Regalos por el 14 de febrero

El 14 de febrero llegó Laura al salón de clases y ocupó su silla correspondiente. Ella no tenía muchas expectativas para ese día; ella sabía que tenía una belleza promedio, no tenía pretendientes (que ella se acordara) y solo tenía dos amigas en el salón.

Eran las 7 de la mañana y el maestro de la primera hora de clases no aparecía. Algo que le pareció curioso a Laura fue ver esa silla de madera con figuras talladas, hasta el fondo del salón. Ese era un trabajo que ella sabía que Santi era capaz de aventarse él solo ¿Por qué Santi se trajo uno de sus trabajos de carpintería hasta el salón?

El maestro de la hora correspondiente entró al salón y comenzó a dar clases. Pasando la hora, llegó el turno de otro maestro de entrar al salón e impartir las clases de la materia correspondiente. Luego llegó el turno de otro maestro de impartir su clase. Y así, pasaron muchos minutos y ya era receso.

Santi caminó hacia Laura, quién estaba sentada y comenzó a hablar con ella.

—Hola Laura —dijo Santi con una sonrisa desbordante y mucha confianza.

Eso dejó confundida un poco a Laura ¿qué se traía Santi entre manos?

—Hola Santi ¿qué cuentas? —preguntó Laura.

Quizá hablar con Santi, mientras ella comía el arroz con carne que se había traído de su casa, haría el receso más entretenido.

—Como hoy es día de San Valentín, traje desde mi casa una silla de madera que yo hice y tallé, para regalártelo a ti —dijo Santi sin borrar su sonrisa.

Laura tragó lo que estaba comiendo y abrió grandemente los ojos. Eso ella no se lo esperaba.

—Vaya Santi, no sé qué decir —dijo Laura.

Lo cuál fue una contradicción porque ella había dicho algo. A Laura le llamaba la atención Santi, y ella mentiría si dijera que no se había imaginado nunca un futuro al lado de él. Él como carpintero y ella como cuidadora en un asilo de ancianos.

Santi ya se veía más nervioso. Tal vez él creyó que la corta respuesta de Laura era un rechazo. Laura se apuró a enmendar eso.

—¿Para mí? Que lindo detalle Santi —dijo Laura con emoción, posteriormente ella se levantó de su silla y abrazó a Santi.

El 14 de febrero del 2014. La asesora había organizado un intercambio. Todos habían quedado de acuerdo con que se hiciera un intercambio de regalos con una razonable cantidad de dinero. Aquella cantidad de dinero no era modesta, pero tampoco abusiva.

A Laura le había tocado que Nicole le regalara algo y Laura hubiera preferido que no fuera así, porque cuando fue el turno de Nicole de pararse de su asiento, acercarse a Laura que estaba sentada y darle su regalo, Laura recibió una taza fea, con una sublimación fea. Nicole se sentó y fue el turno de otro compañero de clases de pararse y darle el regalo al compañero correspondiente.

Y mientras se suscitaba el intercambio de regalos, Laura abrió la bolsa de plástico transparente donde estaba la taza con la sublimación fea, bueno, por lo menos estaba repleta la taza de chocolates, eso fue lo que pensó Laura, porque había chocolates envueltos con su papel aluminio, hasta el borde de la taza amenazando con caerse. Laura fue quitando cada chocolate uno a uno de la taza y guardándolos en uno de los bolsillos de su mochila. Cuando Laura quitó el último chocolate de la taza y los guardó en el bolsillo, Laura se dio cuenta de un hecho más, de algo curioso. Laura se puso a ver con detenimiento la base del fondo de la taza: en realidad Laura no estaba viendo la base de la taza, Laura estaba viendo un papel periódico doblado varías veces pegado hasta el fondo de la base de la taza. Laura quitó aquel periódico y Laura se dio cuenta que verdaderamente la taza no había estado llena completamente de chocolates, más bien, los chocolates habían ocupado la mitad del espacio de la taza, porque la otra mitad del espacio, la había ocupado ese pedazo de papel periódico doblado varias veces.

Este día de San Valentín estaba siendo un desastre, no, no, no era un desastre; Árnica y ella intercambiaron dulceros, Santi le había regalado a Laura una silla de madera que parecía un trono y Plácido también le había regalado una libreta costurada con hojas recicladas.

Cambiando un poco Laura su mentalidad, ella se dio cuenta que todo estaba yendo bien en ese día de San Valentín, a pesar de ella haber recibido una taza fea. Todo estaba yendo bien, hasta que fue la hora de la salida, y Laura se dio cuenta que iba a ser todo un problema trasladar la silla que le regaló Santi, de la escuela a la casa.

Laura fue arrastrando la silla de madera, del salón de clases, hasta la parada del autobús. Fue toda una batalla que tuvo Laura arrastrando esa silla. Varios minibuses pasaron frente la parada del autobús, y al ver los choferes que Laura tenía la intención de meter esa silla al minibús, se negaron en darle el servicio de transporte. Una idea fea pasó por la mente de Laura: dejar la silla ahí en la intemperie e irse a su casa. Pero si ella hacía eso, Santi se enteraría, y la buena relación de amigos (que quizá en el futuro podría convertirse en algo más) se arruinaría. Y no solo eso, posiblemente ella terminaría con su imagen arruinada y muchos compañeros de clase y otros amigos, la verían a ella como una persona ruin.

En qué problema había metido Santi a Laura. En la mente de Laura, inundada por la desesperación, ella pensó que lo mejor que podría haberle regalado Santi a ella, era un joyero. Un joyero era chiquito, compacto, y fácilmente ella podría meterlo a la mochila.

Laura meditó por un momento, tal vez ella podría usar los baches para teletransportarse, solo tenía que ubicar lo baches; ella miró a sus alrededores, no había personas alrededor, sí, este era un buen momento para teletransportarse. Laura descartó su plan de teletransportarse junto a la silla al ver que había baches, pero sin agua; el plan de Laura no funcionaría. Laura solo se podía teletransportar si los baches tenían agua, si los baches estaban vacíos y ella se paraba encima de ellos, ella solo haría el ridículo y no se teletransportaría.