por qué estos libros eran tan importantes?

—Y ¿por qué, sea quien sea que esté detrás de la desaparición de Helena, le importan tanto esos ejemplares? —añadió O’Brien.

—Por suerte, la tecnología de hoy hace milagros. Enviaré la muestra al laboratorio. Ellos podrán ayudarnos.

Observé la fotografía. Mucha gente se queja de que la tecnología nos deja cada vez menos de nuestra humanidad. Pero, cielos, donde hay una buena fotografía a alta resolución que se quite lo demás.

—Blacksmith…, ¿era reservado?

—Las fuentes dicen que sí —dijo Catalina—. Pasaba casi todo el tiempo en la mansión. A veces se le veía en las minas o rondando ciertos lugares de la ciudad. Su familia, en cambio, era mucho más abierta; a lo menos la parte femenina.

—¿La familia no tenía amigos cercanos?

—Sí. En estos momentos no recuerdo del todo el nombre… Pero fueron empresarios que llegaron con los años posteriores al lugar. La ciudad es pequeña, pero la fortuna que crea no es poca.

—¿Y esas familias aún viven?

—Puedes apostarlo.

Me acomodé en mi sitio. Catalina volteó hacia O’Brien.

—Te quedarás haciendo guardia durante la noche.

—¿Qué? ¿Por qué? —dijo, recalculando de inmediato—. Digo, sí, señora. Pero, ¿puedo conocer el motivo?

—Porque Henry y yo iremos de visita.

El caso se volvía cada vez en algo mucho más siniestro. En el momento, no entendía con seguridad cuál era la relación entre Blacksmith, los libros y las familias cercanas. No entendía la relación entre la desaparición de Helena y una familia muerta, aunque no despintada de la historia.

A veces, los misterios deben permanecer en el olvido.



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En el texto hay: misterio, horror, terror

Editado: 15.12.2025

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