La Dinastía (libro 10. Borelishka et Varetskhy)

Cap. 4 Recuerdos

 

Riùrik. Enero, 2007

Al día siguiente del cumpleaños, todos notaron que Iziaslav estaba de un humor criminal, y aunque algunos pensaron que se debía a la demora para la fecha de la boda, también pensaron que eso no tenía mucho sentido, pues en palabras de Michel, ya se había comido el pastel, en obvia referencia a que no había esperado al viaje de bodas para llevarse lo mismo a la chica.

  • ¿Michel, será que algún día…?
  • Improbable – interrumpió él a Dylan – porque si ustedes están decididos a morir de aburrimiento, no es mi caso. Además, no creo haber dicho nada que todos no sepamos
  • El problema no es lo que sepamos, que en cualquier caso no nos concierne, sino…
  • Hermano – detuvo ahora a Armand – a ti en realidad no te interesa nada que no esté muy enfermo, y desde luego esto nos interesa, porque por si no lo has notado, Izi hoy parecía querer asesinarnos a todos, así que en mi opinión, nos importa, suponiendo, claro está, que queramos conservar la cabeza
  • Algo inútil en tu caso – dijo Sofía que venía entrando y golpeando la mencionada cabeza
  • Como iba diciendo, antes de que la tonta que tenemos por hermana me interrumpiese de forma tan grosera, en verdad no entiendo por qué está tan molesto y empeñado en casarse si ya se llevó a la cama a la chica y…
  • ¡Jean-Michel! – exclamó Dylan

Él en verdad amaba a todos sus chicos, pero Michel parecía esforzarse en enloquecerlo, aunque todos opinaban que eso no era un esfuerzo, y como de costumbre, no prestó atención y siguió hablando como si nadie lo hubiese interrumpido.

  • … sabemos que para algunos individuos, esa es una de las pobres razones que esgrimen para algo tan natural y placentero como el sexo, así que…

Como Armand sabía que Dylan iba a sufrir una inconveniente alteración cardíaca si seguía escuchando a aquel portento de necedad e irreverencia, se levantó, lo sujetó y lo sacó de allí.

A pesar de que Dylan había tenido oportunidad de asistir a los cambios sociales que se habían sucedido a través del tiempo, y aunque no era que él hubiese sido considerado especialmente formal, y en su caso sí le había supuesto un esfuerzo, adaptarse a lo que Joseph había esperado de él, había nacido, crecido y vivido en una época en la que ciertas conversaciones no se sostenían en presencia de las damas, y en aquella mesa había dos a la que luego se sumó Sofía, de manera que en verdad quería apalear a Michel y se estaba cuestionando su buen juicio al haber decidido ir a cenar en la casa de Derek aquella noche.

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Lo que había estado diciendo Michel era y no era cierto, pues si bien lo era que Iziaslav se había llevado a Mia, lo que no había podido hacer era lo que realmente quería.

Tal vez para nosotros sea difícil imaginar ciertos aspectos de la vida que llevaron los primigenios en sus inicios, pero particularmente en lo que nos ocupa, quizá no tanto. Para la época en la que Iziaslav nació, y siendo que en su sociedad el número de hombres y mujeres era equilibrado, se había dejado de lado la práctica institucionalizada de la poligamia, práctica anterior que estaba basada más en la necesidad de hombres que se convirtiesen en guerreros que en cualquier otra consideración, pues necesitaban que nacieran muchos niños ya que no todos sobrevivían, debido bien fuese a las enfermedades, a los duros inviernos, o a los ataques sorpresivos, que entre otras cosas  y por absurdo que pueda parecernos, buscaban matar a mujeres y niños para diezmar a la tribus.

No obstante, quedó el remanente de un aprecio muy cuestionable por sus compañeras, y si bien la poliginia [1] sí era socialmente aceptada, y podían seguir teniendo muchas mujeres, no los unía a ellas ningún vínculo legal, y en general tampoco uno afectivo. Por lo anterior, las pobres desdichadas no era que fuesen tratadas con especial delicadeza, porque el varón solo se preocupaba de su propio placer sin tener en cuenta si la susodicha estaba de acuerdo o no, y como rara vez era así, eso convertía la relación en una violación constante y casi siempre acompañada de violencia, pues tampoco era que tuviesen mucha paciencia y pensaban que ellas no tenían derecho a negarles el suyo.

Lo anteriormente descrito era lo habitual, aunque eso no significaba que no pudiesen enamorarse, pues por salvajes que fuesen, seguían siendo humanos y en algún momento les ocurría, pero esto no los hacía más delicados, quizá debido a la ancestral cultura de supremacía, o simplemente, porque estaban acostumbrados a ejercer el poder y lo llevaban a todos los aspectos de sus vidas.

La cuestión era que Iziaslav, y como siempre había sostenido, había amado a las dos mujeres con las que había contraído matrimonio, y así debía ser para haberlo hecho, porque no solo era una cuestión de sentimientos, sino de sucesión, ya que los posibles hijos que pudiese tener con su esposa, eran los que tenían derecho a sucederlo.

Aun así, sobre todo Gianna, tuvo poca suerte con el trato que recibió por parte de su marido el día de su boda, tanto, que durante algún tiempo sintió pánico cada vez que lo veía entrar a la tienda; pero o bien las cosas mejoraron, algo muy posible debido a que dejó de ofrecer resistencia, o simplemente nunca esperó un trato más amable en aquel aspecto ya que también era un producto de su época, y al final terminaría tomándole afecto y habituándose a su marido.




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