La desgracia la persigue

El vagabundo

El lunes 28 de abril, Laura salió más tarde de lo normal de la escuela. El maldito de Javier, le había escondido una de sus libretas en el salón porque para él eso era chistoso. Árnica se había ofrecido a ayudar a Laura a encontrar la libreta, sin embargo, Laura declinó la ayuda. Observando más detenidamente el salón, Laura se dio cuenta, que encima de una de las aspas del ventilador, estaba su libreta. Con cuidado, Laura consiguió bajar su libreta. Laura guardó su libreta en la mochila y salió del salón de clases.

Laura pasó por el portón de la salida y el vigilante que vigilaba la salida, se le quedó mirando con extrañeza. Quizá el vigilante se estaba preguntando el porqué una estudiante estaba saliendo más tarde de lo normal.

Laura pasó por el estacionamiento de la escuela; en el estacionamiento de la escuela nada más se veían 3 carros. Laura ya en la parada del autobús, vio que parecía que todo estaba desolado; los demás chicos de seguro o ya estaban en el minibús que los llevaría a su casa, o ya estaban en la tranquilidad de sus casas. A lo lejos, Laura vio que se acercaba un hombre de apariencia sucia, cabello desordenando, enredado, sin camisa y sin calzado. Laura se sorprendió, porque ella creía que conocía de apariencia y de nombre (o apodo) a todos los vagabundos que vivían cerca de la escuela. Pero no, a ese vagabundo, Laura no lo conocía.

Laura decidió no hacer contacto visual con él, Laura no conocía a ese vagabundo de nada, y ella no sabía si él era peligroso. El vagabundo comenzó a correr, acercándose cada vez más y más a Laura. Laura asustada, sin querer averiguar cuáles eran las intenciones del vagabundo, también ella comenzó a correr, para alejarse de él.

Laura sin prestar mucha atención a dónde ella estaba corriendo, se internó en un fraccionamiento que estaba al lado de la escuela. En cada dos intersecciones de los caminos que ella se topaba, ella iba cambiando de dirección; izquierda, derecha, derecha, izquierda. Lo que le pareció más horrible a Laura de aquella situación era que todavía escuchaba como alguien corría detrás de ella. Alguien todavía la estaba persiguiendo, posiblemente, el vagabundo.

Ella trató de ubicar en el camino baches con agua, y ella ubicó baches, pero sin agua. Laura no podría teletransportarse. Hubiera sido convenientemente para ella, que días antes hubiera llovido.

Laura en la materia de educación física no era la peor, pero tampoco la mejor. Laura se estaba agotando. Rápidamente Laura vio a lo lejos que una anciana desde dentro de una casa, le hacía señales para que se acercara, Laura sin muchas opciones a disposición, le hizo caso a la anciana y corrió en dirección a ella. La anciana abrió rápidamente el portón de reja de su jardín, Laura con prontitud entró ahí, y la señora velozmente cerró con seguro el portón.

Laura se agachó un poco y apoyó sus manos en sus rodillas, jadiando y cansada. Tan centrada estaba Laura de su agotamiento, que ella no se percató del perro que le estaba gruñendo.

Cuando los oídos de Laura comenzaron a captar los gruñidos de un perro, fue ahí que Laura se asustó. Mirando ella a sus alrededores, Laura se percató de el perro enorme que le estaba gruñendo. Laura no sabía ni qué raza era, solo sabía que era un perro grande que a ella le parecía muy aterrador.

Laura asustada, caminó hacia atrás, sin girar su cuerpo, manteniéndose ella frente al perro. Laura caminó tanto hacia atrás, que su espalda tocó la pared.

—¡Frambuesa! —exclamó la anciana enojada.

Laura agradeció a su yo del pasado, por haber ido al baño durante la última hora de clases, porque de no haber sido así, quizá ella se hubiera orinado ahí mismo, frente al perro, por el miedo.

¿Quién le pone de nombre Frambuesa a un perro? En todo caso, Laura creía que el nombre más adecuado de ese perro, podría haber sido “el rey agresivo, destructivo, potencial mordedor de adolescentes inocentes” muy largo el nombre, pero adecuado.

La anciana agarró al perro del collar, lo guió dentro de la casa, salió otra vez la anciana y cerró la puerta tras de ella.

—No sé porqué él se portó así, él normalmente es amable con los desconocidos —dijo con perplejidad la anciana.

Qué halago saber que Laura no le agradaba a un perro qué tal vez por sentirse amenazado podría morderla, Laura pensó aquello sarcásticamente.

—¿Cómo estás muchacha? —preguntó la anciana amablemente.

—Agotada y asustada —admitió Laura.

—Desde lo lejos vi como ese vagabundo te perseguía, y me hubiera sentido culpable si yo no hubiera intentado hacer algo —afirmó la anciana con la voz fracturada.

Parecía que la anciana estaba a punto de llorar.

—Escuche, de verdad, muchas gracias, estoy bien ¿lo ve? —dijo Laura lo más alentadora posible mientras se señalaba a sí misma.

La anciana con todavía los ojos llorosos, asintió.

—¿Vives cerca de aquí? —preguntó la anciana.

—No —afirmó Laura—. Siempre espero un minibús para regresar a mi casa.

—Pero sería peligroso para ti esperar el minibús con ese vagabundo afuera —afirmó la anciana.

—Sí —dijo Laura incómoda y desanimada.

—Yo te llevo hasta tu casa —dijo la anciana.

—¿De verdad? —preguntó Laura sorprendida—. Gracias —agradeció Laura aliviada.

Laura miró detenidamente el jardín y se percató que la anciana no era pura palabrería, la anciana tenía un auto en su jardín.

La anciana llevó a Laura en su auto, hasta su casa. Laura se sentó en el asiento del copiloto. La anciana le contó historias a Laura de cuando ella era una adulta joven, a las cuales Laura les prestó atención, ella creyó que era lo mínimo que debía de hacer, con tremendo favor que le estaba haciendo la anciana.

Laura le dio a la anciana una dirección aproximada de en donde vivía ella, porque a pesar de que Laura estuviera agradecida con la anciana, la anciana le seguía pareciendo una extraña, y Laura no sabía si cuando ella se descuidara, la anciana terminaría siendo una persona peligrosa.



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En el texto hay: humor, comedia, romance

Editado: 24.07.2025

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