La desgracia la persigue

Exposición creativa

El maestro de Historia les había dejado de tarea a sus alumnos hacer una exposición creativa, el maestro dijo que iba a calificar la creatividad y su facilidad de palabra en la exposición. Laura, Eva, Elizabeth y Árnica hicieron equipo. Todas habían decidido que la tarea de la exposición la iban a hacer en la casa de Árnica, porque ya muchas tareas anteriores se habían hecho en la casa de Laura, Eva y Elizabeth. Al principio Árnica se negó a que fueran a su casa, pero al final estuvo de acuerdo con ellas.

Las cuatro chicas se pararon en la parada del autobús. Mientras esperaban a que pasara el transporte, las cuatro chicas vieron como pasaba al lado de ellas un vagabundo, ese vagabundo se llamaba Felipe. Felipe las saludó y las chicas por amabilidad devolvieron el saludo. Felipe siguió su camino. Las chicas ubicaban al señor Felipe, ya que algunos estudiantes anteriores, les habían hablado de él. Un señor muy tranquilo que vivía en las calles y que no molestaba a nadie.

Había varios vagabundos viviendo cerca de la escuela, pero como no molestaban a los estudiantes, ni al personal docente, etc., pues nadie se quejaba de ellos. De hecho, hasta un maestro les regalaba comida a veces. Laura creía que ella conocía de apariencia y de nombre (o apodo) a todos los vagabundos que vivían cerca de la escuela.

Laura sabía que se ahorraría tiempo si ella se teletransportaba usando los baches inundados de agua, visualizándose llegar de un bache a otro, pero Laura decidió no teletransportarse. Teletransportarse usando los baches, era en sí una anomalía que llamaría la atención de las demás personas. Además, Laura no tenía ubicados los baches cerca de la casa de Árnica.

Todas agarraron el minibús. Pasando varios minutos se bajaron en la parada correspondiente y bajaron a una colonia sin pavimentar, con escombros a los lados de la carretera. La piel de Árnica era morena clara, y como su piel era morena clara, fue fácil para Laura notar que Árnica se había sonrojado. No había banqueta, así que las cuatro chicas se fueron caminando en línea recta, una tras de otra en el borde de la carretera. Un minibús les pasó rosando cerca del cuerpo y Eva no se pudo quedar callada. Laura escuchó todas las groserías que Eva le había gritado al conductor. Laura estaba aliviada de que el conductor no hubiera escuchado a Eva, porque quizá si el conductor del minibús la hubiera escuchado, probablemente el conductor luego de un agotado día de trabajo, hubiera decidido atropellar a cuatro adolescentes que sólo querían pasar la materia de Historia.

Árnica comenzó a hablar.

—Un político hace dos años prometió a los habitantes de la colonia que, si votaban por él, mandaría a pavimentar la calle —afirmó Árnica.

—¿Y ganó el puesto? —preguntó Elizabeth.

—Sí —contestó Árnica con incomodidad.

—Como se nota que les mintió —opinó Elizabeth.

Caminaron por 8 minutos y se adentraron a un jardín que estaba al lado de la carretera, en el interior de ese jardín estaba una casa color crema, rodeada de árboles.

Las cuatro adolescentes entraron a la casa y saludaron a la señora que estaba adentro, aquella señora era la mamá de Árnica, una mujer muy guapa con el cabello rizado; ahora Laura entendía de dónde había heredado Árnica la belleza.

Las chicas trabajaron su exposición en la mesa del comedor, en una hoja grande de papel bond. Hicieron mapas mentales, conceptuales y escribieron uno que otro párrafo fuera de los mapas mentales y conceptuales.

—La exposición se ve aburrida —se quejó Elizabeth.

—Yo la veo bien —replicó Árnica

Para Árnica la exposición se veía bien: el color del papel era blanco y los plumones que usaron para los textos y los mapas mentales y demás eran de azul oscuro, había un gran contraste y no se perdía la información.

—Bueno, sí, se ve bien, pero no creo que se vea lo suficientemente creativo como para convencer al maestro —dijo Laura.

Laura estaba consciente de que Árnica prefería los trabajos de apariencia minimalista, pero en este caso no se necesitaba la apariencia minimalista.

—Ya escuchaste a Laura, Árnica —dijo Elizabeth haciendo una cara que demostraba superioridad—. Se necesita ver más creativo.

Entonces Elizabeth sacó de su mochila un pequeño frasco con brillantina en polvo. Elizabeth abrió ese frasco de forma tan inadecuada, que las cuatro chicas terminaron bañadas en brillantina.

—¡Aaaaah! ¡¡No puede ser!! —gritó Árnica.

—¡Maldición Elizabeth! ¡No creo que, con solo bañarme una vez, se me quite la brillantina hoy! —exclamó Eva enojada.

Laura se quedó un momento sin habla, ella estaba más preocupada de que se les metiera la brillantina a los ojos.

—Nuestra piel brilla —dijo Laura incrédula.

—Por supuesto que nuestra piel brilla, somos estrellas —afirmó Elizabeth muy segura de sí misma—, ¿Cuándo han visto una estrella apagada?

—Esto no es gracioso Elizabeth —dijo Laura con frustración.

—¿Y yo cuando he querido ser graciosa? —preguntó Elizabeth con altanería.

Elizabeth pegó de un modo discreto lo que quedaba de brillantina en el papel bond, ¿qué más creativa quería el maestro que fuera la exposición?

Terminando de darle los detalles finales al papel bond, todas agarraron el minibús para irse a sus casas. Laura notó que algunos pasajeros no le quitaban la vista de encima; Laura supuso que, porque tenía la cara, el cabello y los brazos llenos de brillantina. Laura llegó a su casa a las cuatro de la tarde. Mamá estaba viendo una telenovela luego de haber hecho la limpieza de la casa. Mamá al escuchar que se abría la puerta, volteó en dirección a Laura.

—Bueno Laura ¿Fuiste de fiesta? o ¿por qué estás brillando? —preguntó la señora Robles con el ceño fruncido.

—Brillo porque ¿soy una estrella? —respondió Laura nerviosa.

La señora Robles enarcó una ceja.

—Elizabeth abrió mal el frasco de brillantina y nos bañó a todas las compañeras del equipo con brillantina —respondió con resignación Laura.



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En el texto hay: humor, comedia, romance

Editado: 24.07.2025

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