La desgracia la persigue

El cumpleaños de Laura

El 7 de abril fue el cumpleaños de Laura, pero a pesar de eso, ella de todos modos fue a la escuela. La mamá de Laura, no la dejó faltar a clases, que mal por Laura. Lo cuál hasta cierto punto hizo sentir mal a Laura.

Laura fue a la escuela sin expectativas de nada. Una vez Elizabeth hace tiempo le contó a Laura cuáles habían sido sus expectativas para el día que había cumplido 13 años, el cumpleaños de Elizabeth había sido un desastre; no le habían comprado el pastel del sabor que ella quería porque no había de ese sabor, le habían comprado regalos de mala calidad que al poco tiempo se rompieron, y su papá había llegado tarde a la fiesta de cumpleaños de Elizabeth porque una operación se había extendido más tarde de lo imprevisto.

A la hora del receso estaba hablando Laura con Árnica, ambas estaban sentadas en sus respectivos pupitres, una al lado de la otra, entonces se acercó Plácido.

—Laura, quiero hablar contigo en privado —admitió Plácido a Laura.

Árnica le dirigió a Laura una mirada burlona.

—Está bien Laura, ve con Plácido —dijo Árnica con una sonrisa—. Yo estaré bien aquí en el salón, es más, iré a hablar con Eva, para que me enseñe las nuevas groserías que ella aprendió el fin de semana.

Con lo anterior dicho, Árnica se levantó de su asiento y se dirigió a Eva, quién estaba en el salón de pie, cerca de las ventanas del salón, hablando con otra chica de otro salón.

Laura se quedó perpleja por un momento, pero se recuperó rápidamente, asintió a Plácido, y luego Laura siguió a Plácido fuera del salón. Plácido los guió a ambos a uno de los muros que rodeaban las instalaciones de la escuela, uno de los muros que delimitaban el terreno de la escuela por dentro. A Laura le pareció una rareza que una minoría de estudiantes, fueran los que se acercaban a los muros, la mayoría se dispersaba en el centro, pero esta vez, el que muy pocos estuvieran cerca de los muros, les serviría a Plácido y a Laura para tener mayor privacidad.

—Te compré algo —dijo Plácido, mientras le pasaba a Laura una pequeña caja.

—¿No que abajo el capitalismo, Plácido? —preguntó Laura mientras abría la pequeña caja que le había regalado Plácido.

Eran aretes… de oro. Laura volvió a cerrar la pequeña caja.

Plácido frunció el ceño. Laura notó como a Plácido se le sonrojaron las mejillas. Laura pensó rápidamente que lo mejor era dejar en claro porqué había dicho lo anterior, no fuera a ser que Plácido pensara que Laura buscaba humillarlo precisamente en el cumpleaños de ella.

—No… no lo pregunté como una forma de humillarte o hacerte sentir mal, solamente pregunté desde mi ignorancia indagando —apresuró a decir Laura nerviosa.

—Sí, sigo pensando que “abajo el capitalismo”, pero el sistema capitalista, es un sistema, que funciona de tal manera, que es imposible no terminar participando en él —respondió Plácido con algo parecido a la resignación—. Quizás pienses que lo que voy a decir a continuación es sentimental e incómodo, pero de todas formas voy a decirlo. Cuando vi que abrazaste a Santi el día de San Valentín, yo también quise un abrazo de tu parte, y no recibí ninguno —dijo Plácido con incomodidad.

Por un momento Laura abrió mucho los ojos.

—Plácido —dijo Laura—. No lo sabía —siguió hablando Laura con sorpresa.

—¿Qué? —preguntó Plácido—. Acaso, ¿tú creíste qué por yo estar en contra de este sistema yo no quiero ningún abrazo? —cuestionó Plácido con una pequeña dosis de diversión.

—Tal vez… —admitió Laura.

—Laura ¿Qué tiene una cosa que ver con la otra? —cuestionó Plácido entrecerrando los ojos.

—No lo sé Plácido, simplemente esa lógica se me hizo coherente —dijo Laura con vergüenza.

Laura vio cómo a Plácido se le dibujó una sonrisa en la cara, y ella no supo si esa sonrisa se le dibujó porque le pareció a él gracioso la conclusión que ella sacó, o si se le dibujó esa sonrisa de los nervios.

—¿Sí sabes que todavía no es tarde para que yo te dé un abrazo? —preguntó Laura a Plácido antes de que el silencio se volviera incómodo.

—Sí, lo sé —contestó Plácido.

Rápidamente Laura abrazó a Plácido. Plácido rodeó con los brazos a Laura también abrazándola. Estuvieron abrazados durante varios segundos, después se separaron poco a poco. Volviendo a tener entre ambos una distancia normal para dos interlocutores.

Una sonrisa tímida se manifestó en el rostro de Laura.

No, a ella no le gustaba Plácido, tenía que recordárselo a sí misma. El futuro de Plácido pintaba para mal; estudiar Filosofía no lo ayudaría a él a encontrar un buen trabajo; y entre tantas pláticas llenas de bromas con los compañeros del salón, capaz si Laura se volvía novia de Plácido, quizá ella en el futuro sí terminaría viviendo debajo de un puente con él.

Con prontitud, Laura se dio cuenta por el rabillo del ojo, que se estaba acercando una prefecta a Plácido y a ella, ¿por qué? ¿Y a qué se debía que la prefecta tuviera una cara seria mientras se acercaba a ellos?

—Me comentaron unas chicas que un chico le estaba proponiendo matrimonio a otra compañera de clases a la hora del receso —dijo con seriedad la prefecta—. Lo cuál obviamente está mal, porque esta es una institución educativa en la cual no se tolerará el desorden y…

—Está malinterpretado las cosas prefecta —interrumpió Plácido con tranquilidad.

Laura sintió la cara caliente de la vergüenza.

—Le estaba regalando unos aretes a mi amiga Laura por su cumpleaños —afirmó sin titubear Plácido.

Laura rápidamente abrió la cajita de los aretes, para despejar las dudas de la prefecta. La prefecta al ver el contenido de la cajita, frunció la boca, a Laura aquello le pareció raro, ¿es que de casualidad la prefecta quería arruinarles la mañana a unos adolescentes?

La prefecta se fue y Laura suspiró aliviada, sin saber Laura con exactitud la razón.

—¿Casarnos? Si yo le fuera a proponer matrimonio a una chica, no sería en la escuela —dijo Plácido incrédulo.



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En el texto hay: humor, comedia, romance

Editado: 24.07.2025

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