La Dinastía (libro 10. Borelishka et Varetskhy)

Cap. 9 Cerca

 

París, Francia. Julio, 2007

Alexander despertó, pero siguió con los ojos cerrados, y como de costumbre, su primer pensamiento fue para su gemela.

  • Buenos días, Lucía

Aunque él había sido el único que desde un inicio estuvo firmemente seguro de que todos iban a regresar, no por eso le dolía menos aquella larga ausencia, de manera que una silenciosa lágrima escapó de sus ojos aun cerrados. No obstante, después del habitual saludo a su hermana, comenzó a repasar la reunión de la pasada noche.

Él sabía que los nelegas no habían simplemente desaparecido para no regresar, sino que seguían por ahí a la espera, lo que no sabía era qué podían estar esperando, y aunque podía sentirse agradecido por el hecho de que hubiesen dejado de atacar a pacíficas comunidades, aquella inactividad tenía que obedecer a algo, y lo frustraba mucho aquel desconocimiento. Pero la pasada noche había escuchado algo que lo había preocupado, pues el ministro de Relaciones Interiores, había comentado algo acerca de un grupo que se había perdido en las cuevas de Lascaux hacía más de una semana y repentinamente habían comenzado a encontrar los cadáveres, pero aparte de que era ya absurdo que alguien se perdiese en un paseo perfectamente estructurado, lo que llamó la atención de Alex, fue que el estado en el que fueron encontrados, hacía pensar en el ataque de algún depredador, y él estaba positivamente seguro que no había ninguno en aquellas cuevas, de manera que había dado inmediato aviso a Edin para que se hiciese con toda la información de los desaparecidos, y en cuanto la tuviesen, él mismo pensaba darse un paseo por aquel lugar.

A pesar de que él no pensaba como Dylan por ejemplo, que los nelegas  hubiesen desaparecido, había tenido que colocar en pausa la cacería debido a los muchos conflictos que habían tenido lugar. Si bien todos se habían involucrado de una u otra manera con éstos, y aunque todos se preocupaban mucho por Lucien, si hubiesen sabido lo mucho que se había estado arriesgando Alexander, al menos el pobre Dylan sin duda habría ido saltando de un infarto a otro; la diferencia entre Lucien y Alex, era que el primero hacía mucho ruido, mientras que él no, y en realidad consideraba de vital importancia no hacerlo, pues de lo contrario, no habría podido evitar ni la mitad de los desastres que evitó, y por un momento, se perdió en el recuerdo de uno de esos momentos que era muy difícil de olvidar.

Por diversos medios, Alexander estuvo al tanto desde un inicio, del desembarco que los aliados planeaban llevar a cabo en las costas francesas hacia el final de la Segunda Guerra Mundial, y si bien entendía que aquella era la única manera de detener a los nacionalsocialistas, sabía también lo que aquello iba a significar para Francia que ya había sido bastante golpeada.

Alexander no trabajaba exactamente solo, pero su grupo era tremendamente reducido, pues entre otras cosas, aparte de necesitar discreción, no quería arriesgar a más hombres de los estrictamente necesarios. Aunque él había relevado a Edin de su obligación como jefe de su guardia, el levjaner siempre se mantenía en estrecho contacto con él, de manera que cuando Alexander tuvo los detalles del desembarco, y Boris, fiel a su palabra de mantener informado a Edin, le envió aviso, el levjaner  dejó lo que estaba haciendo y se fue derecho a presentarse.

Franz Degener, que había sido quien llevase el mensaje, le había dicho que Alex estaba en Illir, así que cuando llegaron, efectivamente estaba, pero no quisieron interrumpirlo, pues estaba en el Adgilknel, así que aguardaron.

  • Lo lamento, grand-père – escucharon – he hecho todo cuanto me ha sido posible por evitarle dolor a tu pueblo,  Derek y Ettiene han hecho incluso más, pero la humanidad parece decidida a destruirse. Aun así, en un momento parto hacia Normandía, y aunque sé que no podré evitar lo que va a suceder, intentaré minimizar los daños tanto como me sea posible.

Edin sintió un dolor sordo en el pecho, porque si alguien sufría genuinamente por su patria, era él, de modo que también le hizo una silenciosa promesa a Phillipe, con quien había compartido aquel amor desmedido por su suelo natal.

  • Si mi muerte contribuyese de alguna manera a la felicidad y la seguridad de nuestra patria, te juro que habría dado gustoso mi vida, pero como no es así, te juro que haré lo posible y hasta lo imposible por protegerla, Phillipe

Después de unos minutos más, Alexander abandonó el recinto y miró a los reunidos. Bien mirado, aquel era un grupo pequeñísimo, pero muy variado, pues aparte de Boris que no lo había abandonado en ningún momento de su vida; Edin en su condición de levjaner, y Franz que era un experimentado y ya muy antiguo levramzyk; estaba compuesto, además, por Dennis Mercier que había sido un joven vendedor ambulante a quien Alexander había rescatado en el fango después de la masacre que los revolucionarios habían llevado a cabo en La Vandée, y después de asegurarse que la transformación efectuada por Boris había sido exitosa, lo trasladó al Valkinka, pero después de todo el horror, el chico había suplicado ver a Alex y él había acudido.

  • Monsieur, mi vida no vale nada, pero gracias a usted la tengo, así que iré allá a donde usted vaya
  • Esto no es necesario, Dennis, vuelve a casa y…
  • No tengo una, Monsieur




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