La desgracia la persigue

Plácido propone tener una cita

El 9 de mayo, a la hora del receso, Plácido le pidió a Laura que caminara con él en el patio de la escuela, Laura aceptó, aunque ella seguía sintiendo enojo por algo en particular.

Mientras caminaban, Laura decidió empezar la conversación.

—Me agradas mucho Plácido, y yo tuve la impresión de que eras un chico empático —dijo Laura desanimada y enojada al mismo tiempo.

—¿Por qué hablas en tiempo pasado? —preguntó Plácido perplejo.

—Porque no me gustó cuando te pusiste a bailar después de enterarte que Santi comenzó a salir con Caoba —admitió con enojo Laura.

—Ah, ya entendí —respondió Plácido sonrojado por la vergüenza—. Bien, admito que mi reacción no fue la adecuada. De seguro piensas ahora mismo, que me puse a bailar porque me deleité con la desgracia ajena, pero no fue así.

—¿No? —inquirió Laura.

—No —afirmó Plácido—. Me puse a bailar de la felicidad porque pensé que ahora tenía oportunidad contigo.

—¿Por qué hablas tú en tiempo pasado? —preguntó Laura desconcertada.

—Porque no estoy seguro de si todavía tengo esa oportunidad contigo, o si alguna vez la tuve —admitió Plácido viéndose incómodo.

Laura sonrió. Plácido hasta ahora había demostrado ser un buen amigo, él la había apoyado muchas veces. Y ella sí sentía atracción romántica por él.

Laura con prontitud tomó con las manos la cara de Plácido y le plantó un beso rápido en la boca, rápidamente Laura agarró distancia, respetando el espacio personal de Plácido otra vez.

Pasaron varios segundos dónde Laura y Plácido seguían caminando sin rumbo fijo en el patio. Laura notó por el rabillo del ojo, que Plácido se veía pasmado. Tal vez haberlo besado había sido una mala idea.

Laura se comenzó a aterrorizar al pensar que ella había arruinado su amistad con él. Plácido rápidamente le plantó un beso en la mejilla a Laura.

No, ella no había arruinado su amistad con él.

—¿Te gustaría tener una cita conmigo el fin de semana? —preguntó Plácido con una sonrisa y mucha confianza renovada.

—Me encantaría —respondió Laura devolviéndole la sonrisa a Plácido.

—¡Oigan!

Laura y Plácido se detuvieron y se giraron un poco hacia atrás para ver quién les estaba hablando.

—¡Paren con su desorden! —exclamó la prefecta.

Plácido y Laura intercambiaron una mirada. Plácido agarro la mano de Laura y los dos comenzaron a correr; Plácido guiaba el camino hacia el salón.

—¡Paren de correr! —exclamó la prefecta.

Laura sabía qué tal vez, cuando Plácido y ella entraran al salón, la prefecta los seguiría, y luego los regañaría, pero la verdad aquello la tenía sin cuidado.

Mientras los dos corrían, Laura sonreía.



#2387 en Otros
#607 en Humor
#5939 en Novela romántica

En el texto hay: humor, comedia, romance

Editado: 24.07.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.