Era hora del receso y varias compañeras de clases del salón de Laura, se reunieron a hablar.
—Pues una de mis ilusiones, mejor dicho, una de mis metas de vida es casarme con un científico —dijo con ilusión Eva.
—¿Para qué Eva? ¿Para pasar hambre? —preguntó Elizabeth alzando las cejas.
Eva rápidamente se enojó.
—¿Sí sabías que luego muchos científicos pagan para que las revistas publiquen sus descubrimientos?, ¿Qué muchos de ellos no son respetados?, Y que inclusive ¿sabías que muchos ponen su vida en riesgo al exponer la verdad? —preguntó Elizabeth, según ella siendo realista—. Ahí Laura y Plácido le van a hacer espacio debajo del puente a ti y a tu futuro esposo.
—Que yo recuerde, Plácido dijo que no compartía territorio, y que él iba a pelear con uñas y dientes por el territorio —dijo Árnica confundida.
—Tranquilas chicas, yo lo convenzo para que comparta el espacio —dijo Laura siguiéndoles el juego.
Laura se preguntó a sí misma en su mente que pasaría primero: ¿ella explotaría por andar escuchando el mismo chascarrillo de siempre o, ella lo terminaría aceptando?
Santi se acercó a las chicas.
—¡Dejen de andar diciendo tonterías! —dijo Santi enojado—. Laura no va a terminar viviendo debajo de un puente con Plácido. Ella va a terminar viviendo conmigo.
—¿Vas a pelear con Plácido por el territorio? —preguntó Árnica con curiosidad.
—¿Qué?, No —replicó Santi ofendido—. Yo no voy a vivir debajo de un puente. Soy bueno haciendo muebles de madera y tallando la madera. Voy a vivir cómodamente y Laura también.
—Estate pendiente Laura, no sea que él te prometa muchas cosas, y al final no te de nada —dijo Elizabeth en voz baja.
A veces Laura tenía dudas para saber cuando sus amigas y compañeras de clase decían las cosas en serio o de juego.
Editado: 24.07.2025