El martes 6 de mayo, una prefecta a la hora del receso detuvo a Laura y a Árnica en el patio, habló con ellas, y les dio un papelito a cada una, que tendrían que darles a sus tutores.
Fue obvio para Laura y Árnica con la pequeña conversación que tuvieron con la prefecta, que era un citatorio, para discutir el “mal comportamiento” de ellas; si es que se podía categorizar el haber ayudado a una amiga a saltarse una plática escolar como mal comportamiento.
¿Quién había sido el soplón?
—¿Quién crees qué fue el soplón Árnica? —preguntó Laura a Árnica mientras ambas chicas se dirigían al salón.
Árnica no contestó, porque rápidamente Ramiro, el compañero de clases se puso al lado de ellas y habló.
—No exageren chicas —dijo Ramiro burlón—. Todos vimos cómo ayudaron a Elizabeth a saltarse el muro. El vigilante también las vio.
Que entrometido pareció Ramiro.
Al otro día, a la hora del receso, estaban Laura, Árnica y sus mamás en la oficina de los prefectos, discutiendo con la prefecta que se encontraba disponible para atenderlas. Los otros prefectos estaban ocupados deteniendo otra pelea en el tercero “C”.
Terminando aquella reunión, la mamá de Laura se despidió de Laura con un “en la casa vas a ver” y abandonó la oficina de prefectos; por otro lado, la mamá de Árnica se despidió de Árnica con un “ay chamaca, tú siempre metiéndote en problemas”.
Laura y Árnica regresaron al salón de clases sintiéndose humilladas. Laura pensó qué tal vez ella sí había cometido algo malo; Árnica por otro lado no estaba convencida de que ella hubiera cometido algo malo; Árnica conocía a chicos de otros salones de la escuela, que habían hecho cosas verdaderamente malas, por las cuales ellos merecían estar en la correccional de menores. Esto no era nada.
—Sospecho que Ramiro fue el que le dijo a la prefecta —dijo Árnica con voz seria.
Árnica estaba equivocada, quién le había contado a la prefecta de la fechoría, había sido otro chico, de otro salón.
Editado: 24.07.2025