La Dinastía (libro 10. Borelishka et Varetskhy)

Cap. 24 Recuperación

 

Riùrik. Septiembre, 2007

Istvan intentó hablar con Iyul, pero por primera vez desde que podía recordar, éste se negó a ello, de modo que el levjaner no estaba muy seguro de cómo proceder, pues lo que había querido saber, era si Iyul planeaba participarle a Iziaslav lo que había hecho.

Cuando Iyul regresó a la habitación de Lucien, Iziaslav fue a ver a Dylan, pero él en quien se fijó fue en Dennis, pues a aquel chico no lo conocía, pero determinó con rapidez tanto su edad, como la adhesión que sentía por Alexander, así que colocó en su lista de pendientes, averiguar de dónde había salido aquel niño.

Lucien demoró una larga semana en reponerse, o al menos lo suficiente como para que Aleksèi decidiese que ya podían despertarlo. En esa ocasión solo estaban en la habitación, aparte del veldeky, Iziaslav, Iyul y Dylan. Aleksèi procedió a despertarlo y colocó las manos sobre sus hombros, pues conociendo a aquel individuo, sabía que con seguridad despertaría intentando incorporarse. Sin embargo, los cuatro se preocuparían mucho, pues Lucien abrió los ojos y en lugar de lo que esperaban, miró a Aleksèi que era quien estaba en su línea directa de visión.

  • Zdravi, priyatel – lo saludó el veldeky
  • Aleksèi – dijo en tono apagado
  • ¿Cómo te sientes?

No obstante, Lucien no contestó, sino que cerró los ojos y vieron que dos lágrimas escapaban de ellos, y fue cuando la alarma creció en todos los presentes, así que Iziaslav apartó a Aleksèi con tanta violencia, que el pobre quedó estampado contra la pared.

  • Syn – dijo sujetando el rostro de su hijo
  • Todo es tan inútil, haryk – dijo y los tres hombres se miraron sin estar muy seguros de qué decir, pero tampoco tendrían ocasión – Por mucho que nos esforcemos, el hombre parece despreciar la vida, sea suya o la de sus semejantes – recién en ese momento entendieron, pero él seguía hablando – Cualquiera sea el motivo que esgriman, ya sea un supuesto amor a la patria, una religión o una bandera política, todas son igualmente falsas, porque quien ama su patria, no envía a sus hermanos a morir en una guerra; así como la defensa de una religión o una ideología política, no justifican las masacres que se cometen en su nombre. Todo es falso, todo se sustenta en la misma razón que nos convirtió en lo que somos; la ambición por un poder efímero y sin sentido

Después de eso, hizo una larga pausa, y cuando abrió los ojos, a Iziaslav le dolió el corazón, pues los mismos eran dos joyas verde jade hundidas en un mar carmesí de dolor. Aquello hizo que Iziaslav fuese lanzado a un lejano pasado y no estaba viendo al Lucien actual, sino al Lucien niño, que después de una incursión a territorio enemigo, Iziaslav se paseaba entre la devastación que habían ocasionado y escuchó al niño, que para entonces tendría alrededor siete u ocho años.

  • ¿Por qué, haryk?
  • ¿Lucien? – había dicho él girándose

No era que Lucien no debiese estar allí, pues para entonces ellos viajaban con toda la tribu, y una vez finalizado el conflicto, ya los miembros más jóvenes y las mujeres, podían acercarse; lo que extrañó a Iziaslav, fue el grito y el tono del mismo, pues era obvio para él, que su pequeño hijo estaba llorando, así que se había acercado con rapidez.

  • Nym kicyk…
  • ¿Por qué haces esto, haryk?
  • ¿De qué hablas, rybik?
  • Los mataste y es horrible
  • Lucien, ya sabes que...
  • Esto es malo, haryk. Mira

El niño había sujetado el rostro de su padre para que viese lo que él veía, que en aquel momento eran los cuerpos de una mujer y de un niño al que tenía abrazado y que debía tener aproximadamente al edad de Lucien, y que habían sido atravesados por una lanza que aún mantenía unidos los cuerpos sin vida.

  • Lucien…
  • ¡No! – lo interrumpió él – Tú eres bueno, pero eso es malo, haryk

Artam se había acercado con cautela, pues sabía que era mal asunto tocar a Lucien, pero como también sabía que lo que estaba diciendo podía molestar mucho a Iziaslav, fue que decidió hacer algo para tranquilizar al niño, así que mientras Lucien tenía clavado sus ojitos llenos de lágrimas en los de su padre, él colocó una mano en la espalda del niño y la otra entre su pecho y su estómago, concentrándose con el mayor ahínco en estabilizar al chico, algo que en ese entonces y siendo que aún no eran devrigs, era un poco más complicado y debían ser especialmente hábiles como solo podía serlo un levjaner. Artam había estado acertado, pues Iziaslav tenía un furioso pleito interno entre el dolor de ver aquellos ojos anegados por las lágrimas, y la ira por lo que consideraba una actitud del todo equivocada por parte del niño, y muy incomprensible para él, pues sus hijos habían crecido como cualquier niño de la época y entorno, es decir, sabiendo que mataban o morían, y escuchando las historias que él les contaba acerca de sus campañas. Afortunadamente Artam era muy bueno en lo que hacía, así que logró tranquilizar a Lucien, y de hecho, el niño pareció quedarse dormido, de modo que se apresuró a quitárselo a Iziaslav y a llevarlo con su madre.




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