La desesperación del Alfa.

CAPÍTULO 5 

 

Baje a desayunar con mucha mejor cara, estaba fresca y dormí muy bien. Necesitaba dirigirse con el jefe del pueblo para presentar mis respetos y as  mi visita no se viera como una intrusión así que de una forma no tan discreta me senté a la mensa mientras Danna, la mujer que aparte de ser dueña de la posada era un magnífica cocinera, depositaba un plato con huevos y tocino frente a mi y le preguntaba quien era la persona a cargo.

-Soy Lingüista, mi trabajo es ayudar a preservar las lenguas y quiero contactar a la persona que tiene el mando del lugar- Mi respuesta pareció complacerla así que  tomo asiento junto a mi y justo cuando estaba por hablar un toque en la puerta la interrumpió. Se dirigió la gran puerta de roble y la abrió, apenas escuche un breve intercambio de palabras cuando ella cerró la puerta y se sentó a mi lado.

-Deberias de ir con el Alfa, él es el que maneja las cosas por aqui.- Parecía tranquila pero algo en su mirada la hacía ver un poco nerviosa, demasiado contenta. Sonreí un poco ¿Alfa? Qué extraña forma de nombrar al jefe aunque si algo aprendí en la carrera es que las preguntas no se hacen en la primera visita, más adelante preguntaría y tal vez si tenia suerte había una historia muy buena sobre el origen de ese título. Danna continuo amablemente- Te haré un pequeño mapa y puedes caminar hasta ahí. Es algo lejos tal vez te tome media hora llegar, te llevaría pero aquí casi nadie tiene auto.

 

Me marché con un mapa en la bolsa y mi mochila, siempre que salía llevaba un pequeño botiquín, una lámpara de mano cargada, una navaja, barritas de granola, un paraguas, un encendedor, mis cigarrillos, una batería de refuerzo por si se descargaba mi celular, pilas para la grabadora, mi grabadora y una cámara. Estas dos últimas cosas eran lo único valioso en mi mochila, eran como mis bebés. Por último ,un cuaderno, pluma, lápiz, lapicero y una goma. Casi no lo hacia pero procuraba llevar unas bragas por si algo pasaba, suelo ser un poco torpe y este lugar es tan húmedo que si me caía en alguna parte prefería no llevar mi trasero mojado todo el tiempo.

Emprendí mi camino con el corazón rebosante de esperanza pero cuando pasaron 45 minutos y a penas iba a mitad del camino pensé que algo iba mal. Mi zancada no es pequeña y camino rápido, para un tiempo estimado de 30 minutos, no era lógica mi posición.

Estaba empezando a sudar y subir por una ladera no era nada divertido. A decir verdad tenía 15 minutos sudando como desquiciada, mis rizos se pegaban a mi cara y para cuando quise hacerme una coleta recordé que no tenía con qué.

Continué caminando y cuando pasó una hora y media ya ni siquiera ponia atencion al bello paisaje solo quería llegar, para mi alivio aún no llovía pero sentía en mis huesos qué la lluvia no tardaría así que me impulse un poco más rápido mientras mis pantorrillas ardían y de pronto apareció frente a mi un enrejado. Con un suspiro me aproxime a la casita de vigilancia, sin saber qué preguntar.

-Eh… Disculpe…

-¿Señorita Isabel?- Cuando asentí un poco confundida, salió un señor alto y con la cabeza rapada, me miraba con una pequeña sonrisa- Nos avisaron que vendría, por favor pase.

Le sonreí mientras le dirigía una sonrisa que incluso yo sabía era aliviada. Tal vez Danna fue tan amable de llamar, mucho más tranquila camine por un pasillo de concreto en el que había árboles a su alrededor, mi sonrisa vaciló al llegar a otra pendiente, realmente esta maldita gente tenía una obsesión con subir a sus malditas casas. Tomando un gran aliento me dirigi hacia arriba.

Mis pulmones eran una papilla, antes de llegar a la puerta de la majestuosa mansión me sente en los escalones de la entrada a respirar un poco, la casa parecía una hacienda,era muy hermosa y cuando mira hacia abajo pude ver el pueblo, y mucho mas haya. A mis pies se extendía un bosque hermoso, inmenso y en ese momento a lo lejos pude ver una enorme nube oscura acercarse. Maldición, iba a llegar hecha una sopa, otra vez.

Me levante con un suspiro y cuando me detuve en la puerta ésta se abrió.

-Buenas tardes, señorita. Acompañeme por favor- Ni siquiera me dio tiempo a parpadear cuando el señor de unos 50 años se dio la vuelta, claramente esperaba que lo siguiera, me trague un bufido de molestia y lo seguí, me sequé los pies el el tape y enter en una de las casas más bellas que he visto. Ya había estado en casas de gente rica así que pude disimular y no mirar todo con la boca abierta pero fue enteramente consciente de mi chaqueta verde militar a prueba de agua, mis botas de trabajo grises y mis jeans de mezclilla azul, eso sin hablar del estado de mi cabello y ni siquiera quiero pensar en mi olor.

De pronto la información me cayó, tal vez estaba entrando en la casa de algún narcotraficante, alguien que dirigía un pueblo no era tan rico y si lo era no recibiría a una triste lingüista en su casa sino en alguna oficina de gobierno, la casa estaba bien ubicada, en la cima de una colina donde podían ver si algún desconocido se acercaba. M I E R D A.

Manteniendo la calma mantuve el paso hasta que abrieron las puertas de una inmensa biblioteca.

El mayordomo pasó antes que yo y me anuncio.

-Alfa Nicolás, la señorita Isabel está aquí.-Haciendose aun lado el hombre me dio una pequeña reverencia y se hizo a un lado para dejarme pasar.

Un hombre alto,con el cabello ligeramente largo estaba parado frente a la chimenea, vestido con un traje negro y me daba la espalda.

En cuanto puse un pie en la biblioteca me transforme en la Isa social, la que conseguiría el permiso para trabajar en este lugar. Estaba nerviosa pero no era la primera vez qué hacía esto, sola si. Yo siempre me quedaba de lado cuando lo hacían mis maestros pero puse la sonrisa más agradable que pude y caminé hacia él, ni siquiera quería pensar en que él no me miraba.

-Buenas tardes- Mi voz fue tranquila y muy controlada, me sentí bastante orgullosa, yo diría que incluso un poco segura de mi misma hasta que se giró.




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