La Dinastía (libro 10. Borelishka et Varetskhy)

Cap. 11 Extraño hallazgo

 

Nilak, Alaska. Octubre, 2007

En la central recibieron la llamada de Juliet, pero cuando informaron de qué se trataba, siendo que aquella era una localidad pequeña donde casi todos se conocían, tuvieron un momento de duda, pero el comisario que conocía bien a aquellos chicos, ordenó proceder de inmediato y él mismo iría, pues sin importar lo que pudiera estar sucediendo, si aquellos niños estaban implicados, seguro sería un gran desastre.

Entre tanto y no sin mucho esfuerzo, Ilasiak y Edward lograron atraer los cuerpos hacia la orilla, ya que estaban claros que sería una pésima idea meterse en el agua, pero apenas estaban intentando separarlos para poder atraerlos con más facilidad, pues uno parecía estar aferrado al otro, cuando se presentaron los paramédicos.

Inicialmente éstos casi pensaron igual que los chicos, es decir, que aquellas personas debían estar muertas, pero sorpresivamente no era así, aunque también concluyeron que era improbable que se salvaran, o al menos los dos que acababan de sacar del agua. Sin embargo, cuando terminaron de extraer al segundo, notaron con enorme asombro, que mientras el primero, e incluso el que estaba fuera, presentaban terribles quemaduras, el segundo apenas tenía algunas heridas, aunque era un área extensa del torso hacia abajo. A pesar de lo anterior, se apresuraron a cumplir con su deber. Los subieron en las ambulancias y partieron, mientras que el comisario se llevaba a los chicos con él.

  • ¿Por qué siempre tengo que encontrarlos metidos en problemas? – preguntó el hombre cuando llegaron a la estación, aunque por pura fórmula, y en cualquier caso, si había una respuesta, estaba segurísimo de no querer saberla
  • Vamos hombre, no irá a culparnos de haber atacado a esas personas, ni siquiera usted es tan necio – dijo Juliet
  • A menos, claro, que crea que tenemos un lanza-llamas en el bolsillo – agregó Edward
  • Comisario – dijo Ilasiak que era el que siempre intentaba mantener la cordura – Si bien estábamos allí, es claro que no tenemos nada que ver con… lo que sea que les haya sucedido
  • Y que es obvio que tiene que ver con la erupción del volcán ¿no? – dijo Juliet
  • ¿Y se puede saber qué estaban haciendo allí?
  • Nada de su incumbencia –contestó Juliet y Edward ahogó la risa
  • Solo dábamos un paseo – agregó Ilasiak
  • Estoy bastante seguro que sus padres estaban al tanto de que no debían acercarse a la costa, muchachito
  • Quizá ellos lo estuviesen, pero no nosotros –dijo el desvergonzado de Edward que estaba perfectamente al tanto de eso y el comisario lo sabía, pues Dean Hardy tenía que habérselo advertido a su hijo puesto que trabajaba en aquello
  • Y como no hay un motivo para que nos retenga aquí, nos largamos –espetó Juliet poniéndose de pie
  • Ninguno puede marcharse hasta que vengan por ustedes

El comisario Roberts era un hombre no muy mayor, pero que había tenido cuatro hijos que le habían dado todos los dolores de cabeza del mundo, así que intentaba tomarse con calma las locuras de aquellos cuatro chicos que siempre estaban metidos en algún problema, y compadecía sinceramente sobre todo a los padres de Juliet y al de Edward, y aunque no sostenía la opinión de la directora de la escuela, en el sentido de que aquellos dos terminarían sus días en alguna correccional, sí sabía que aún darían muchos dolores de cabeza antes de que las suyas se estabilizasen.

Como cabía esperar y siendo que ya ninguno era un menor de edad, Juliet que era la más conflictiva, se enfrascó en una furiosa discusión con el comisario, y aunque los demás funcionarios no entendían, y en vista de que ninguno podía aportar dato alguno con relación al hallazgo, por qué Roberts no los dejaba marchar, pero decidieron no meterse en aquello.

La primera en presentarse en la comisaría fue Loriane, la madre de Juliet, algo que no alegró de forma especial al comisario, pues aquella criatura parecía vivir en otro planeta; no era que Claude, su exesposo, fuera muy simpático y de la clase con la que nadie que supiese la historia, quisiese hablar, pero al menos parecía hablar el mismo idioma que el resto de sus congéneres, mientras que a Loriane, al menos él, no le entendía ni la mitad de lo que decía.

  • Mère [1]
  • ¡Ah! Vous voilà [2] –dijo Loriane como si acabase de encontrar algo – Quand je suis sorti chercher les… [3]
  • Señora Lisieux – la interrumpió Roberts
  • ¿Oui?

El hombre se llevó una mano a la frente, pero para su buena fortuna, en aquel momento se presentó el padre de los Paulusik.

  • ¿Anthony?

El problema de aquel sujeto era lo poco que hablaba, pero en comparación con Loriane, aquello era una ventaja. El comisario les refirió lo sucedido, y aunque era evidente para él que Loriane parecía no estar prestándole atención, al menos el otro individuo sí. Paulusik miró a su hijo y éste pareció entender el significado de la mirada.

  • Estamos bien –le dijo, y el hombre asintió
  • ¿Podemos marcharnos?
  • Seguro que sí –dijo Juliet sujetando a su madre – Y Edward viene con nosotros, porque, aunque no es necesario –puntualizó –  mamá se hace responsable




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