La Dinastía (libro 10. Borelishka et Varetskhy)

Cap. 44 Normalidad forzada

 

Riùrik. Diciembre 2007

Ya hacía casi un mes del regreso, y aunque no se podía decir que las cosas estaban bien con Lucía, al menos no estaban tan mal, más que todo por la desaparición de escena de Lucien, pero eso tenía a Lucía de muy mal humor.

Lucien no estaba mucho mejor, y quien estaba pagando la vajilla rota era Anastasia, por una parte, y por la otra, cualquiera que tuviese la desdicha de encontrárselo.

Otro que no estaba más contento era Iván, pero en su caso por la frustración que le producía no adelantar nada con relación al paradero de Viorica. Había repasado una y otra vez, todo lo que le había dicho Yves, e incluso había vuelto con los svetsniks, pero la respuesta había sido la misma: ella no estaba en un lugar accesible. Sin embargo, las cosas iban a complicársele, pero a nivel personal.

Iliar, que como ya se sabe era un entrometido, en una ocasión y mientras esperaba a Iván, había visto de nuevo el móvil y había decidido conectarlo al cargador, algo que Iván no se había preocupado por hacer. Esa noche cuando Iván había regresado a su habitación y se disponía a acostarse, escuchó un sonido que, a pesar de no serle familiar, recordó y se giró.

Ya él sabía cómo funcionaban aquellos aparatos, pues entre las muchas cosas que ahora sabía, figuraba aquella, de manera que lo tomó y conectó.

  • Señorita Juliet –dijo de inmediato, pues en su opinión, no podía ser nadie más
  • Vaya, pensé que habías tirado el móvil –la escuchó

Pero o bien él no sabía qué decir, no tenía qué decir, o lo pensó demasiado, pues volvió a escucharla.

  • ¿Iván?
  • Bueno hombre, dime si todo está bien
  • Lo está
  • Me alegra saberlo, pero…
  • Es tarde, señorita Juliet. En cuanto me sea posible le haré llegar su móvil. Que descanse

Dicho eso cortó la comunicación sin darle tiempo a ella a despedirse siquiera. Una vez hecho esto, soltó el móvil y se alejó de él como si fuese una bomba, se sentó en el sillón que estaba frente a la chimenea y continuó mirando el aparato como si esperase que le saltase encima.

  • ¿Qué sucede contigo, hinmalier? ¿Acaso has perdido el juicio?
  • Habitualmente cuando cualquiera va hablando solo por ahí, eso es lo que piensan los demás y…
  • ¿Qué estás haciendo aquí? –le preguntó a Iliar que era quien había entrado y ahora lo miraba con extrañeza
  • ¿Cómo que, qué hago aquí? Se supone que vamos a…
  • Lo que sea que vayamos a hacer, se supone que sería mañana –lo interrumpió y vio que Iliar elevaba las cejas
  • Mañana –repitió mientras lo veía dirigirse al baño

Iliar concluyó con rapidez que Iván debía estar muy enfermo, y no precisamente por haber estado hablando solo, así que hizo un urgente llamado, y cuando Iván salió, se encontró no solo con Iliar, sino con Haris.

  • ¿Y ahora? –preguntó y Haris miró a Iliar quien a su vez lo empujó hacia Iván
  • ¿Qué esperas?
  • Yo lo veo bien, Iliar
  • ¿Eres estúpido o qué? Claro que se ve bien, pero no lo está, porque si cree que aún es de noche, entonces…
  • ¡Iliar! –lo interrumpió Iván
  • ¿Qué?
  • ¿De qué demonios estás hablando?

Si bien Iliar hablaba mucho más de lo que casi cualquiera estaba dispuesto a soportar, también era muy práctico, de modo que caminó hacia a la ventana y descorrió las cortinas, pues en su opinión, aquello ilustraba bastante bien lo que estaba diciendo.

  • Ves que es de día ¿no? –preguntó y fue cuando Iván entendió
  • ¿Me puedo marchar? –quiso saber Haris e Iván asintió
  • Eh, eh –lo detuvo Iliar – Aun no…
  • Estoy bien, Iliar, solo no me di cuenta de la hora

Iliar lo miró con sospecha, pero Haris aprovechó para marcharse, porque si bien él acudía con inmediatez cuando lo llamaban, si se trataba de un miembro del Arkel, lo hacía más rápido aún, pues sabía la facilidad con la que se agenciaban horrorosas heridas que no consideraban oportuno ir a atenderse al Haigala, también solía marcharse con prontitud cuando terminaba, y siendo que en esta ocasión no había nada qué atender, tampoco había motivos para demorar su partida.

Iliar por su parte se había acercado a Iván y lo miraba con atención, pero como ya excedía en mucho el tiempo que solía estar callado, Iván lo miró con fastidio.

  • No me di cuenta de la hora ¿bueno?
  • Claro, te creería si hubieses tenido la compañía adecuada, pero como estás inconvenientemente solo…
  • Y aquí no puedo estar de otra manera, necio

Aquello también era cierto, pues tenían prohibido llevar chicas a Levzheir, pero Iliar siguió como si nada.

  • …entonces dime qué…
  • ¡Solo me distraje!
  • Y como dije, solo hay una forma… –se detuvo y lo miró entrecerrando los ojos – Estás preocupado ¿Por qué?




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